[Capítulo 31]

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Sabía que Bailán me besaba porque eso significaba sentir la electricidad de la magia que yo tenía.

Sin embargo, él no tomaba en cuenta que, en realidad, yo no quería besarlo en lo más mínimo. No se le pasó por la mente que, justo en ese momento, yo lo odiaba y lo aborrecía como nunca lo había hecho con nadie (ni siquiera con mi padre o mi familia paterna). Y si lo pensó, no le importó.

Sus labios no se sintieron bien al presionarse contra los míos. El miedo se apretó contra mi pecho y tardé en procesar lo que sucedía. Las lágrimas se habían congelado en mis ojos abiertos y sentía como si el corazón se me hubiera detenido en ese instante.

Déjame ir.

Quiero que te detengas.

Por favor.

Nunca había dependido de la magia, pero justo en ese momento entendí lo que signficaba el contrato de Bailán. Lo que signficaba que mi magia se fuera temporalmente. Sabía que eso era el vacío y la desesperación que había en la boca de mi estómago. Sabía que estaba ligado al hecho de que mi cuerpo de pronto se sintiera tan denso y extraño... No podía hacer hechizos. No podía contar con que la magia me salvara.

Ni siquiera yo podía salvarme a mí mismo.

Era patético.

Quería morirme.

La forma en que Bailán me besaba no era linda ni amable... Era tosca y dolía. Sentía sus dientes y la forma en que quería forzarme a abrir la boca. Sus manos ahora aferradas a mis muñecas para evitar que intentara apartarlo y la maldita enredadera apretando cada vez más fuerte; su nariz presionando toscamente contra la mía y haciendo que fuera difícil respirar.

Y cuando finalmente se separó (luego de lo que pareció una eternidad), me miró a los ojos.

Él seguía sonriendo.

—¿No te parece curioso que, aun con las consecuencias del contrato vigente, aún sienta tu magia...? ¿No es hermoso? —preguntó.

Lo miré con una mezcla de hastío, asco y desesperación.

—Vete a la mierda —contesté, enroscando mis manos en puños y sintiendo de nuevo esa sensación de querer llorar. Maldición, ¿por qué yo era tan débil? Ni siquiera podía pedir ayuda... ¿quién vendría a ayudarme? Había alejado a Caleb, y estaba seguro de que todo el personal de Bailán estaba de su lado.

Jamás me había sentido así de solo.

La sonrisa de Bailán no flaqueó. Volvió a inclinarse y la punta de su nariz presionó contra la mía.

Me sentí atrapado y acorralado como una rata. Sin magia. Sin fuerza. Sin ganas de nada... Estaba cansado. Demasiado cansado.

Y mi pie dolía como el infierno.

Entonces vi que algo colgaba del cuello de Bailán. Era un collar. Se lo había visto antes, aunque nunca le había prestado atención por el hecho de que no era ningún seguidor de la joyería... Inhalé y exhalé, tensando la mandíbula.

—¿Sam?

Alguien llamó a la puerta.

El rostro me palideció y mis ojos se abrieron de hito en hito.

Era Caleb.

Bailán me miró con el ceño fruncido.

—¡Caleb! —grité con toda la fuerza que pude reunir—, ¡Caleb! —Se oía más como un sollozo desesperado que un grito de auxilio.

La puerta se abrió de golpe.

De verdad era él.

Caleb rápidamente procesó lo que sucedía y enfocó su mirada en Bailán.

Good As It Gets © [COMPLETA] [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora