Historia 15

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Vuelve otra época. Época en donde los habitantes de villa feliz eran decididamente felices. Época de juglares y cantares, donde se caminaba al centro para ver a las brujas quemar y en tanto que a su alrededor se pintarrajeaban los ciudadanos para acompañar a la pobre desgraciada en su peregrinación al más allá. Una villa simple con doce chozas y en el centro del todo una iglesia. Debido a sus pocos habitantes, el regente no podía permitirse tantos festivales pues así de esta manera no tendría personas para hacer prosperar los cultivos ni tampoco vigilar el ganado. Completamente agraria, la villa era autosuficiente, capaz de mantenerse en los inviernos y salir en los veranos. Sus habitantes, pese a tener sus grandes diferencias, pues todos venían de distintos lugares, eran bastante unidos como para sobrevivir a un clima tan despiadado como el de aquel lugar, gracias por una tradición: La quema de brujas. Estas cacerías no eran un mero hecho cotidiano, al contrario, tenía todo un ritual, todo un protocolo.

En las noches de luna llena, por lo general el regente quien era el encargado de organizar las cacerías, incriminaba, en secreto, a alguna mujer o incluso hombre inocente. Se decía que aquellos viajeros extraviados eran el favorito de aquel mandatario déspota quien apetecía de sangre y carne distinta. El proceso era tan sutil como horrible, pues convencían a las víctimas de darles posada. Aquellas desperadas caían fácilmente en la trampa, dándole entonces cobijo y alimentos. El regente amablemente con sus lacayos le ofrecía al viajero una casa en medio del bosque, pero ponía una sola condición, esa persona se debía vestir con los ropajes que allí había (finos y delicadas telas) así como dictaba la tradición de su pueblo a la ley de hospitalidad. El viajero realmente no tenía problema con ello, pues muchos de estos viajaban por ese mismo motivo, aventurarse y conocer lo desconocido. Bien se tiene por hecho de una mujer que, aventurera y nada escrupulosa, decidió seguir todo este juego, ella relatará en un diario lo último que vivió en esa casa. Un diario que fue encontrado días después por unos campesinos que buscaban a sus perros.

12:00pm

Todo luce tranquilo, tenía miedo de quedarme sola en tan oscuro camino. Aunque mis pies no tenían problema para seguir, ni mi determinación había flaqueado sentía una sensación extraña. El sendero era confuso con el sotobosque y los sonidos de los animales se habían detenido. Fue ahí cuando encontré un anciano con un pequeño séquito, gente amable, unas mujeres con hijos y unos hombres que, al parecer, cansados, volvían a sus casas. Recuerdo muy bien que el anciano me preguntó si estaba extraviada, le había respondido que no a lo cual objetó mi estado. Realmente si había hecho algo de actividad física y mis ropas estaban sucias. El anciano mencionó de una choza cerca del lugar, que era parte de su propiedad. Me indicó que si no tenía problema de acompañarlo al lugar. Una parte de mi se negaba, puesto que mi desconfianza era grande, sin embargo, el silencio absoluto y esa oscuridad ciega no me permitiría seguir por mucho. Así que no tuve más remedio que aceptar. Las leyendas. Creía en las leyendas de demonios que azotaban los bosques, ¿daban clara señales esos eventos extraños, el silencio y la oscuridad? No era algo común pues en todas mis caminatas, el crujir y el ruido de los animalejos me tranquilizaba, además que el claro de luna era visible entre los árboles, aunque era muy tenue. En este bosque, en el que estoy ahora, ni lo uno, ni lo otro, solo contaba con la luz de la pequeña linterna al cual se le acababa el combustible.

Llegada una vez a la choza, el anciano me invitó a acomodarme en ella. "Será bueno que descanses, pues de aquí al único punto de civilización más cercano, hay muy buenas horas de paso, es mejor que te cambies y que comas un poco". Eso fue lo que dijo el anciano cuando se retiró en silencio. No me dejo decir gracias, ni responder a su cordialidad. La choza era un poco rara pues tenía una mesa de trabajo con varios tipos de herramientas, tubos de cristal, pequeños frascos y algunos brebajes. Supuse en seguida que el anciano era un científico de la capital pues en estos días estas ideas son las que más se escuchan en los cuchicheos de las personas. Sin embargo, después de examinar cuidadosamente el estado del equipo, me percaté que muchos de los elementos tenían fisuras o estaban mal adaptados, por lo cual concluí que solamente era un fanático de las baratijas extrañas. Continue revisando la casa, estaba demasiado limpia como si nadie la hubiera utilizado antes. Incluso los ropajes parecían recién hechos y a la medida. Me recorrió un pequeño escalofrío, pero luego de meditarlo, supuse que por la contextura delgada y en jorobada de aquel señor, no sería raro que su ropa fuese de una talla mucho menor a la que pensaba. Aunque, para ser sincera, este señor tenía unos gustos bastante extraños. Por lo demás la choza era normal, bien amueblada, una cama confortante, un jardín con demasiadas plantas y en especial un sótano el cual estaba cerrado con llave. Se veía a simple vista más no se podía ingresar. <<Seguramente el anciano tendrá la llave>> Pensé y no le presté más importancia. Solo quería comer y descansar. Cambiarme de estos harapos por esas telas de buen vestir. Había pan, había agua, todo estaba perfecto, perfecto irónicamente para una noche de estadía.

2:00 am

Escribo porque aún no he conciliado el sueño, la noche aun me parece inquietante. Una noche tan maravillosa, pero a la vez tenebrosa. Nunca había sentido una tensión extraña, ni un ambiente pesado. El miasma se expande al igual que la neblina, el frío da sus efectos como los ruidos extraños. A lo lejos ya no se escuchan las cigarras, se escuchan susurros, se escucha gente, de vez en cuando un grito apaciguado por la distancia, no obstante, me inquieta un poco este sentimiento de desolación. Soy la única luz en medio de la nada, soy el único faro, tal vez de esta trampa. No puedo conciliar el sueño y realmente me estresa. El silencio y ahora ruidos extraños es lo que me aterra, saber de la muerte allá fuera es lo único que me hace pensar que estoy bien aquí adentro. El sótano ha estado sellado y no se ha escuchado nada. Hace una hora estaba ansiosa por saber que habría allí pero ahora me doy cuenta de que el silencio lo gobierna todo. Salvo por un aroma, un pequeño perfume que tiene la casa, peculiar detalle. Me embriaga su dulzura más no detiene esta intriga que poco a poco, acrecienta más y más.

3:00 am

Las vueltas del amanecer, escribo lo que pasa ahora, siento pánico. Los marcos de las ventanas ya no son lo mismo, el armario teme, me teme pues al abrirlo solo hay oscuridad infinita. Se escuchan golpes en el piso, suaves golpes espontáneos, se siente la pequeña vibración del piso y el sonido de pequeños pasos. Observo luces, extrañas calaveras que rondan de un lado para el otro, en busca de algo, en busca de alguien. Esforzando la vista, veo gente extraña, gente pintada, gente rara. Buscan y buscan algo, pero no sé qué ni tampoco sabré lo que quieren, salvo que les pregunte. Quizá deba salir yo a su búsqueda y preguntarles que sucede, debo atravesar esta tenebrosa puerta antes de que me busquen, debo ser yo quien los encuentre primero. Dejaré el diario, pronto regresaré para coger mis cosas e irme a casa. 

LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora