Capitulo 7: Al acecho entre las sombras

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El agente encubierto Iker mantenía una mirada inexpresiva pero alerta sobre Bruno y sus amigos, atento principalmente a que nada amenazara la seguridad de su protegido. Sin embargo, en las profundidades de su mente no podía dejar de repasar la información que tan arduamente había recabado sobre Gerardo Díaz.

Aún recordaba cuando ingresó sigilosamente al centro de salud del pueblo, específicamente al área de archivos clínicos. Gracias a una placa especial entregada por el mismísimo presidente Kikis pudo sortear sin problemas la seguridad del recinto.

Rápidamente localizó los historiales médicos ordenados alfabéticamente hasta dar con lo que buscaba: los registros de la familia Díaz. Leyó ávidamente el acta de defunción de los padres, ambos fallecidos trágicamente por complicaciones de una enfermedad muscular degenerativa denominada "distrofia muscular".

Para su sorpresa, el joven Gerardo había nacido milagrosamente sin secuelas de la enfermedad, siendo un bebé completamente sano. Pero la tragedia volvió a ceñirse sobre la familia cuando su hermana menor Iris nació ya como portadora del mal genético que acabaría con la vida de sus progenitores.

Iker revisó detalladamente los registros de las constantes citas médicas de la pequeña, deduciendo que Gerardo se había hecho cargo de llevarla personalmente. Y la cruda verdad se hizo más dolorosamente evidente al notar el acelerado deterioro de su salud a lo largo del tiempo debido a la falta de un tratamiento adecuado.

Apretando los puños con impotencia, Iker maldijo internamente la mediocre red de salud pública que no hacía lo suficiente por ayudar a esa pobre niña. Se propuso conversar pronto con el presidente Kikis para ver si se podía subsidiar el alto costo de su tratamiento, cuestión de vida o muerte.

Tras cruzar el umbral de la puerta, Bruno y Máximo echaron un vistazo al interior de la humilde vivienda. Aunque se percibía cierto descuido y deterioro por doquier, también estaba claro que Gerardo ponía gran esfuerzo en mantener un nivel aceptable de limpieza y orden.

Rápidamente se internaron por el angosto pasillo hasta llegar a una pequeña habitación, donde una frágil jovencita yacía postrada en cama bajo un raído cobertor, leyendo un desgastado libro. Sus grandes ojos color chocolate se iluminaron al verlos llegar.

"¡Hermanito, ya llegaste! Y veo que trajiste más amigos esta vez" exclamó Iris con una débil pero animada voz.

"Así es, pequeña. Ellos son Máximo y Bruno, compañeros de la escuela. Chicos, les presento a mi querida hermanita Iris" dijo Gerardo, desbordando orgullo fraternal.

La chica esbozó una gran sonrisa y saludó tímidamente con la mano. Tanto Bruno como Máximo le devolvieron el gesto, impactados internamente al tomar completa consciencia de su delicada situación.

Siguiendo la rutina de cuidados, Gerardo extrajo de la bolsa de la farmacia todo un arsenal de frascos, pastillas y ungüentos. Meticulosamente los acomodó sobre la mesita de noche y procedió a administrarle la dosis indicada a su hermana ante la atenta mirada de sus invitados.

"Eres muy valiente, Iris. Si sigues al pie de la letra el tratamiento, en poco tiempo estarás fuerte como una roca, ya lo verás" la animó Bruno, reflejando en su voz un profundo respeto.

La pequeña esbozó una sonrisa pícara. "¿Más fuerte aún? ¡Pero si ya soy indestructible! Cuando me levante de esta cama, nadie podrá detenerme".

Ante semejante comentario dicho con infantil inocencia, los tres jóvenes soltaron una carcajada, sin poder evitar sentir un inmenso cariño ya por esa extraordinaria niña.

Pasaron un rato compartiendo alegremente, disfrutando de la mutua compañía. De pronto, la conversación derivó hacia Aaron, a quien Iris recordaba de una visita previa. Ante la mención de su nombre, Bruno y Máximo notaron como Gerardo se tensaba casi imperceptiblemente por una fracción de segundo, para luego restarle importancia al asunto.

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