El invierno había caído con fuerza en Inaba, tanto como para que el pequeño pueblo se tiñera de blanco y todas las casas aprovechasen para usar sus mejores abrigos. El asistir a la escuela en ese punto se había vuelto un completo incordio para todos, pero resistimos gracias a la idea de que las vacaciones de navidad estaban a punto de llegar; tres dulces semanas en las que poder flojear al máximo y pasarla bien con este clima tan particular. Aunque antes de poder dedicarme a la vagancia total, tuve que hacerme cargo de una tareíta de último momento, una cosita de nada...
- ¡¿Entonces no le haz comprado regalo de navidad a Yosuke?! ¡Pero si es mañana! -Gritaba Yukiko desde el teléfono.
- Ya sé, se me vino el tiempo encima y bueno... ¿Se te ocurre algo que pueda darle? -Decía desesperada por un consejo y sin ganas de que me echaran en cara el tipo de novia que era.
- Pues si tu eres su novia y no se te ocurre nada, a mi menos -Era un buen punto, pero aún así me enojaba su falta de solidaridad.- Además, yo creo que no le va a gustar que le compres algo en la tienda donde trabaja, seguro que dice algo como "Oh si, lo que puse en el estante de las ofertas en la mañana"... pff... ¡Jajajaja! ¡Sería comiquísimo! ¡Ve al Junes y cómprale algo barato a ver que cara pone!
No me molesté en seguir escuchando sus carcajadas, apreté el teléfono visualizando el cuello de ese remedo de "mejor amiga" y le grité.
- ¡No voy a joderle el regalo de navidad sólo para que te rías! ¡Gracias por nada, idiota! -Le colgué, pero su tonta carcajada me hizo eco en la cabeza durante un rato más.- Maldición...
Susurré para mi misma, acercando mis manos enguantadas a mi boca para echarme algo de aire caliente en forma de vapor; ni con todo el conjunto invernal de gorro, botas y guantes marrones junto con una bromosa chaqueta verde conseguía calentarme, me moría de ganas por solo volver a casa y tumbarme hasta que el invierno pase, cual oso, pero este era un momento especial:
"Nuestra primera navidad juntos..." Pensé para motivarme, llevándome las manos a los bolsillos de la chaqueta y caminando a lo largo de la calle principal tratando de esconder la boca bajo el cuello de la chaqueta, a la vez que iba ojeando las tiendas del lugar a través de sus escaparates.
No contaba con demasiado dinero, así que no podía ser nada ostentoso, no me podía ni costear una bufanda decente... ya era demasiado tarde como para hacer algo casero y encima soy pésima con todo lo manual, así que hacerle una artesanía o coser queda totalmente descartado. Tenía que encontrar algo bueno, bonito y barato en cuestión de unas cuantas horas antes de vernos en la casa Dojima...
Entre más veía en las tiendas, más iba perdiendo mi fe en encontrar algo decente, eso hasta que me encontré con Kanji, abrigado con manta colorida sobre manta colorida por encima de su cabeza; atendiendo la tienda de telas en lugar de la adorable señora que estaba ahí siempre, con una sonrisa me destapé la boca y entré en el calientito lugar, levantando la mano para saludarlo.
- ¿Qué tal? ¿Te dejaron a cargo del fuerte? -Me fui acercando al mostrador, sólo para ver que estaba sosteniendo algo en las manos, algo que estaba remendando.
- ¡Ah! Superiora Satonaka... Si, lo que pasa es que a mi madre le duelen mucho las rodillas con el frío, así que me estoy encargando yo de la tienda en lo que amaina la nieve -Comentó con esa sonrisa de bonachón que desencajaba horrible con sus perforaciones y cabello de rebelde.
- Vaya, que mal que tengas que pasar así las vacaciones, aunque es lindo que cuides así de tu madre.
- No te preocupes, de todos modos iba a estar ocupado haciendo estos -Entonces, con cierto orgullo en su rostro, dio la última puntada antes de mostrarme un pequeño mono de peluche, de pelaje rosado y con una amplia y adorable sonrisa, con unos ojos de botón negros.- Tengo que hacer un montón de peluches, así que estuviera o no atendiendo, tendría que estar cosiendo.
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Un pueblo maravilloso
RomanceUn pueblo mundano, donde todos los vecinos se conocen y donde nunca suceden problemas, en un lugar tan aparentemente aburrido como este, es donde ocurren los milagros.