Lo que me hizo especial

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Solía pensar bastante mal de Inaba hasta hace poco, me molestaba todo de esta. Los pequeños puestos de comida callejera, tener que viajar horas para ir a un centro comercial, recuerdo que me enfadaba hasta la cara con la que me veía la gente y, si soy sincero, ya ni siquiera recuerdo por qué. Quizá simplemente era porque estaba resentido de que mi padre me hiciera abandonar todo lo que conocía y le buscaba bronca a todo, o quizá fuera porque los adolescentes somos así, tenemos un lío en la cabeza y sólo buscamos una excusa para odiar a lo que nos rodea y hasta el más mínimo cambio nos genera estrés; también podría ser que pensaba que por ser de un lugar más urbano me creyera mejor que la gente de por acá. No lo sé, sólo estoy seguro de que era un tonto.

Lo digo por que ahora, siempre que terminan las clases, no puedo irme a casa sin antes subir las escaleras del instituto para ver el paisaje desde la azotea. A esa hora es cuando el sol está en su punto más alto y puedo ver con mayor claridad todo lo que me rodea, aparte, al estar tan alto, puedo sentir el aire más puro e intenso, como si la ciudad de Inaba entrara a mis pulmones de mejor manera.

Veía las calles por las que paseaba junto con mis amigos y jugaba a tratar de recordar los negocios que alcanzaba a ver y las personas que los atendían.

"Ese es el negocio de telas de la abuela de Kanji, ahí es donde dan las brochetas de carne, ese es el lugar de comida china donde Chie se infla a pollo agridulce, ahí está el templo que vigila aquel zorro tan raro", etc.

Ahora conocía Inaba como la palma de mi mano, mientras que en mi anterior ciudad apenas y conocía el camino de mi casa a la escuela y de la escuela a la plaza comercial; me costaba creer que había prestado tan poca atención al mundo que me rodea. Al pensar en esto, me hace sentir que hasta hace poco estaba dormido... no, más bien, había estado atrapado dentro de mi propia cabeza sin prestar atención a mi alrededor.

- Al final, ser un chico de pueblo no está del todo mal... -Resumí mis pensamientos en esas palabras, caminando hasta la reja del tejado y mirando el pueblo a través de estas, con una sonrisa nostálgica.

- ¡Oye Yosuke! ¿Qué haces hablando solo? ¿Acaso finalmente te volviste loco? 

Una voz bromista me llamaba desde atrás, y si bien, me alegraba verla, tenía que poner una expresión de fastidio mientras me giraba hacia ella. Como siempre con su chaqueta verde y su cabello castaño en peinado de tazón, mirándome con esos grandes ojos retadores.

- Tan sólo pensaba en voz alta, pero, ¿Qué vas tu de eso? Si no haz pensado ni una vez en tu vida -Exclamaba sacándole la lengua al final.

- ¡¿Qué?! ¿Y por qué el insulto de gratis? Y yo que venía a decirte que nos vamos al Junes por unos helados, pero ya que prefieres quedarte viendo a la nada como viejito, nos vamos sin ti -Sacó la lengua de vuelta, arrugando la nariz como un cachorro y llevándose las manos a los bolsillos antes de darse la media vuelta.

Ahí yo sonreí, dando unos pasos detrás de ella, alzando la voz.

- ¿Y con el dinero de quien vas a ir? A Yukiko le debes dos helados y tres brochetas de carne; y a mi me debes dos cajas de sushi del Junes y cinco brochetas, ¿A quien piensas sacarle mendigarle comida esta vez? Gorrona -Comentaba con una sonrisa burlona en mi rostro.

Pude ver que mi burla le dolió porque de inmediato se dio la vuelta y caminó hacia mi, pinchando mi pecho con su dedo índice, mientras tenía que alzar la mirada para verme a los ojos.

- ¡N-no soy una gorrona! ¡Y si vas a llevar la cuenta, mejor no me invites nada! -Me reclamaba mientras hacía una mueca de enfado, más parecida a un puchero.

- Vas a pedírselo a Yu, ¿verdad? Que no te reclame no significa que puedas usarlo como cartera con patas.

Sus ojos avellana se abrieron con asombro por un momento, había acertado de lleno, pero lo que yo no me esperaba, fue el leve paso que dio hacia atrás para tomar su postura y darme una patada lateral en el brazo izquierdo.

Un pueblo maravillosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora