Las especulaciones dicen que la rivalidad entre Yoongi y Hoseok se debe a que a Yoongi le atrae la novia de Hoseok. Pero en realidad, a Yoongi no le interesa en absoluto tener nada con ella, sino con Hoseok.
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Ya que estaba atardeciendo y en la pequeña bodega apenas caía un poco de luz a través de paneles tragaluz, las lámparas estaban encendidas porque también el entrenador y sus asistentes habían tenido que sacar lo necesario para el entrenamiento, mucho antes de que ellos ingresaran.
Por lo que Hoseok podía ver claramente la cara de Yoongi, y el gesto que parecía tener tensos todos los músculos de su rostro.
—Min, te vi hace un rato en el área de descanso... Estabas con tus amigos, por eso no me atreví a acercarme —musitó, quedándose recargado con las manos atrás, justo detrás de la puerta cerrada.
Quitando el gorro de su cabeza que dejó caer hacia atrás, el pelinegro seguía sintiéndose tan furioso consigo mismo por no poder hacer que el amor que sentía por Hoseok dejara de lastimarlo.
Y también lo miró, observando de inmediato la clara mancha enrojecida y de forma alargada, adornando su mejilla.
Entrecerró los ojos y se acercó solo un para de pasos para ver mejor.
—¿Qué te sucedió ahí? En la mejilla...
El contrario llevó rápidamente una de sus manos y sutilmente palpó el área que todavía dolía, sobre el golpe que Jinnie le había dado.
—Ah... esto... me caí ayer por correr... —balbuceó nervioso, recordando la que fue, la peor noche de toda su vida junto a la animadora.
Y es que aunque había intentado arreglar su relación y el estado de ánimo de Jinnie, con sexo, no había podido conseguir terminar ni una sola vez. Y fingiendo orgasmos que Jinnie no le provocó, habían arreglado su malentendido, aún con Yoongi siempre presente en sus pensamientos.
Por supuesto que Yoongi no creyó en sus palabras, era evidente que alguien lo había golpeado, y completamente enfurecido en sus adentros, sabía que había sido la animadora.
De haberse caído tendría un raspón, y una mano más grande habría causado un gran moretón oscuro; sin embargo, ese golpe era pequeño y muy rojo, y casi como si una pequeña y delicada mano estuviese estampada ahí.
—Sí, claro, te caíste...
Hoseok suspiró profundamente, teniendo la necesidad de abrazarse a su cuerpo y encontrar algo de calma, pero podía ver en su cara que el pelinegro no estaba de ánimos.
—Min, ¿qué pasa? ¿Por qué estás tan enojado? ¿Sucedió algo? Lamento no haber podido buscarte más temprano, aquí es más complicado, ¿sabes? Y Jinnie estaba...
—Sí —lo interrumpió enseguida, retrocediendo el par de pasos avanzados—, ya lo sé. Ya sé mi lugar, como sé el tuyo. Solo estoy un poco aturdido, ¿sabes?
Confundido, Hoseok juntó sus cejas, tratando de entender.
—¿Aturdido? ¿Por qué...? —preguntó, hablando en todo momento en voz suave y baja.
