En cuanto llego al restaurante de mi padre, me percato de que está un poco más lleno de lo habitual. Tampoco es algo muy exagerado, pero lo suficiente como para que mi primera reacción sea preguntarle si necesita ayuda. Sin embargo y como ya esperaba, él se niega y me empuja hacia la Salita, donde parece que están esperándome mis amigas. Mi padre es un poco terco a veces —siempre—, y tiene esa extraña manía de no pedir ayuda cuando la necesita. Casi siempre tengo que discutir con él para que delegue algo en mí. De hecho, me costó lo mío que me dejara ocuparme de las reuniones con la profesora de Soobin y de todo lo que tuviera que ver con su vida académica, pero teniendo en cuenta que él tiene que ocuparse del restaurante y que a mi hermano últimamente le gusta meterse en problemas con más frecuencia de lo que nos gustaría, era lo más lógico. Y como nuestra economía no está para tirar cohetes precisamente y no podemos permitirnos contratar a alguien que nos ayude con el negocio familiar, su única opción viable para hacerse cargo de las cagadas de Soobin era yo, así que acabó aceptándolo. Así, de paso, me aseguraba de ahorrarle unos cuantos disgustos innecesarios. Aunque lo de que se saltara las clases no pude ocultárselo, porque eso me parecía demasiado.
También me costó bastante convencerle de que Chaewon, Minju y yo viniésemos a ayudarle los jueves por la noche, aunque esa batalla la libraron mis amigas por mí, y ya he dicho en varias ocasiones que Chaewon es la persona más convincente que conozco. Además, la clientela de los jueves es demasiada para una sola persona. Todas las mesas están ocupadas y, a veces, hasta hay cola. Y mi querido padre puede ser terco y cabezota, pero no es nada tonto. Sabía que llevábamos razón y no tuvo más opción que aceptar nuestra ayuda.
Sea como sea, al menos debería alegrarme de que cada vez tengamos más clientes. Es más, mi padre, lejos de estar cansado o agobiado, parece bastante contento por eso mismo. Y si él está contento, yo también lo estoy. Los que no están muy contentos, sin embargo, son mis oídos, que tienen que aguantar los gritos de Minju en cuanto cruzo la puerta de la Salita.
—¡Aaah! ¡Me está persiguiendo! —anuncia mientras pulsa frenéticamente varios botones del mando de la Play de mi hermano pequeño. En la pantalla hay un personaje saltando de un lado a otro sin parar, huyendo de otro que le dispara. Finalmente, consigue esconderse detrás de un árbol—. ¡Viene a por mí, Soobin-ah! ¡¿Qué hago?!
Minju, que está sentada en el sofá junto a mi hermano, agarra la manga de su sudadera en un puño y lo zarandea, dejándose llevar por el pánico. Aunque él ni se inmuta. Por otro lado, Chaewon, a quien no le ha quedado más remedio que ocupar una de las sillas que hay alrededor de la mesa, mira lo que está pasando en el videojuego con el ceño arrugado y la boca abierta.
—Usa las granadas de impulso para huir —le ilustra él, tranquilo.
—¡¿Las qué!?
—Las pelotas moradas que te ha dicho que cojas antes, ¿no? —le explica Chaewon, mirando a mi hermano en busca de su aprobación. Soobin asiente y ella, emocionada, procede a señalarlas—. Esas. Las que tienes en el inventario de abajo.
—¿Y qué hago con ellas? ¿Se las tiro? —insiste Minju, nerviosa. El que la persigue está cada vez más cerca y ella aún no se ha movido de donde está.
—No —niega mi hermano—. Tira una justo delante de ti y salta.
Y eso hace. O, más bien, eso intenta hacer, porque en lugar de tirarla al suelo la tira al árbol y, cuando salta, sale disparada hacia atrás, pero no se aleja lo suficiente.
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Fake Love » jjk
FanfictionA sus veintiún años, Ahn Sohee no es ninguna entusiasta del romanticismo. Mientras los demás jóvenes de su edad se embarcan en relaciones formales y no tan formales, ella prefiere invertir su tiempo en cosas más importantes como estudiar, ayudar a s...