Capítulo 15

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¿Desde cuándo estaba nerviosa por ir a la escuela? o mejor dicho, ¿cómo calmo los nervios?

—Tú puedes, tú puedes, tú puedes —murmuré mientras alisaba mi falda y doblaba un poco la parte superior para subirla.

No creo que estés nerviosa.

El hecho de que esté así de inquieta no quiere decir que cuide mi vestimenta. Siempre he hecho esto por comodidad, tener la tela rozando mis rodillas me incómoda un poco.

Lo que digas.

Me dirigí a mi espejo para asegurarme de que no me veía mal. Yo no he sido alguien que dedique demasiado tiempo al maquillaje, claro, sé usarlo, pero preferiría usar algo natural antes que parecer payaso. Así que prefiero pintar mis labios con un toque rojo, coloco un poco en el centro inferior de mis labios para después difuminarlo con mis dedos, mismo procedimiento con la parte superior.

¡Y ta ran!

Pocas veces que me veo en el espejo y me gusta lo que veo.

Eso es un avance.

Una vez ya tenía lista mi vestimenta, me aseguré que mi mochila tuviera los cuadernos necesarios. Con todo eso asegurado, salí de mi cuarto viendo la última conversación que tuve con cierto pelinegro.

Y también el chico por el que has estado poniéndote guapa.

Cállate.

—¿Soy yo o estás más feliz de lo que muestras a veces?

—Aún no me acostumbro a que te despiertes hasta incluso antes que yo, Ethan.

—No has contestado —levantó una ceja, estaba divertido.

—¿No puedo estar solo contenta? —dejé salir una risita, y creo que cometí un error al hacerlo.

—Conociéndote, no —contestó, aún manteniendo una sonrisa y guardando un lonche.

Es ese tipo de sonrisa que quieres borrar de un golpe.

Me ofrezco.

—Déjame en paz, Ethan —dije volcando los ojos—, ¿qué no tienes que irte?

—Unos amigos quedaron por venir por mí —alzó los hombros, totalmente tranquilo.

—Bien —me despedí con un gesto de mano que él solo correspondía con una sonrisa.

—¡Con cuida...! —ni siquiera escuché del todo cuando cerré la puerta y, además, era obvio lo que dijo.

***

¿Por qué no se les ocurre poner un maldito elevador? Así muchos no se preocuparían demasiado de hacer cardio cada vez que apenas lleguen justo a la hora.

Piensen en la imagen.

Antes de llegar al salón de clases siempre me he dirigido al baño, pues quiero cerciorarme de que no tenía rastros de sudor en mi frente.

Caminar un rato está bien, pero subir tres pisos ya es avaricia.

Acomodé un poco mi cabello, dejé dos mechones al frente, uno en cada lado.

Ahora sí, a clases.

Estaba dirigiéndome al salón con una sonrisa apenas estirando el hilo de mi boca. Pero se borró cuando vi a alguien en la puerta.

—Rox —saludó asintiendo con la cabeza, estaba despegando su cuerpo de la pared. Cuando ya estaba justo por su lado me sujetó por el codo.

—¿Ernesto? —contesté mientras prestaba un poco mi atención al agarre y después encajé mi vista a él.

Confío en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora