El eco de la puerta cerrándose se expande en mi cabeza, rebota, y los recuerdos vuelven a diluirse. Ya no sé qué son pensamientos y qué recuerdos. Todo se pierde en imágenes, conversaciones que vuelven a mí y tiran de mi cuerpo hacia arriba, lejos de esa habitación en la que llamé a mi madre y le conté al director lo que me había pasado con Jesús. Subo muy deprisa, los colores y las formas se mezclan hasta que todo vuelve a cobrar sentido y me veo sujetando el asa de la maleta con ruedas.
A mi alrededor, está la cafetería y el silencio oprimiéndome el pecho.
Suelto la maleta de inmediato. Retrocedo tan rápido que tropiezo conmigo misma y caigo al suelo de culo.
—¡¿Qué coño ha sido eso?! —grito sin dejar de mirar la maleta y me arrastro de espaldas.
—Eso ha sido un instante onírico —dice el lagarto tras de mí. Sigue de pie, en el mismo lugar en el que lo dejé cuando toqué la maleta ¿No se ha movido en todo el tiempo? No tiene sentido.
—¿Instante dices? Pero si llevo 2 días en... no sé dónde coño he estado, pero...
—Has estado en un recuerdo, Lena, y tan solo han sido un par de minutos.
Me lo quedo mirando, a la espera de que continúe. Sigue callado. Si lo pienso, tiene sentido lo que me acaba de decir... a pesar del sin sentido que es haber sido una niña de diez años durante dos días. Me descubro sonriendo. No sé por qué, pero no puedo dejar de sonreír.
—¿Cómo es eso posible? —digo, rompiendo el silencio.
—Antes viste que aquí hay objetos que no pertenecen a... una cafetería ¿Verdad? Pues esos objetos forman parte de tus recuerdos, unos fuertemente arraigados en tu memoria.
Miro a mi alrededor y echo un ojo a algunas de esas cosas que vi hace dos días... o antes. La taza enorme, la cámara de fotos y el radiocasete. Cuanto más los miro, más extraños y familiares (al mismo tiempo) me parecen.
—Entonces ¿Solo estaba reviviendo un recuerdo de mi infancia? —me toco los labios. Aún noto la palpitación del puñetazo en mi boca, como si eso no hubiera ocurrido hace nueve años, sino hace apenas unos minutos—. Ha sido muy real.
—Fue real. Al menos para ti.
—No te sigo.
Gruñe incómodo, como cuando a mi madre le pregunté de donde venían los niños. Es un recuerdo que no querría revivir... por lo asquerosa que me resultó la explicación y por la vergüenza ajena que me dio.
—A veces los recuerdos pueden ser engañosos cuanto más antiguos son, Lena —dice finalmente—. De modo que es posible que algunos detalles de estos instantes oníricos no sean exactos y lo que tú veas sea algo así como una reinterpretación de tu propio recuerdo.
—¿Me estás diciendo que quizás lo que recuerde no sea exactamente lo que ocurrió en realidad?
—Exacto.
—A ver, se acabó ¿Por qué sabes tú tanto de todo esto? —le suelto mientras me levanto del suelo. He recuperado un poco de confianza ahora que creo que entiendo mejor cómo funciona mi propia cabeza.
—Porque he vivido en tu mente durante mucho tiempo, Lena, y a menudo visitabas tu memoria (y recurrías a mí) para dar con un recuerdo concreto: ya sea en una conversación banal o en un examen importante.
—Entonces... ¿Siempre has estado aquí? ¿Me estás diciendo que un lagarto morado de dos metros forma parte de mi memoria?
Asiente con su enorme cabeza de reptil. Tomo aire profundamente. Todo esto es difícil de asimilar.
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Quiero vivir
EspiritualLena se está muriendo y su mente es lo único que aún la mantiene con vida... pero no durante mucho tiempo. Atrapada en una cafetería a la que no sabe cómo ha llegado, se valdrá de diferentes objetos ligados a su memoria con los que podrá revivir tra...