—Me llamo Lena —le digo. Dejo de mirar a las revistas y miro a mi mamá, que está sentada a mi lado. Me sonríe, eso es que puedo hablar con el niño. Me suena su cara, creo que va a mi escuela.
El niño va acompañado por su padre (o quien creo que es su padre) aunque no se parecen en nada en realidad. El hombre está casi calvo y tiene un cuello enorme, casi no veo su barbilla. Es como si lo hubiesen inflado por dentro. Me haría gracia si no me diese un poco de asquito.
—Yo me llamo Guillermo —me dice el niño y se recoloca las gafas. Le quedan enormes—. Vamos al mismo cole.
Sabía que lo había visto.
—¿Sí? ¿En qué clase estás? —digo.
—En 4°A.
—Yo estoy en el B.
—¿Y qué tal tienes el labio?
La pregunta me pilla por sorpresa. Seguro que tengo la cara horrible por el puñetazo que me dio ese niño galipolas, como lo llama Dalia. Mamá dice que no debo decir esa palabra, que es muy fea, pero no sé por qué. No entiendo por qué es tan malo decir galipolas.
—Está mejor —le digo al niño—. Mi mamá y los médicos me lo han curado rápido.
—Qué bien. Cuando te vi sangrando en el cole me dio mucho miedo.
—¿Me viste?
—Sí, me empujaste cuando corrías de ese niño de sexto y los de quinto ¿No te acuerdas? Oh, ¿te has enterado de lo que le ha pasado al de sexto? A mí me lo ha contado mi mamá, que trabaja en el hospital.
—Lo han expulsado una semana —digo muy convencida—. A mí no me parece un castigo no tener que ir al cole.
Mamá se ríe, pero no sé por qué.
—Le han cogido puntos en la ceja —dice Guillermo.
—¿Qué es eso? —miro a mamá.
—Cuando te operan o te haces una herida muy grave, los médicos tienen que cosértela (cogerte puntos) para que se cure —contesta.
—¿Cómo si fuera un peluche?
—Más o menos —dice sonriendo.
—¿Y duele?
—Bastante, sí.
—Entonces me alegro de que le cojan puntos a ese Jesús.
—¡Elena! —me riñe mi mamá ¿Qué he hecho ahora?—. No está bien alegrarse de la desgracia de los demás.
—¿Ni siquiera de Jesús?
—Ni siquiera de Jesús.
—Vaaaale.
Me quedo callada y miro a los cuadros que hay por la habitación. Son aburridos. En ellos sólo hay muchas fotos de personas sonriendo. No hay ningún paisaje ni ningún dibujo divertido. En dos de los cuadros sale mi dentista entre todas las fotos. Tiene el pelo suelto y muy grande, parece un león.
—¿Y tú por qué estás en el dentista? —dice el niño—. Yo vengo a que me hagan un molde de mis dientes.
—¿Y eso como lo hacen?
—No sé. —Se encoge de hombros.
—Mi mamá dice que me tienen que mirar la boca, por lo del puñetazo que me dio Jesús ¡Oye! ¿sabes quién vino antes de ayer? el Ratoncito Pérez.
—Ala... ¿Y te dejó dinero? —Asiento—. ¿Y cómo sabes que fue él?
—Porque me dejó una nota firmada, mira —entusiasmada meto la mano en el pequeño bolsillo de mi vestido y saco un papel. Lo desdoblo y se lo enseño a Guillermo.
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Quiero vivir
רוחניLena se está muriendo y su mente es lo único que aún la mantiene con vida... pero no durante mucho tiempo. Atrapada en una cafetería a la que no sabe cómo ha llegado, se valdrá de diferentes objetos ligados a su memoria con los que podrá revivir tra...