6 - La cafetería: Grieta

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La canción sigue sonando en mi cabeza aun cuando la imagen de la puerta del dentista se desmorona frente a mí, como una torre de naipes ante la brisa de una ventana abierta. A poca distancia veo a Galy, juzgándome con sus ojos amarillos.

—Ya has vuelto —dice, pero no parece muy convencido. Me da la sensación de que me lo acaba de preguntar. En realidad, no estoy segura.

—Sí, pero... esta vez ha sido distinto.

Galy se cruza de brazos. Así de pie parece un armario morado.

—No ha durado apenas —le digo—. A ver, no como el recuerdo anterior, que fueron dos días. Este habrán sido un par de horas como mucho.

—Eso he notado.

—A ver, pero a lo que yo me refiero es que este recuerdo fue muy breve. No sé por qué lo considero un recuerdo importante.

—Quizá ocurrió algo que te marcó de alguna forma.

—Sonaba una canción —digo de inmediato—. Me gustó mucho... me gusta mucho. O puede que fuese por ese niño, Guillermo, o bueno, Llermo. No lo sé...

La cabeza me da vueltas y, no sé cómo, me acabo dejando caer en el sillón que hay junto a la mesa de las revistas. Recuerdo fragmentos de los días siguientes a ese recuerdo, pero es como si esos momentos siempre hubiesen estado ahí. No han aparecido, es como si me fijase por fin en ellos. Cojo aire y me llevo las manos al pelo. Lo peino con mis dedos y cierro los ojos para dejar de pensar en todo esto.

—Sé que es difícil, Lena —dice Galy, dando unos pasos hacia mí.

—Ojalá supiese por qué estoy aquí —contesto y vuelvo a abrir los ojos—, qué me ha pasado y cómo remediarlo. De verdad que quiero vivir...

—Lo sé, Lena, pero lo estás haciendo muy bien.

—Tú has estado siempre en mi cabeza ¿No? ¿No hay nada que me puedas decir de mí que me ayude a recordar?

—Me temo que no, Lena —parece afectado. De algún modo me hace sentir mal haber hecho esa pregunta—. Puesto que soy parte de tu memoria, todo cuanto sé de ti lo sé por ti. Lo único que puedo hacer es guiarte a través del funcionamiento de tu propia mente porque es lo único que conozco por mí mismo. Lo lamento de veras.

—¿Por qué te disculpas tanto? —me rio involuntariamente, supongo que porque estoy nerviosa.

—Porque me gustaría poder hacer algo más por ti.

—Ya estás haciendo mucho, Galy.

Algo se mueve. Miro hacia la puerta, el ventanal y la columna que los separa. Sea lo que sea no estaba antes allí, pero no logro darme cuenta del qué.

—¿Va todo bien? —dice Galy, mirando en la misma dirección que yo, aunque sé que él no puede ver nada.

Le chisto y me quedo callada, a la espera de escuchar algo inusual.

—He visto algo. —Me levanto y camino hacia la puerta con la cautela de un gato. Dando pasos largos y lentos y con el ojo puesto en cada mota que flota por el aire. Cuando estoy a unos pasos de llegar, creo adivinar qué es lo que me ha parecido ver y me relajo un poco.

—Hay una grieta en la pared.

No debe medir más de treinta centímetros, pero es grande, como si se hubiese abierto la pintura. El surco es muy oscuro, es casi como si lo hubiesen pintado con rotulador. Parece reciente, el suelo que está justo debajo está cubierto por una fina capa de arena ¿Acaso acaba de hacerse esta grieta ahora mismo? Pero, no recuerdo haber notado ningún temblor ¿Cuándo se ha roto?

—¿Una grieta? —dice Galy— ¿Y estás segura de que no estaba antes ahí?

—A ver, en este momento estoy segura de muy pocas cosas ¿Vale? pero esta es una de ellas.

Meto el dedo en la grieta y noto que la atravieso. Es más profunda de lo que me esperaba. Eso me asusta y saco el dedo de inmediato. La grieta, quizás por mi culpa, se ensancha y se ramifica como un relámpago, resquebrajando la pared e incluso parte del ventanal, como si estuviesen construidos con el mismo material.

—¿Qué coño?

Los fragmentos que deja la grieta caen a mis pies y no producen ruido al llegar a las baldosas, donde se convierten en algo parecido a la arena que ya recubría antes esa zona del suelo. El hueco que dejan en la grieta es tan oscuro que parece incluso absorber la luz que la rodea. Me aterra la idea de volver a meter el dedo ahí, incluso de mirarla directamente.

—La grieta ha crecido, Galy —digo mientras retrocedo— ¿Qué hago?

—Si la cafetería en la que te encuentras, tu proyección, se está resquebrajando, Lena, es posible que tu mente esté empezando a debilitarse.

—Eso no suena bien.

—Te mueres, Lena.

—Joder ¿No hay otro recuerdo al que pueda ir? ¿Y si me pongo a tocarlo todo hasta que dé con un recuerdo?

—No te lo recomiendo —me dice muy serio—. No todos los recuerdos te acercarán a la verdad y es posible que algunos te atrapen por más tiempo que otros... o aceleren el deterioro de este lugar, o sea, de tu mente. Aquí cada minuto cuenta, Lena. Elige bien el recuerdo y la emoción que te provoca. Busca un recuerdo fuerte.

Miro a mi alrededor y mis ojos se posan en la radio que hay sobre la barra. Me acerco a ella y la toco con decisión. No pasa nada. Me decepciona y me frustra, pero me permito acariciar su silueta. Hacerlo me provoca una involuntaria sonrisa.

—Pareces contenta —comenta Galy.

—Sí, es que, a ver... este es el radiocasete de mamá —contesto sin mirarlo.

—Entiendo.

Movida por la costumbre, pulso el botón para abrir el compartimento superior, aquel en el que se introducen los discos. Sólo escuchar el sonido del resorte ya me trae muchos recuerdos, pero no me permito perderme en ellos porque descubro algo que capta toda mi atención: El disco que hay dentro. Lo reconozco de inmediato y me vuelvo a sonreír de oreja a oreja.

—Sé qué es esto —digo, y miro a Galy. Sus ojos dorados se clavan en mí. Creo que he superado el terror de tener un lagarto de dos metros a mi espalda, porque ya ni tan siquiera me sobresalto al verlo.

Galy se acerca un poco y mira por encima de mi hombro. Sé que no puede ver nada en realidad, pero me parece tierno, porque seguro que hace el esfuerzo de imaginarse las cosas que señalo.

—Es el disco que me regaló Guillermo —le cuento—. No sé cuándo me lo regaló, pero sé que es suyo.

—De modo que es algo especial.

Asiento. Trato de sacarlo, y, tan pronto como lo toco, algo tira de mí hacia algún punto de la habitación.

Quiero vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora