Sexto latido

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Domingo, 27 de octubre.

Querido Beat,

El próximo lunes se lanzará el artículo sobre el baile de Halloween, y debo decirte que los chicos hicieron un trabajo espléndido. Son increíbles en redacción, edición, diseño y publicidad. Estoy segura de que la mayoría —si no todos—, de los estudiantes de la secundaria asistirán a esa fiesta.

En otro orden de cosas, esta mañana papá nos dio dinero para que Lacey y yo fuéramos a por helados. Me pareció extraño que mamá también estuviera de acuerdo. Ambos lucían bastante relajados e incluso nos sonrieron. Por primera vez en mucho tiempo, parecían genuinamente felices, y ese sentimiento se volvió contagioso. ¿Podríamos superarlo y dejar todo lo malo atrás? Era algo increíble de creer.

Dado que el ambiente en casa durante las últimas semanas ha sido exclusivamente tranquilo, sin peleas ni gritos, me planteé la posibilidad de que las cosas entre ellos pudieran mejorar. Quizás se dieron cuenta, después de pronunciar la palabra "divorcio", de que estaban llevando las cosas muy rápido y terriblemente mal.

Aprovechando la tarde y el buen clima, Lacey y yo decidimos salir al parque más cercano en compañía de Tommy, pensando que la caminata le sentaría bien a pesar de su avanzada edad, ya que nuestro peludo amigo últimamente tan solo se la pasa durmiendo...


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—¿Crees que se van a perdonar? —preguntó Lacey mientras le daba otra mordida a su cono de vainilla y chocolate. Tenía la cara manchada. No era para nada cuidadosa, pero nos olvidamos las servilletas, así que decidí dejarla disfrutar de este pequeño momento. Por otro lado... ¿Perdonar?, me pregunté si de eso se trataba todo. 

¿Se podían pedir disculpas y simplemente pasar la página? 

—Creo que cualquier cosa podría ser posible —contesté, recordando que era aquello que no pude decirle a Ezra en la que fue nuestra primera reunión en la biblioteca días atrás, pero que ahora podría ser muy bien empleado con respecto a la gran duda de mi hermanita.

Dado que Tommy de repente se lanzó al suelo, sin ganas de seguir caminando, tomamos la decisión de sentarnos en el pasto, y después de acabar con nuestros helados, recostadas jugamos a buscar formas irregulares entre las nubes.

Minutos más tarde, una voz conocida gritó: ¡Chips!, y ambas nos sentamos, Lacey más por imitación que por haberse percatado del pequeño bulldog que de pronto se lanzó para lamerle la cara con residuos de dulce.

—Lo lamento. —Ezra se acercó a trote y se detuvo con las manos en las rodillas. Estaba agitadísimo—. De repente echó a correr. No sabía que tenías un poodle —dijo al percatarse de Tommy.

—Sí, su nombre es Tommy —dije un poco nerviosa mientras inconscientemente acariciaba la cabeza de mi pequeño compañero. Tommy abrió los ojos durante unos segundos y volvió a dormir. Contrario al cachorro de Ezra, que seguía babeando el rostro de mi hermana, el nuestro era una bola pequeña de pelos blancos, veterano y sin muchas energías.

El deseo de Navidad ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora