Alex
—Oh, hola mam...
—¡¡¡ALEXANDRA DIANE BLAKE DÍAZ!!!
Casi se me resbala el pequeño aparato de las manos debido al grito que emitió mi mamá y retumbó en mis oídos. Erika abrió los ojos como platos y se tapó la boca con las manos para no soltar una risotada.
—Cállate —le dije, susurrando.
—¡¿Me estás escuchando?! —chilló mi madre.
—Sí mamita linda de mi corazón hermos...
—No me vengas con huevadas Diane —replica usando su jerga ecuatoriana.
Ya te llevó la que te trajo.
—Pero...
—Como un mes sin reportarte. ¡Un mes!
—Pero mamá, solo han sido dos sema...
—¡No me interrumpas! —reclama ella.
—Per...
—¡No! Déjame hablar. He estado preocupada esperando tu llamada o mínimo un mensaje para decirme que estás bien, estás viva o contarme algún chisme —hace una pausa para respirar—. Mi amor, en cuatro días cumples veinticinco años.
¿Qué tiene que ver mi cumpleaños? No lo sé.
—¡Dígale que le cuente sobre el chico que le gusta, señora Charlotte! —grita la cotilla de Erika.
—¡Cállate! —le doy varios golpes con los nudillos en la cabeza.
—¿De qué habla Erika? Por cierto, dile que Eleanor le manda saludos y que hable más seguido con ella. Ustedes son tal para cual: no hablan con sus madres por meses —habla mi mamá.
—No nada mamá, solo una tontería —hablo con un tono meloso y dulce mientras le lanzo una mirada furiosa a Erika—. Ya le comunico lo que me dijiste —trato de cambiar el tema sin mucho éxito.
—Alexandra Diane, que te he parido culicagada, ¿acaso crees que no sé cuando mientes? —ahora la jerga colombiana. Maldita sea.
Si me hubieran dicho que iba a tener una madre psiquiatra de nacionalidad colombo-ecuatoriana, habría dejado pasar al otro espermatozoide con mucho gusto, no se imaginan las regañinas que tuve de chiquita, el ser psico-analizada y los insultos que aprendí de mi abuelo ecuatoriano y mi abuela colombiana. Murmullo un "que pendejada" a regañadientes y en voz baja, por suerte ella no me escuchó porque sería otro regaño en la lista.
—Mami, no es nada. Es que Erika es una mentirosa, cizañosa y metiche que le encanta ver el mundo arder —la aludida suelta un grito ahogado de indignación.
—Alexa...
—Está bien —suelto un bufido—. No me gusta nadie, es solo un chico con el que choqué dos semanas después de empezar este semestre, justo tres días después de hablar contigo.
Ni me había fijado de que estaba caminando por toda la pequeña sala de estar. Eri está tratando de seguirme el ritmo y mantenerse cerca para escuchar lo que me responde mi mamá a través del teléfono, incluso silenció el televisor. Le doy una colleja y ella frunce el ceño pero sigue de chismosa.
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¿Será casualidad?
Teen Fiction¿Qué es lo peor que le podría pasar a la universitaria menudita y ansiosa de Alex, aspirante a cirujana sin decidir aún una especialidad? Que en su penúltimo año de universidad, aparezca un chico nuevo que fue trasladado, con el cual tropieza por to...