Alex
—¿Ahora ya vas a hablar? —se cruza de brazos con una ceja enarcada.
Erika casi echa abajo mi puerta a punta de golpes desde que abrió los ojos. Tanto así que me despertó, lo cual es casi imposible, y —mandando al caño esa voz de mi conciencia que me decía que no lo haga— le abrí. Entró hecha una furia a exigir el motivo por el cual me encerré en mi cuarto si habíamos quedado en elegir los disfraces para la fiesta de Halloween y también por qué no le dirijo la palabra. Eso fue el lunes y hoy es jueves.
Si, han pasado dos días —casi tres— desde que fui a dejarle comida a Derek y hablé por teléfono con mi madre. Dos días que no hablo con Erika porque el mensaje que me mandó mi madre me hizo cabrear y no quería desquitarme con Eri; no le expliqué la razón de mi mutismo y ese fue el problema. El incómodo silencio que había en el auto cuando íbamos de camino a la facultad fue asfixiante.
—Ya te hablé al preguntar el porqué casi tumbas la puerta de mi cuarto, no sé qué más quieres —hablo con desdén y aún adormilada.
—Sabes a qué me refiero, no finjas. ¿Qué te pasa? Sabes que puedes hablar conmigo —da un paso hacia mi dirección y deja caer sus brazos a los costados de su cuerpo.
—No quiero hablar ahora, Erika. No estoy de humor —escupo sin delicadeza mientras me froto los ojos con el dorso de la mano.
—Cuando es sobre sentimientos nunca estás de humor —sisea pero se percata en lo que dijo y abre los ojos exageradamente—. Perdón, no quise decir eso. Maldición, es que...
Me dolió, eso si se los aseguro. No soy buena hablando de los sentimientos, lo cuál es irónico ya que vivo diciendo que lo fundamental para entablar cualquier relación sea amistosa o romántica, es la comunicación. Lo sé, suena algo irónico pero he estado en terapia por eso y Erika lo sabe. Eso es lo que duele, pero no responderé a ello.
—Déjalo así, cortemos ese tema. Anda a vestirte para ir a la universidad, hoy entramos más tarde así que tenemos tiempo para desayunar —digo sin una pizca de cualquier emoción en mi voz.
Veo que si está realmente arrepentida, abre la boca para decir algo más pero las palabras se quedan atascadas en su garganta y solo se marcha cabizbaja cerrando la puerta a su paso. Me doy una reprimenda mental por ser tan insensible para cosas en que no lo amerita y más cuando se trata de Erika. Debo hablar con ella pero no sé cómo, eso es lo que me enfurece: no saber cómo expresarme.
Creo que debemos volver con Bonnie.
—No, no lo haré. Estoy bien, estoy bien —susurro para convencerme y respiro profundo.
Me levanto de la cama muy lento y suelto un bostezo, tengo demasiadas cosas en mi cabeza en este momento y no he dormido muy bien. ¿Qué me pasa? Pues que mi padre piensa que ando derrochando el dinero que me manda mensualmente y que este mes no lo hará; no piensa disculparse y según mi madre él dijo que siga esperando sentada. Es un idiota, hombre tenía que ser.
"Es tu padre, Alex" me dijo mi madre en un mensaje. "¿Y? Eso nada tiene que ver" le respondí. No me respondió después de eso. He estado buscando trabajo y encontré uno en una cafetería, se supone que debo empezar desde la próxima semana. Mi mamá me felicitó y dijo que va a seguir hablando con mi padre pero yo sé que será inútil, me tocará esperar hasta que se le pase el enfado tan absurdo que tiene.
Salgo de mi habitación y veo que la puerta del baño está cerrada y suena música proveniente de allí. Probablemente Erika está haciéndose su rutina de skincare en este instante, aprovecho el que esté encerrada para hacerle el desayuno como forma de disculpa, ojalá no queme la cocina. Me escabullo de forma sigilosa para buscar todo lo que necesito en las gavetas y en la nevera.
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¿Será casualidad?
Novela Juvenil¿Qué es lo peor que le podría pasar a la universitaria menudita y ansiosa de Alex, aspirante a cirujana sin decidir aún una especialidad? Que en su penúltimo año de universidad, aparezca un chico nuevo que fue trasladado, con el cual tropieza por to...