Capítulo 10

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Derek

No podía dejar de mirarla completamente absorto, se veía tan hermosa.

Solo cargaba una camiseta ancha de Nirvana color negro, unos pantalones gastados y rotos que le quedaban sueltos al cuerpo, una sudadera blanca debajo para mostrar el estampado y tolerar el frío otoñal, zapatillas Vans negras y el cabello recogido en un intento de coleta en la que se escapaban mechitas azules y negras. Aún así se veía bellísima, parecía vagabunda pero era una muy linda. Sobre todo su traserito que sobresalía levemente curveado de los pantalones.

Eso, más romántico y mueres.

Pareciera que nunca se quita sus pulseras porque siempre la veo con ellas, logro diferenciar unas iniciales y tejidos multicolor hechos con mucho esmero en sus muñecas que también he visto que usa su amiga Erika; los anillos bohemios también parecieran parte de ella. Me fascina.

—Deja de verme con esos ojos... —noto que se remueve nerviosa.

—¿Cuáles ojos? —murmuro sin dejar de observarla embobado.

—Con ojos de enamorado.

—Oh.

—Que discreto.

—Es que... eres muy fácil de admirar.

—¿Qué? —arruga la nariz con extrañeza y sus labios se hacen chiquitos.

Maldición...

—Para mí no pasas desapercibida. Si poso mis ojos en ti no puedo dejar de verte, es como si me hipnotizaras y pienso: "wow, tengo que conocerla."

—Pues arráncate los ojos y listo —farfulla de mala gana.

—Que linda, te halago y respondes con tu delicadeza tan característica y mordaz.

—¡Yo si soy delicada! Solo que no me conoces lo suficiente para saberlo. Además, ¿qué clase de halago es ese? Porque no sonó como uno.

—Si que eres delicada y amigable... como un cactus.

Care...

—Y lo que dije si sonó como un halago. Solo que eres tan lenta que ni te percatas que te estoy halagando en forma de coqueteo.

Se quedó callada y su cara se puso colorada.

La dejé sin palabras y con las mejillas sonrojadas.

Satisfacción pura.

—¡No me veas! —quejumbra.

—Deja de ser tan guapa —me encojo de hombros de forma imperturbable.

—Cállate, cierra la jeta. No quiero escuchar salir ninguna otra idiotez de tu estúpida boca.

—Pues me gusta el rosa en tu adorable rostro y si se intensifica por las idioteces que salen de mi boca estaré aún más motivado.

Ni me había percatado de que habíamos salido del elevador y estábamos frente a la puerta de su departamento, recuerdo la sorpresa que me había confiado Erika así que decido dejarla terminar este tan satisfactorio encuentro con toda la mala gana del mundo. Ojalá Floyd no esté en el departamento porque empezará a interrogarme.

—Yo no soy adorable, imbécil —refunfuña sin dejar pasar la oportunidad de discutir.

—Pitufo adorable —río.

—Te odio —esta vez trata de ocultar su sonrisa con un mohín de enojo.

—Yo te odio más.

¿Será casualidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora