Capítulo 6

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Alex

—Es un hijo de su grandísima madre, ojalá lo muerda un perro al desgraciado ese —refunfuñé por lo bajo tratando de medirme con los insultos por las personas que estaban cerca y cerré los puños con fuerza.

Dos clases, dos malditas clases seguidas con él en las cuales no he podido contestar ninguna pregunta porque me interrumpe al querer hablar, lo único que puedo hacer es matarlo con la mirada e imaginar un millón de formas para torturarlo y otorgarle una muerte lenta y dolorosa. No bastaba el que fuera lunes.

El peor día de toda mi malnacida existencia.

Siento una mano deslizándose por mi pierna y me sobresalto, veo que es Erika tratando de tranquilizarme y boto todo el aire que he contenido en mis pulmones de forma inconsciente, cierro los ojos e inclino la cabeza hacia atrás. Me duelen las sienes por andar braveando tanto a causa de este pedazo de aborto mal realizado. El tema que está exponiendo el profesor Nolan con diapositivas ya lo he leído así que he dejado de escuchar hace unos instantes, solo veía fijamente a las imágenes de válvulas coronarias y sistemas nerviosos.

—Respira, piensa en cosas felices como tulipanes y libros —susurra Eri con voz dulce. Un gruñido de fastidio es lo único que emito.

—Lo único que pienso es en quebrarle la tráquea con mis propias manos —susurro con odio.

—No recordaba lo competitiva que eres.

—Porque nadie es mejor que yo en este lugar.

Tan humilde como siempre.

—Alex, deja de decir esas cosas, me hacen sentir mal —me reprocha.

Abro los ojos solo para ponerle mala cara pero echa un vistazo a algo detrás mío. Bueno, alguien. Sé quién es pero no me atrevo a girar. Mi mente comienza a disociar, creo que Erika me está hablando pero no logro escucharla.

No he llamado a mamá, probablemente me vaya a regañar cuando lo haga o ella me llamará a gritos exagerando todo y hablando con su acento latino. Hoy es el día en el que mi querida rubia se va a teñir el cabello; oh no, el sábado ya es la fiesta de Halloween.

Y el viernes es mi cumpleaños, que pesadilla.

Escucho el timbre que anuncia el descanso y espero a que él se ponga de pie y trate de salir para acorralarlo. Erika sabe lo que voy a hacer y trata de sujetarme de la muñeca pero logro anticipar su acción y, de un brinco, estoy dirigiéndome hasta donde él se localiza como una asesina en serie, el chico escucha mis pisadas firmes y gira su rostro hacia mi dirección. Lo veo fijamente y lo agarro de la camiseta hasta chocar su espalda contra la pared con toda la fuerza que tengo.

—Tú —sentencio.

Su cara es de confusión y sorpresa en su máxima expresión.

—¿Pero qué carajos?... —va a replicar pero me pongo de puntillas y le tapo la boca.

—No sé a qué estás jugando, niño bonito, pero tú no vas a venir aquí a robarme el reflector y quedar como la estrella. ¿Me oyes bien? La que manda en este lugar soy yo, mi amor. La mejor soy yo y no voy a permitir que tú vengas con tus aires de superioridad a dejarme en una posición desventajosa y vergonzosa —cada que hablo lo empujo haciendo que se golpee con fuerza.

¿Será casualidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora