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Mi puente aéreo con destino a Madrid salió veinte minutos tarde, lo cual, aun siendo habitual, era como para respirar aliviado después de los últimos retrasos de hasta dos horas de la semana aanterior. Me colé en el avión de los primeros, ocupe una butaca de ventanillas, y repase mis notas así como mi plan de acción durante los próximos días. Allí estaba ya prácticamente todo, a quien debía ver y en que orden, que me interesaba y la menera de enfocarlo. Había conseguido resumir artículos, documentación y datos a cerca de Vania, Jess y Cyrille hasta el punto de que lo llebava todo encima, en una carpeta. El articulo no solo debía centrarse en Vania. Sus dos amigas habían sido parte de la misma historia. Había sido  su muerte el detonante a que Vania dijera basta. Y el reportaje que debía hablar de esa muertes, de unas chicas jóvenes, ricas, famosas y deseadas que habían muerto en la cumbre, justo aquello por lo que habían luchado siempre.

Eso representaría hablar de muchos temas, del mundo de la moda, del de las top models, de drogas, de anorexias y bulimias, del éxito y del fracaso,  de las fans, de los referentes sociales, de por que los mitos se crean y se destruyen y de por que influyen tanto en la gente.

Todo estaba en mis notas, mi equipaje de mano en los siguientes días, mientras durase la investigación.

Era el trabajo del dia anterior. Y no había sido fácil concentrarse.

Sofía revoloteaba de vez en cuando por entre mis pensamientos.

Vivía a salto de mata, tenia mas problemas que no quiso contarme todavía, luchaba por mantener el equilibrio en un universo donde eso es muy difícil. Tenía corazón, voluntad, y era joven, pero no tonta. Me pareció casi desesperada, llena de rabia, como si el mundo le hubiese prometido algo que después le robo, le escamoteo sacándole la lengua. Muchas personas son totalmente incapaces de romper los espejos en donde se miran y de los que se quedan enganchadas.

Romper los espejos.

Me sumergí en el repaso de todo aquello, para memorizarlo una vez más, y el vuelo de cincuenta minutos se me paso volando, y nunca mejor dicho. El avión aterrizo en Barajas a las doce y cinco de la mañana. No llevaba equipaje, así que Salí, me metí en un taxi y le di la dirección de Vicente Molins.

El hombre que, ya con cuarenta años, había seducido a la madre de Vania y la había embrazado.

Todos los hijos ilegales que se hicieron famosos, y piensso que también los que no se hicieron famosos, por propia inercia humana, en un momento u otro buscaron a ese hombre que un dia hizo lo justo, lo minimo para darles vida, aunque después les diera la espalda. Vicente Molins estaba retirado. Los datos que me consiguio Carmina acerca de el no  eran muy abundantes. Vivía en un céntrico piso de Velazquez, y poco mas. En su vida real, fuer ade los lios amorosos con Mercedes Cadafalch y, tal vez, otras, estaba casado y tenia dos hijos. Los dos anteriores al nacimiento de Vania. Muy anteriores.

No tuve que hacerme demasiadas preguntas hacerca de quien era la mujer que me abrió la puerta. Superaba las siete décadas, asi que con mis datos, era Asuncion Balaguer, la esposa de mi objetivo. Le pregunte por su marido y me dijo que no se encontraba muy bien de salud. Le dije que había venido desde Barcelona para verle, y eso le hizo ablandarse. Pero cuando me pregunto el motivo de mi interés, no le conte la verdad. Hable de un viejo negocio. Se extraño: pero como buena esposa y madre de las de antes, ya no hizo mas preguntas. Lo suyo era estar ahí. Ni el escándalo de la paternidad de Vania había hecho que dejara a su conyuge.

Pase a una sala muy noble. Todo el piso respiraba la misma nobleza. Vicente Molins era un industrial catalán que había hecho fortuna en la España de Franco y se había quedado a vivir en la capital del reino. Algo de lo mas normal. Los hijos, si nacieron allí, probablemente habrían provocado que los padres no se volvieran a su lugar de origen. Negocios, nietos, la vida ya hecha.

fil fillesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora