CRÓNICAS DE LOS DIOSES MUERTOS

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Los primeros ocho crearon el mundo.

Mucho se ha especulado sobre el origen del mundo. Hay quienes dicen que el mundo es una constante y que, por tanto, nunca tuvo principio ni conocerá un final. Otros afirman que el mundo era una tierra llena de gigantes y titanes y otros afirman que, antes del mundo, solo había caos y desorden.

Sin embargo, todos los eruditos concuerdan en una cosa. Los primeros ocho dioses, crearon el mundo, al menos, el mundo tal y como lo conocemos.

Primero llegaron Élet y Hálal, los dioses gemelos que, desde el trono bilateral de los dioses máximos, reinarían sobre mortales e inmortales. El primero; el varón Élet, dios de la vida y el orden, creó a los árboles, los insectos, las aves, las flores, los peces, las bestias salvajes y a los nuevos hombres, a los que dotó de consciencia y sabiduría.

Mientras que su hermana, la impertérrita Hálal; diosa de la muerte y el caos, se encargó de que cada una de las creaciones de su hermano encontrase, en algún momento, su final.

Luego llegaron los otros dioses.


Primero fue el inamovible Shizen; dios de la tierra. Quien creó el suelo firme, las montañas y las tierras fértiles.

La imparable Nimbus, diosa del viento, creó el aire, los vientos, las nubes y el cielo que éstas recorren día con día.

El bravo y temperamental Voinik concedió a las criaturas vivas el hambre, la ambición y el espíritu de lucha, mientras que la astuta Kuwinda los dividió entre cazadores y presas.

Así Voinik se convirtió en el primer dios guerrero y Kuwinda en la primera diosa de la caza.

Los últimos fuimos ella y yo.

Luego de Voinik y Kuwinda vino Freuerer; el poderoso, orgulloso y altivo Freuerer, el Arrasador. Quien creó el fuego, los volcanes y las cenizas, y fue además el primer inmortal en apartarse y crear su propio reino lejos de la tutela de los dioses máximos convirtiéndose así en el primer dios y rey de los hijos del fuego.

Y finalmente vino la eterna Demersi; la "mater mare" de todos los hijos del mar. Demersi, la madre de la inmensidad, creó las aguas del mar, la sal de las profundidades, las algas, las soleadas costas y las profundas fosas, que reclamó como su inmortal imperio.

Así nació Thalassía.

Así nació mi imperio.

Así, con los dioses máximos a la cabeza, los ocho reinaron por mucho tiempo hasta que llegó el día en que, no se sabe aún por capricho de que o quien, los dioses comenzaron a morir.

Una y otra vez los dioses trataron de evadir a la muerte y, tras mucho fracasar, supieron que esta era inevitable. Fue así que, para poder salvarse de la inexistencia, el brillante Élet y la oscura Hálal su hermana crearon el ciclo de reencarnación.

Y fue entonces que el mundo por fin estuvo listo y terminado.

Desde entonces el destino de los ocho siempre fue el mismo.

Tras seis siglos de larga vida el destino de los ocho fue morir todos ellos un mismo día, solo para renacer como personas nuevas y gobernar a su pueblo.

Sin recuerdo alguno de sus vidas previas, pero con un enorme poder, superior al de cualquier hombre o mujer, que se haría manifiesto un día.

En mi juventud pensé que mi destino era ser el segundo hijo de un honorable oficial del imperio de Thalassía, sin embargo, la noche en que los hijos del fuego y su inmortal gobernante arremetieron contra Cresta de Alga, ese día me alcanzó. Revelando que me esperaba un destino mucho más glorioso, y duro, del que hube esperando.

Ese día la marca de divinidad; el Kraken que adornó cual tatuaje las espaldas de todos los dioses de los mares, desde la inmensa Demersi «Mater mare» hasta el «Barba Salada» Vathós, apareció sobre mi espalda y, desde ese día, ya no fui el segundo heredero de un clan menor sino el dios emperador del Imperio Inmortal Marino de Thalassía.

Y entendí que el arrasador Freuerer; el dios de los hijos del fuego, me esperaría como enemigo en una nueva forma. Pasarían años antes de que tuviera oportunidad de verlo y reencontrarme con él, pero nuestro encuentro era inevitable.

Era nuestro destino. Durante al menos veinte encarnaciones ese fue nuestro único destino, el de ambos, enfrentarnos en cada encarnación. Sin alternativas.

Como si alguien más allá de los dioses hubiera escrito este destino para nosotros...

"De la naturaleza de los Inmortales" por Magnus Aequor Skylos.

Dios Emperador de Thalassía.

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

SOBERANA DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora