Segunda sesión: Justificarse

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Louis no pudo parar de pensar en Harry durante toda la semana. Una parte de él le decía que debía sólo ignorarlo y seguir con su vida, como lo había hecho tantas veces antes. Estuvo inclusive a punto de cancelar la sesión. Tenía realmente otras cosas por las que preocuparse: debía leer al menos cinco novelas breves esta semana para hacer la presentación al superior, todavía tenía cosas en casa de Jesse que debía ir a buscar, la deuda en su tarjeta de crédito seguía aumentando y aunque lo detestara era probable que debiera trabajar en el bar de su padre al menos algunas noches cada semana para acomodarse un poco.

Realmente lo hubiese hecho si tuviera la garantía de que bastaría para olvidar a Harry de una vez por todas. Una de las novelas que estaba leyendo para su presentación hablaba de lo inconcluso. La novela no era particularmente buena, demasiado rebuscada y con personajes simples y poco construidos, pero había dejado una marca en Louis cuando leyó la frase que decía un niñato de secundaria demasiado sabio para su edad: el destino no es otra cosa que el deseo de concluirlo todo.

Jesse le había dicho al teléfono unos días después de su sesión de terapia que se merecían un encuentro para darle cierre a todo y Louis no había podido evitar pensar que, si tan solo Harry le hubiese dicho eso unos años atrás, él no estaría hablando con su hasta hace poco novia y pensando en él. Entonces, había sentido culpa. Entonces había decidido que debía resolver esa cuestión de una vez y para siempre.

La noche anterior a la segunda sesión se sentó en su cama con un termo de café, un porro, un cuaderno y un lápiz. Nunca había sido bueno para escribir, pese a lo mucho que le gustaba leer. Su carrera de editor había sido casi accidental, y como la mayoría los eventos de los últimos años de Louis, caótica y mágicamente influido por Harry. Primero fue un club de lectura, luego un taller de escritura, un curso de ghost-writing para ganar dinero y luego una serie de trabajos mal pagos que lo habían llevado a donde estaba ahora. Harry lo había unido al club de lectura, porque decía que si gastara las energías que ocupaba en victimizarse en darse cuenta de que los mismos dolores y los mismos errores atravesaban a otras personas, podría encontrar la humildad y la fuerza para salir adelante. Eso último no había ocurrido, pero Louis había entendido un poco más a Harry y el motivo de su incesante y casi obsesiva dedicación a la lectura.

A Louis no le gustaba escribir, pero esa noche tenía un cuaderno y un lápiz en su mano. El ruido de la pensión lo distraía un poco y la hoja en blanco era tan atemorizante como el cliché de todas las novelas malas que había leído ese año. Así y todo, tomo el lápiz y empezó a escribir. Nada ordenado, solo un punteo de sus recuerdos, que volvían siempre en magníficamente claros pantallazos, pero inconexos, disociados del tiempo.

Louis recordaba: 

Ver a Harry leyendo en el patio sin conocerlo; 

estar con Harry y Niall fumando en el descanso; 

invitarlo a salir; 

hablar de The 1975; 

 escuchar sobre su cita de Tinder que había salido mal; 

cantar en el auto unos meses antes de venderlo la discografía entera de Taylor Swift para seguirle el ritmo a Niall, inmiscuir Somebody Else en la playlist; 

una fiesta en la casa de Liam que salió bien; 

otras fiestas en otras casas, ir a bares, al parque; 

volver cada noche de fiesta sin coleta, la vez que Jesse le dijo que debería cortarse el cabello, el nudo en la panza que sintió mientras decía que le gustaba tenerlo largo, así; 

las preguntas sobre el miedo, sobre la culpa, la fiesta en casa de Liam que salió mal, la escalera, tomar a Harry fuerte del brazo, la conversación que no recordaba pero Harry sí;

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⏰ Última actualización: Jan 09 ⏰

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Seis meses - Larry AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora