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—Dioses, odio estas guerras y campañas y tomas de control hostiles, ―dijo Taeyong.
―De repente, hay un nuevo jefe en la ciudad con nuevas reglas y un nuevo grupo de soldados idiotas que piensan que merecen descuentos en su burdel favorito.

―Yo no sé nada de eso, ― dijo en voz baja Jaemin.
―Mientras no nos violen o nos saqueen o roben nuestras ganancias, creo que estaremos bien.

Tae entrecerró los ojos hacia él.
―A veces no sé decir si eres un optimista o un fatalista.

―Soy un realista.
Na Jaemin o Nana como le decían en el burdel, ajustó su larga camisa transparente moviéndola por lo que ondeó sobre él agradablemente, de alguna manera ocultaba y revelaba la esbeltez de su figura y el color rosado de sus pezones.
―¿Cómo me veo?

―Como una de esas cosas delicadas de sushi en el Mercado de Extranjeros... Comestible.

―Todo parece comestible para ti, Taeyong.

―Eh, ¿qué se puede hacer? Nunca gano lo suficiente para alimentarme tanto como me gustaría. Es la maldición de un sirviente pobre.

―Los dos sabemos que eres mucho más que eso.

Tae inclinó la cabeza.
―¿De verdad?

―Nana.

Karina apareció en la puerta, vestida con una bata de seda aferrándose a ella y su pelo brillante con perlas ensartadas.
―Ya están aquí.

―Bueno, joder,― dijo Tae.

Karina se rió.
―Esa es la cuestión.


****


"Ellos" eran los recientemente victoriosos señores de la guerra, Jeong Jaehyun, y sus dos hombres de confianza, Jeno y Johnny.
Los tres eran famosos porque habían estado en una larga campaña de seis meses. Jaehyun había librado una guerra con los Kim, que apenas habían sido expulsados como los gobernantes de Havisham. Las murallas de la ciudad finalmente habían sido violadas; meses de guerra llegaron a su fin.

El rey ha muerto, larga vida al rey, etcétera, etcétera.

Todo el mundo conocía la historia sobre los Jeong (como Havisham había sido de ellos hacía una década, y la forma en que fueron expulsados por los Kim) que todos habían estado esperando que Jaehyun consiguiera su ejército y recuperara la ciudad.
No era técnicamente una sorpresa que finalmente ganara. Pero eso no significaba que la gente estuviera feliz por ello. Sobre todo, las personas más indefensas al final del espectro, gente como los cortesanos del Barrio del Placer.

Claro, Kim Joong había sido un hijo de put* en su día, pero había sido un bastardo predecible. Él y su corte corrupta habían exigido una suma considerable de dinero del Barrio del Placer y de todos los otros negocios de la ciudad, dando favores a cambio, como una relajación de las normas, eso no era bueno para los prostíbulos o el público en general.

Era, sin embargo, bueno para la gente a cargo. Todo era sucio en extremo, pero era lo que todos esperaban. Al menos no había mucha violencia abierta involucrada, aunque los que no pagaban las cuotas de Joong tendían a desaparecer misteriosamente en la noche.

Ahora con Joong muerto y los otros Kim expulsados, quién sabía cómo sería el nuevo gobernante. ¿Sería Jeong Jaehyun brutal como su reputación sugería? ¿Exigiría que la gente infortunada pagara aún más dinero? ¿O simplemente no daría una mie**a acerca de lo que la gente común hiciera?

Bueno, al menos él daba una mie**a por conseguir su parte de orgasmos.
Eso, reflexionaba Taeyong, era solo lo que se esperaba. Al menos eso se podía esperar de quien tenía el poder, y a Tae le gustaba tener cosas con que contar. Hacía parecer las cosas un poco más seguras en un mundo que no era cierto en absoluto.

La razón de que Tae pudiera decir que Jaehyun se preocupaba por sus orgasmos era porque éste estaba aquí en el Pabellón Peonía, recompensándose a sí mismo y a sus hombres con los mejores cortesanos en Havisham. Era prácticamente tradición por ahora (sin importar quién ganara el control de la ciudad, tenían que visitar el Pabellón primero). En los casi doscientos años que el Pabellón había estado en funcionamiento, cada vencedor de cada batalla había brindado por su victoria en el lugar. Era equivalente a declarar el control de Havisham. También equivalía a follar con estilo.

Jaehyun no parecía saber mucho sobre estilo sin embargo.
De lo que Taeyong podía ver de él desde detrás de una columna Dórica, Jaehyun era un armatoste de hombre de hombros anchos, una cicatriz acanalada bajaba por un costado de su cuello por lo demás su cara era hermosa, vestido con una coraza de cuero negro raspada y botas de montar igualmente desgastadas. Estaba reclinado en una rica pila de tapetes con una copa en la mano como cualquier otro lord, pero no había nada refinado acerca de él. Era todo bordes ásperos y disposición a la batalla.
El hecho de que tuviera una capa hecha de piel de lobo completaba la imagen de salvaje y apenas en control, y su cuerpo estaba enroscado y antinaturalmente tenso, como si estuviera en guardia contra cualquier posible ataque.

Ese no parecía ser el tipo de estado de ánimo para visitar un burdel.
Alguien podría terminar muerto con un cliente en un estado de ánimo así.

Taeyong se cernía ansiosamente sobre los bordes de la sala de bienvenida, perfumada y adornada con flores como estaba, porque se suponía que él era invisible.
Era el chico del servicio que se aseguraba de que el vino estuviera listo para que los cortesanos lo sirvieran a sus clientes y que la comida estuviera donde debería estar para ser mordisqueada provocativamente.
También era parte del sistema silencioso de seguridad del burdel. Si se daba cuenta de que algo sucedía que pudiera dañar a uno de los prostitutos, se suponía que él correría con San, su gigante guardia-agresivo-gorila, y llamarlo desde dónde estaba cuidando la entrada.

Tae realmente, realmente esperaba no tener que llamar a San. No esta noche. No cuando tendrían que expulsar al jodido gobernante de Havisham.
Jaehyun podía salirse con la suya haciendo lo que quisiera a cualquiera de los cortesanos. Cualquier cosa. Por la manera en que estaba tumbado como si fuera el dueño del lugar, debía saber que no lo podían echar.

Esto era por lo que a Tae no le gustan las personas importantes. A los clientes menos poderosos los podías echar si empezaban a mostrar una propensión a dejar moretones.
Sin embargo, ¿podías echar a tipos tan importantes como Jeong Jaehyun? La gente sólo tenía que llevarse su mie**a. Y a Taeyong no le gustaba ver a sus amigos recibir una paliza, ser violados, o recibir cualquier forma de trato brutal.

Jaehyun con sus feroces ojos, su cicatriz y la cara sin afeitar no se veía exactamente como un caballero.
Y que los dioses le ayudaran, si Jaehyun hacía cualquier cosa para lastimar a Jaemin, a Karina o a cualquiera de los otros cortesanos, Tae iba a envenenar su bebida.
Que la política y el poder se condenaran. Porque él conocía una hierba o dos.

Sooman, el médico que venía por el Pabellón para tratar a los cortesanos, le enseñó.
Taeyong estaba jodidamente seguro de usar ese conocimiento si Jaehyun siquiera daba un paso fuera de...

―¡Whoa!

Taeyong exclamó cuando tropezó con una enredadera, y la siguiente cosa que supo, fue que había caído por detrás de la columna Dórica y aterrizó boca abajo en el regazo de Jaehyun.

Uh... ¿Ups?

―¡Lo siento!

Tae levantó sus manos rápidamente, saliendo del regazo del hombre (quien olía..., el cerebro de Tae suministró servicialmente, como a sangre y ceniza).

Al otro lado de la habitación, Jaemin dejó de verter el vino en el cáliz de un soldado fascinado que tenía que ser el joven Jeno mientras Karina fulminaba con la mirada a Taeyong desde al lado de su propio cliente, el más estoico era Johnny.
mie**a.
Taeyong había arruinado el rito de bienvenida. Se suponía que debía ir sin problemas, y luego los hombres tomaban a sus cortesanos elegidos y subían las escaleras, y...

―Tú,― dijo Jeong Jaehyun, con la voz tan oscura como el azufre.
― Tú lo harás.

―Hacer... ¿qué, señor?
Balbuceó Taeyong, entrando en pánico.
― Oh, ¿quiere un poco más de vino? Permítame...

―No, ― dijo Jaehyun.
―Te elijo a ti. Para el rito de bienvenida. Y lo que viene después.

Taeyong miró fijamente, congelado a mitad de sus pasos. La sala quedó en silencio, y Taeyong era muy consciente de todos los demás cortesanos boquiabiertos ante él.

― ¿Q-qué? ― dijo Taeyong.

―Este es un burdel, ¿no es así? Y tú trabajas en él.

―No así... quiero decir, señor, yo solo soy... yo...

Taeyong estrujó su túnica simple, nada como la malla dorada que Jungwoo lucía, o la fina seda transparente que Jaemin estaba usando como una segunda piel.

―Sólo limpio cosas. Y limpió cosas. Y sirvo cosas. Sólo soy un sirviente.

―Entonces sírveme.

Tae tragó. Nerviosamente.
mie**a.
Esto era peor que cualquier cosa que podría haber imaginado. Jaehyun no tenía sentido del estilo, después de todo. ¿Por qué si no iba a escoger a un jodido sirviente cuando había alguien como Jungwoo todavía sin elegir en el otro extremo de la habitación, languideciendo como una especie de dios del sexo en un diván de color crema? ¿Es que ninguno de los verdaderos cortesanos excitaba a Jaehyun? ¿Por qué no?

¿Y por qué Taeyong de todas las personas lo complacía?
Taeyong era solo... Taeyong. Descoordinado, desgarbado, sin pulir. Inexperto. Seriamente, sólo había conseguido follar, como dos veces en toda su vida. Una vez con una chica que lo chupo y luego con un repartidor lindo que lo folló en el establo, y aunque Nana vivía diciéndole lo hermoso y agraciado que era... él era solo Taeyong.
No era como si él fuera un experto en las "artes del amor" o como eran los otros cortesanos. No sabía cómo fingir una sonrisa, y mucho menos cómo fingir interés sexual.

Tae estaba absolutamente cagando esto. Y cuando lo hiciera, iba a arruinar al Pabellón por lo menos, si no se disponía que fuera reducido a cenizas literalmente por Jaehyun en una furia vengativa.

mie**a, mie**a, mie**a.

Pero también era una de las reglas del Pabellón nunca negar a un cliente su elección para una noche, y Taeyong era... la elección de Jaehyun para la noche.

Jaehyun sólo lo miró, eso enroscó la tensión en su cuerpo tomando otro sentido por completo, y Taeyong estaba seguro que iba a desmayarse.
De hecho, se sentía mareado.

―Estamos muy contentos de que encontrara a alguien de su agrado, señor,― dijo Karina desde el fondo.

Maldita sea.

― Tal vez
Ella le frunció una ceja a Taeyong, dando a entender firmemente que tenía que cooperar,
– ¿A Taeyong le gustaría que lo llevara a una sala privada?

Taeyong quería huir del circo, pero no dijo nada, porque no tendría sentido.

En su lugar, tragó, extendió su mano hacia Jaehyun... maldito Jeong, y lo condujo por las escaleras.


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Hola, les traigo otra adaptación, la historia original no me pertenece así que todos los créditos a su autora y traductora.

Espero que le den mucho apoyo a esta historia, siéntanse libres de preguntar cualquier duda que tengan.

EL PRECIO || JAEYONGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora