III

488 41 0
                                    

—Esto es ridículo,— dijo Taeyong cuando Karina envolvió la larga faja roja alrededor de su cintura y la sujetó, tomando uno de los alfileres que sostenía entre sus dientes para mantenerla en su lugar.

—Sí. — Jungwoo frunció el ceño.
—Realmente lo es. Hay algo obviamente mal con Jeong Jaehyun.

—Exactamente.
Taeyong asintió, después quiso pellizcarse para ver si todo esto era real, porque no había manera de que estuviera de acuerdo con Jungwoo, ¿verdad? Eso era aún más improbable que Taeyong terminando como el concubino de un señor de la guerra.
Está bien, tal vez no.

—Quiero decir, tenía jodidas manchas de grasa en mis pantalones cuando me escogió. Grasa. Manchas. ¿Cómo diablos es eso atractivo?

—¿Cómo nada de ti es atractivo?
Jungwoo saltó del sofá en el que había estado holgazaneando y se dirigió hacia la puerta.
—Como sea. Ya he tenido suficiente de ver a Taeyong transformarse.

—¡Jungwoo, vuelve!
Taeyong le llamó.
—¡Necesito tu comentario mordaz para ser consciente de todo!

Pero Jungwoo se había ido.

Taeyong suspiró.
—La primera vez en mi vida que estoy de acuerdo con él, y él ni siquiera puede molestarse en esperar para darle la razón.

—Silencio— dijo Karina, finalmente deshaciéndose de todos los alfileres debido a que habían sido utilizados para acomodar varios trozos de la túnica larga y sedosa de Taeyong.

Cambiar. Cosa. Dioses, él ni siquiera sabía lo que llevaba puesto. No había palabras en su vocabulario para lo que le estaba pasando.

—Entonces, ¿cómo estuvo Johnny?

Taeyong le preguntó desesperadamente, con el fin de ignorar el hecho de que estaba midiéndose un traje especial para cuando fuera al palacio. Esta noche. Hoy había estado sobreviviendo al ignorar dos cosas: el dolor en su culo y el conocimiento de que iba a ir al palacio.
Iría al palacio.

No, no pensaría en ello. Por ahora estaba dentro de las cuatro paredes de un burdel. ¿Qué decía acerca de él que pensara que era mejor estar aquí que estar caminando por los salones del poder? Era sólo... que no tenía cabida en los salones del poder, y su sentido común -sí, era tan común como él- decía que las personas que no pertenecían a ciertos lugares tendían a ser dolorosamente expulsados de esos lugares. Posiblemente con decapitaciones involucradas. O apuñalamientos en cornisas oscuras. Intoxicaciones en brillantes cálices.

No. Pensaría. En ello.

—¿Karina?
Se preguntó otra vez porque Karina fingía no escucharle.
—¿Cómo estuvo Johnny?

—Bien,— dijo ella brevemente, y Taeyong vio una sonrisa y sus mejillas teñidas de rosa.

—Guau. Así de bien, ¿eh?

—Dile a alguien sobre eso, y te apuñaló con mi aguja de costura.

Taeyong levantó las manos.
—Tu secreto está a salvo conmigo. Johnny aparentemente es un dios del sexo.

—No tuvimos sexo.

—¿Qué?
Taeyong parpadeó ante ella.

—Solo hablamos.

Hablaron. ¿Cómo... hablar?
—¿Eso no es un eufemismo para algún complicado acto sexual del que no sé, es eso?

Karina le dio un ligero empujón.
—No. Sólo quiere decir que es un caballero.

Sus labios se torcieron y sus ojos brillaron de la manera que lo hacían cuando iba a decir algo deliciosamente malicioso.

—Eso, es impotente.
Taeyong parpadeó un poco más.

—Los clientes impotentes son los mejores, —le confió en un susurro.
—Especialmente si son caballeros.

La boca de Taeyong se abrió y cerró. Una cosa era segura Jeong Jaehyun no era ni impotente ni un caballero. ¿Eso lo hacía el peor tipo de cliente entonces? ¿Lo hacía, no lo hacía?

Karina palmeó la mejilla de Taeyong. No era maternal o incluso una palmada fraternal, era más como una bofetada. Una bofetada muy suave, pero aún bofetada.

—Hemos terminado aquí. Tendré la ropa lista para el momento en que tengas que irte.

—No quiero irme. Tengo la extraña sensación de que no voy a volver.

—La mayoría de los cortesanos no desearían volver.

—Sí, bueno, no soy un cortesano.

Y no conocía a Jaehyun lo suficientemente bien; todavía no podía estar seguro de que no le haría daño o incluso no lo cedería a sus amigos.

Karina quitó la amenazante seda de sus hombros.

—Lo eres ahora.



****



Independientemente de lo que era o no era, Taeyong no se sentía cómodo en esta cosa que estaba usando.
Preferiría usar su túnica y pantalones, porque al menos así no tendría esta, extraña tela resbalosa deslizándose sobre sus extremidades con sensualidad y recordándole que él no era más que un objeto sexual.
¿Así era como todos los cortesanos se sentían? Porque se sentía como una mie**a.

Lejos de sentirse atesorado, Taeyong se sentía envuelto como un juguete especialmente frágil a la espera de los grasientos dedos codiciosos de su amo.
Era repugnante.
Aunque el sexo con Jaehyun no había sido repugnante. Sobre todo, había sido alucinante. Esa era otra cosa en la que Taeyong trataba de no pensar, porque le hacía ponerse más rojo que Karina, y le hacía necesitar pasar tiempo a solas con él mismo y su erección.
Para su sorpresa, Jaehyun no lo había herido aparte de ese dolor en el culo; había sido peor después del revolcón de Taeyong con el chico de los recados. Definitivamente Jaehyun había sido cuidadoso con la preparación. Había cuidado todo a pesar de ser -o aparentar ser- rudo, y Taeyong sólo podía esperar que siguiera siendo así, porque si no lo hacía, no había nada que pudiera hacer al respecto.
Nada estaba a punto de hacerle olvidar que Jaehyun tenía todo el poder aquí, y que cualquier amabilidad que éste le mostrara era sólo un capricho y podía ser retirada en cualquier momento.



****



El Ama Grant, la propietaria del Pabellón Peonía, se detuvo para verlo al anochecer después de la cena. Le dio un crítico vistazo y le dijo en términos inequívocos:

—Este es un gran éxito para nuestra casa, el que hayan elegido a uno de los nuestros como concubino del gobernante. Por lo tanto, vas a hacer todo lo que esté en tu poder para complacer a tu lord y amo, con el fin de no mancillar nuestro nombre. Si bien serás enviado de vuelta aquí una vez que cumplas tus deberes, te quedarás en el palacio, siempre y cuando se te requiera. Esto puede ser una sola noche o varias noches o más.

—¿Pero que si es un infierno ahí?
Taeyong logró decir más allá del nudo en la garganta.

—Incluso un infierno,— el Ama Grant dijo sagazmente, —puede ser soportado.

Y eso era tan útil como una pila de mie**a de caballo, pero un cierto sentido de auto conservación lo tenía inclinándose seriamente en respuesta con los brazos cruzados. Como un cortesano adecuado.

El Ama Grant pareció aprobarlo en esa manera de -todavía te podría azotar si me disgustas- y desapareció.
Diez minutos más tarde, un carruaje llegó por Taeyong.
Estaba pintado de negro y dorado y era una monstruosidad de cosa «un símbolo de riqueza tan superior que sólo un lord podría manejar. Incluso había un criado que mantenía la puerta abierta para él.»

—Oh, dioses,— dijo Taeyong, de repente sintiendo debilidad en las rodillas.
—No puedo hacer esto.

—Puedes hacerlo
Nana dijo desde detrás de Taeyong y luego lo rodeó para darle un abrazo.
—Estaremos aquí esperando por ti, todos nosotros. Hazlo bien.

—Basta, me asfixio,— dijo Taeyong, y ni siquiera estaba bromeando.

Karina sólo entornó los ojos y lo abrazó también, y para sorpresa de Taeyong incluso Jungwoo merodeaba por la puerta, mirándolo ceñudo.
Jungwoo no le daría un abrazo. En lugar de eso miró a Taeyong con su típica expresión desdeñosa, pero inclinó la cabeza en reconocimiento.

—Yo tenía razón
Taeyong dijo débilmente.
—El mundo se está acabando.

Y entonces él estaba empaquetado dentro del sofocante y excesivamente aterciopelado interior del carruaje. El lacayo cerró la puerta, y Taeyong experimentó una peculiar sensación de ahogamiento como si estuviera encerrado en un ataúd y lo arrojaran a un mar desconocido.



****



Cuando fue dirigido al interior del palacio, Taeyong ni siquiera trató de no quedarse boquiabierto como pueblerino.

Una doncella con un moño muy apretado lo condujo por las amplias, imponentes y pesadamente ornamentadas puertas al similarmente amplio, imponente y pesadamente ornamentado interior. Había pilares que brillaban en carmesí y dorado, cada uno tan amplio como el cuello de un gigante, y una gran chimenea rugía y crepitaba al final de la sala del trono, la doncella lo condujo más allá.

Taeyong asomó la cabeza, esperando ver a Jaehyun sentado resplandeciente en el trono, pero toda la habitación estaba vacía y resonaba con el eco, cuando Taeyong preguntó a la doncella, donde estaba "Lord Jeong", ella respondió que estaba en la mucho más pequeña cámara de estrategia, con sus generales como de costumbre porque la prefería a la sala del trono.

¿Quién demonios prefería cualquier cosa a una sala del trono? ¿Con un trono real en ella? ¿Para sentarse?

Tal vez el mismo tipo de persona que elegiría a un sirviente sobre un cortesano entrenado.
Jaehyun era simplemente bizarro. Taeyong no podía hacer nada por entenderlo. No es que quisiera hacer nada por él.
Taeyong se ruborizó ante el recuerdo de los anchos hombros de Jaehyun y la enorme polla, y no podía mentirse a sí mismo.



****



Así que. Taeyong se encontraba en el dormitorio privado del gobernante.
Era enorme, como era de esperar. La cama era lo suficientemente grande como para tener a muchas personas en orgías. Las cortinas eran lo suficientemente gruesas para silenciar los gritos de un asesinato sangriento. Los juncos eran lo suficientemente profundos para ahogarse en ellos.

Taeyong se permitió el lujo de aquellos juncos, curvando los dedos ahora desnudos en ellos, y se preguntó si el resto de su cuerpo debería estar desnudo también, si a Jaehyun le gustaría eso.
Parte del trabajo de un cortesano era anticiparse a lo que le gustaría a un cliente.

Había vino en una jarra sobre la mesa esmaltada, situada junto a dos copas doradas en una bandeja.
Taeyong estaba muy tentado a fortalecerse con un poco de alcohol, pero se resistió porque no quería tocar nada sin permiso. Demonios, él probablemente ni siquiera le permitiría tocarse a sí mismo sin permiso. Todo aquí era propiedad de Jaehyun, para hacer lo que le complaciera.

Por lo que Taeyong se paseó por la habitación, sorprendido frente a todo y sin tocar nada, ni siquiera los libros tentadores que cubrían una pared libros sobre temas tan diversos como alquimia y ciencia, geografía y el arte de la guerra-. Tal vez los libros pertenecieron a Kim Joong antes de su muerte, o tal vez eran de Jaehyun. Por alguna razón Taeyong quería que fueran de Jaehyun. Lo quería tanto.
¿Qué estaba mal con él?

Taeyong suspiró para sí mismo y se giró para dar otra vuelta por la habitación de su amo, pero se detuvo de repente ante la visión de... Jaehyun.
Allí de pie. Frente a una puerta que se cerró tras él tan silenciosamente que debía ser la puerta mejor engrasada en Havisham.

—Er,— dijo Taeyong.
—¿Hola? Quiero decir, ¿enviaste por mí? Creo que enviaste por mí de todos modos, pero si no lo hiciste, me puedo ir a casa.

—¿Llamas casa a un burdel?

—Crecí allí desde que tenía doce años
Taeyong balbuceó
— Desde que mi papá murió. No, espera. No quieres escuchar mi triste historia.

—Tienes razón
Jaehyun dijo, entrando y desatando su coraza de cuero negro, que podría ser el único elemento en su armario -poco probable- o estaba allí para protegerlo de lo que temía fueran traidores desde dentro.
Taeyong tenía razón. Los salones del poder eran peligrosos.
— No quiero saber. No me interesa.

Taeyong enmudeció.
Su garganta estaba dolorosamente seca. A la luz del tenue fuego que parpadeaba y cambiaba los rasgos de Jaehyun, impresionaba a Taeyong que Jaehyun fuera estúpidamente magnífico, y que no debería necesitar un cortesano para tener sexo.
A menos que sólo esperará que la gente de su corte le apuñalara por la espalda, por eso la coraza, en cuyo caso comprar mercancías podría ser una mejor opción.
Especialmente comprar mercancías que nadie más podría haber escogido y entrenado en las artes de matar anticipadamente. Mercancías como un aburrido sirviente.

En serio, incluso si alguien hubiera querido recoger un cortesano para colarse en la habitación del gobernante con un cuchillo escondido, no habría sido Taeyong, quien no tenía suficiente músculo para luchar o atacar a nadie. La mayoría de la gente ni siquiera lo notaba.
Pero por como Jaehyun lo había señalado de manera tan sucinta anoche, él no era la mayoría de la gente.

Taeyong no compartiría su psicoanálisis con su cliente, ya que Jaehyun no estaba evidentemente, en el estado de ánimo para hablar. ¿Lo estaría alguna vez?
En cambio Taeyong simplemente se quedó allí mientras Jaehyun caminaba alrededor de él, despojándose de su coraza antes de dejarla caer con gracia -con tanta gracia como un gran felino depredador- en la butaca descomunal junto a la chimenea.

Cuando Jaehyun no hizo más que sentarse allí, mirándolo, Taeyong ofreció:

—¿Mi lord te gustaría que me desnudará?

—¿Cómo te dije que me llamarás?

Oh, mie**a.
—Jaehyun.

—¿Y qué demonios llevas puesto?

—Um.

Dada la expresión en el rostro de Jaehyun, no le gustaba.

— No. ¿No lo sé?

Maravilloso, ahora Taeyong sonaba como un idiota también.

Jaehyun sólo resopló.
—Usa lo que vistes generalmente la próxima vez que te llamé. No te embellezcas para mí.

—No deseo "embellecerme" tampoco.

Taeyong dijo abruptamente antes de recobrarse, y las cejas de Jaehyun se elevaran. mie**a.

—Aún con esa lengua que escupe fuego,— murmuró Jaehyun, pero extrañamente parecía más complacido con eso que con el traje de Taeyong

Se levantó brevemente para servirse vino de la jarra en la mesa cercana, sin pedirle a su ahora amante que lo hiciera, aunque podía hacerlo.
Recostándose en la silla, Jaehyun gesticuló hacia Taeyong con su copa de vino.

—Sí, desnúdate. Lentamente.

Taeyong no era ningún experto en desnudarse seductoramente.
Era tan probable que se tropezara mientras estaba seduciendo a alguien. Por otra parte, tal vez Jaehyun era lo suficientemente excéntrico para encontrar el tropiezo sexy. ¿Quién sabía?

Taeyong forcejeó un poco con lo que llevaba puesto -sobre todo porque no sabía lo que era y no podía recordar cómo pusieron esa maldita cosa sobre él- pero al final se dio cuenta que las cintas se deshacían primero, y se dispuso a desenvolverse como regalo en forma de Taeyong.

Era más vergonzoso que la forma sencilla y rápida de desnudarse de la noche anterior. Ahora que cada parte de la prenda estaba desanudada, se abrió para revelar un nuevo parche de piel.
Para el momento en que Taeyong estuvo desnudo, con el vestido en un montón de seda alrededor de él, ya estaba poniéndose rojo, con sus manos apretadas mientras trataba de no cubrirse.
Joder, se estaba poniendo duro. Era sólo que... no podía evitarlo, no con Jaehyun mirándolo así, con su mirada ardiente y de algún modo perezosa, lobuna y a la vez calmada, sin apresurarse como anoche.

—Camina hacia mí,— ordenó Jaehyun, y Taeyong obedeció, tratando de no dejar ver cuán nervioso estaba.

No se detuvo hasta estar justo frente a Jaehyun.

—Bebe,— Jaehyun dijo, lo cual no tenía sentido, pero luego tomó un sorbo de su copa de vino y levantó la barbilla.

Oh.
Taeyong se inclinó poco a poco, mirando a los ojos a Jaehyun, porque se había dado cuenta que éste disfrutaba que sus miradas se cruzaran, lo prefería a la falsa timidez.
Por fin los labios de Taeyong rozaron los de Jaehyun y Jaehyun los apartó suavemente para dejar que Taeyong bebiera de su boca....
Era...
Dioses, era la cosa más erótica que Taeyong había hecho alguna vez, y sentía ponerse duro completamente, su pene levantándose por estar con Jaehyun, por hacer esto, por sorber vino tibio de la boca de otro hombre.

La mano de Jaehyun se acercó para sostener la nuca de Taeyong, y bebió de la boca de éste a cambio. De un lado a otro empujaban, dulce y resbaladizo hasta que las rodillas de Taeyong temblaron y amenazaron con ceder.

Cuando Jaehyun lo dejó ir, Taeyong jadeó por aire, atontado por la lujuria y con tanta fuerza que estuvo a punto de venirse sin tocarse. Una chispa eléctrica saltó por su cuerpo al ver a Jaehyun estar duro también, enorme y duro en sus pantalones, y esta vez Taeyong se dejó caer de rodillas.
Sin pensar en ello.

—Buen chico,— escuchó a Jaehyun decir, pero los dedos de Taeyong ya estaban desatando los lazos sobre la entrepierna de Jaehyun, hasta que su pene se liberó.

Debido al beso, la boca de Taeyong se sentía suave y ya jodida, así que fue la cosa más fácil del mundo deslizarla por encima de la verga de Jaehyun, tomándolo tan profundo como le fue posible, y lo chupó hasta que la saliva humedeció el labio inferior de Taeyong y escurrió más allá de su barbilla para gotear sobre sus muslos. Su pecho se apretó por la falta de aire, y lo único que podía oler era el sexo, maduro y rico a su alrededor.
Nunca había hecho esto antes, y el sabor era... era salado y picante y diferente a todo lo que había probado alguna vez. No podía conseguir suficiente de él.

—Amas esto, ¿no es así?

Jaehyun le preguntó con voz asombrada, y Taeyong estaba demasiado ido para estar avergonzado, o cualquier otra cosa, porque lo único que quería era tocarse como hacía esto, pero él no se lo había permitido.

—Adelante, tócate

Jaehyun dijo como si hubiera oído la súplica silenciosa de Min.
Taeyong gimió, se estremeció, y envolvió su palma alrededor de su sexo.
Era demasiado bueno. Se iba a venir antes que Jaehyun. Pero al parecer estaba bien porque cuando Taeyong se corrió, en apenas el tercer tirón de su mano, cuando perdió la concentración y dejó de chupar, entonces Jaehyun sólo ahuecó la parte posterior de su cráneo y lo mantuvo quieto y follándolo directamente, bajando por su garganta, lastimando la parte de atrás y dejando a Taeyong asfixiarse con el esperma hasta que lo tragó, hasta que lo hubo tragado todo.

Taeyong estaba más hecho polvo de lo que alguna vez se sintió en su vida, más expuesto, y cuando se derrumbó sobre los juncos después, estaba demasiado cansado para siquiera limpiarse la boca. Una serie de temblores inesperados lo torturaron, el sudor se enfriaba en su piel, el esperma se enfriaba en sus muslos.

Unos minutos después, Jaehyun se levantó de la butaca.
Recogió a Taeyong en el proceso y lo depositó en la cama.

Jaehyun lo hizo más gentilmente de lo que Taeyong hubiera pensado.

—Duerme,— dijo Jaehyun, uniéndose a él después de unos momentos, su cuerpo era una línea caliente contra la espalda de Taeyong.
—Lo has hecho bien.

Taeyong...
Taeyong lo había hecho bien.
Ciertamente consideró que lo hizo bien.

Sin embargo Taeyong no lo dijo porque su garganta dolía y no podía hablar.
Además, tenía tanto sueño, por lo que decidió hacer lo que le aconsejó y cerró los ojos.

EL PRECIO || JAEYONGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora