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El cartel de recompensa por la cabeza de Buggy el payaso estaba justo frente a mi; una imagen que me provocaba repulsión y enfado.
— Tiene que ser un chiste. Esté tonto vale quince millones de berries. Hubiéramos traído su cabeza en un bolso. — Zoro estaba a unos cuantos pasos atrás de mí y de Luffy, quien por cierto estaba cómodamente acostado en la arena.
— ¿Qué marino te hubiera pagado esa recompensa? — contestó el niño con sombrero. — Ahora tú también eres buscado por ellos.
— Mmhh, es cierto.
Luffy dio una voltereta para poder incorporarse y trató de convencer al chico con cara seria de que ir a la gran ruta era la mejor manera de empezar desde cero, se le notaba el entusiasmo en cada palabra y comenzaba a convercerme de que era cierto.
— ¿Cómo siguen tus manos, Cirice? — el tacto de Luffy fue cálido. Aún estaban un poco moradas, pero nada de que preocuparse.
— Están bien, no tardarán en volver a su tono normal.
— ¿Cuantos días llevabas ahí? — interrogó Zoro.
— Desde que desperté, tres. Bueno, dos. En realidad no lo recuerdo bien — contesté con vergüenza. — Estaba muy enojada y frustrada, lo único en que pensaba era en mi familia. — destroce el cartel de Buggy entre mis manos. — Y también pensaba en cómo voy a matar a este idiota.
— Ya habrá tiempo para eso. — Zoro miró los pedazos de papel en la arena. — Pagará lo que hizo.
Nami regresó a los escasos minutos de haber ido en búsqueda de una nave, trayendo consigo buenas noticias.
Estábamos en una isla dedicada a la construcción de barcos y tenía en la mira unos cuantos que podrían ser nuestro nuevo transporte; mire con asombro las grandes magnitudes de los barcos aparcados en el muelle, eran hermosos, y recordé por un instante las palabras de Jolly.
Tal vez esta era la isla a la que quería traernos a todos.
Habían barcos de todo tipo de formas y temas, parecía ser el paraíso de cualquier pirata y debía confesar que el ver aquellos monstruos marinos me provocaban un cosquilleo de emoción. Estos chicos se estaban encargando bien de hacerme olvidar por momentos lo que había sucedido.
Luffy estaba seguro de que el barco que escogería como suyo tenía que ser especial y hermoso, un barco al que pudiera llamar casa y estaba dispuesto a negociar con quien sea que fuera el dueño para poder adquirirlo.
Una idea un tanto arriesgada ya que para los humanos solo había una manera fácil de resolver las cosas; violencia y robo.
— ¡Oigan! La encontré — Luffy estaba parado cerca de lo que parecía ser una gran bestia. Un barco blanco, hermoso y con una cabeza de cordero, era lo que él había escogido. — Encontré nuestro barco y él nos la va a vender.
