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Después de ser corridos de la mesa por parte del mayordomo de Kaya a causa de la imprudencia de Luffy, fuimos mandamos cada uno a una habitación.
Me había despojado del hermoso vestido y me había colocado nuevamente mi camisa blanca, pantalones negros y botas; sabía que era tarde, pero mi estómago gruñía tanto que me imploraba darle un poco de alimento.
Después de todo, por culpa de Luffy no pude tener un bocado más de comida, rebusqué entre mis cosas mi katana hasta que el recuerdo de está colgando de la cintura de Zoro me interceptó.
No pensaba salir en medio de la noche sin mi arma, así que no me quedó nada más que resignarme y sentarme en la orilla de la cama a falta de sueño.
Recapitule lo que estaba viviendo hasta hace poco; había perdido a mi familia entera y me había unido a una tripulación de "piratas diferentes", no pude evitar la sonrisa que se coló en mi rostro al pensar en ellos.
Primero estaba Luffy. Monkey D. Luffy, el sujeto más alegre, opstimista y dulce que jamás había conocido, ese chico inspiraba a cualquiera que lo conociera y tenía tacto para tratar con las personas a pesar de desbordar energía.
Luego estaba Nami, una chica bastante reservada, pero en sus ojos se podía delatar la noble persona que había allí escondida detrás de la rudeza y apatía que demostraba.
Finalmente estaba Zoro, un caso similar a Nami. Ambos eran igual de ácidos al momento de hablar, pero no podían ocultar el cariño que empezaban a tener por Luffy.
Unos ligeros toques en mi puerta me tomaron por sorpresa; caminé hasta esta y la abrí con cuidado.
— Solo soy yo — la voz de Zoro me insistió a abrir la puerta con rapidez. — Olvide regresarte esto.
— Justo estaba pensando en ella. — tome la katana. — Gracias por cuidarla unos momentos. — Zoro asintió y se recargó en el marco de la puerta con todas la intenciones de quedarse a decir algo más.
— Pensaba ir a la cocina por un trago y recordé que casi no comiste en la cena. Creí que tendrías hambre.
— ¿Tan facil soy de leer, Roronoa? — levante una ceja. Cerré la puerta detrás de mi como señal de aceptación a su invitación.
— No hay razón para que actúes cautelosamente, solo eres tú misma y eso hace fácil de adivinar tus siguientes pasos.
Los pasillos estaban solos, no había ningún ruido más allá de nuestras voces y pasos , se podía percibir un ambiente lúgubre; me conocía bien y sabía que de no estar con Zoro en esos momentos ya habría corrido de regreso a mi habitación.
— ¿Por qué tratas de ser amable conmigo? Primero me ayudaste con mis nervios y luego lo del vestido. — el chico lanzó sutilmente sus hombros hacia atrás ante mi pregunta. — Si es tu manera de disculparte por lo que dijiste de mi hermano, no te preocupes. No estoy enfadada.
