CAPITULO 4: GRAN RUTA MARINA

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Parte 1: Una bandera pirata

Algo de lógica tenía que existir en la manera en que Garp había arremetido contra Luffy, golpeando con fuerza a su nieto tratando de obtener la respuesta que buscaba por muy abstracta que fuera

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Algo de lógica tenía que existir en la manera en que Garp había arremetido contra Luffy, golpeando con fuerza a su nieto tratando de obtener la respuesta que buscaba por muy abstracta que fuera.

Estaba claro que no estaba de acuerdo con el camino que su nieto estaba escogiendo al autonombrarse como un pirata, pero de alguna manera una pequeña ráfaga de resignación se plantaba en el semblante del viejo marine en cada golpe que Luffy recibía y aún así se levantaba para seguir defendiendo su deseo.

— ¡Bajen las armas! — solicitó el vicealmirante después de propiciar el golpe final a Luffy y saber que ya nada había que hacer. — ¿Qué hacen ahí paradotes? Los piratas de Arlong siguen sueltos, atrápenlos y arréstenlos.

El imponente hombre pasó de largo de nosotros y se dedicó únicamente a dirigir a sus subordinados, parecía ser que la resistencia y decisión de Luffy le había dejado en claro que jamás cambiaría de opinión en relación al rumbo de su vida.

Los marinos acataron las órdenes de su superior y decidieron empezar por avanzar en filas hacia la salida de la aldea hasta dejar únicamente al vicealmirante con nosotros; el hombre de avanzada edad se tomó un tiempo para despedirse de su nieto, aceptando a duras penas  que ambos tenían la misma fuerza e ímpetu para defender lo que su corazón les dictaba, así que no quedaba más que aceptarlo.

— Deberíamos ir a descansar — sugirió Zoro para romper el hielo o simplemente hacer notar su cansancio.

— Pueden quedarse conmigo y con Nojiko. Es un lugar pequeño, pero cabemos bien. — habló Nami.

— Yo puedo dormir donde sea — dijo Luffy con una gran sonrisa. Parecía divertirle el hecho de que eso era cierto.

— Si, creo que ya es hora de dormir. Estoy exhausto de la batalla de hoy. — dijo Usopp.

Sin decir más, seguimos a la chica por el mismo camino entre los sembradíos de mandarinas, por fin podía degustar del aroma embriagante y fresco de las mandarinas combinado con el aire suave y helado de la noche; la recompensa a nuestro trabajo era esto, momentos de paz y felicidad.

— Cirice, puedes dormir con nosotras en la habitación. Luffy y Zoro pueden dormir en los sofás y Sanji y Usopp pueden usar la otra habitación. — indicó Nami cuando estuvimos dentro de la casa.

Para decir verdad, mis ojos aún seguían demasiado abiertos y la energía en mi cuerpo me gritaba en alta voz que si pensaba irme a dormir en ese instante, se encargaría de hacer de ello una tarea imposible, así que acepté la invitación pero avisé que tomaría la palabra en un rato más.

La casa de Nami tenía una pequeña azotea donde podía sentarme a ver el cielo estrellado y seguir aspirando el olor a mandarinas, gracias a los árboles que llegaban hasta esa altura; un lugar cómodo y sereno.

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