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— ¿Qué acabas de decir, Zoro? ¿Qué te pasa? — gritó Nami enfurecida y Usopp pareció compartir el disgusto. — ¿Te recuerdo lo que acabas de decir hace unos momentos?
La confusión se posó en mi al escuchar las palabras de Nami, pero la manera tan frívola en la que Zoro me había hablado me saltaba más en la cabeza.
— Nami — pidió Zoro por lo bajo. — Tengo mis razones acertadas para sostener lo que dije.
— ¿Razones acertadas? — levanté una ceja. — ¿Cuáles son esas supuestas razones? Tal vez no se nada sobre navegar, leer un mapa o liderar una tripulación. Pero, créeme que si mueres mañana hará falta alguien que sepa usar las espadas.
— Ni siquiera eres tan buena. — algo en los ojos de Zoro dejó duda a una sensación de miedo de su parte.
Después de todo, si había un problema conmigo; una situación que Jolly temía y trató de controlar a toda costa durante mucho tiempo.
Cuando enfurecía, las cosas se salían de control. Mis impulsos eran tan arrebatados que no lograba medir mi nivel de cordura, en múltiples ocasiones Jolly me había hecho enojar a propósito antes de los entrenamientos con el único objetivo de llegar a medir la fuerza que mi cuerpo, de alguna extraña manera, reunía para destrozar todo a mi alrededor.
Por años, mi hermano sospecho que yo también había desarrollado las mismas habilidades que él; las manos frías no eran del todo normal o común, mi madre, Jolly y yo las teníamos pero lo que nos diferenciaba era que Jolly aprovechaba eso para tener fuerza sobrehumana, casi como un don familiar.
Por ello, mi hermano, había desarrollado duda sobre mis habilidades, pero al solo presentarse cuando estaba furiosa y perdía el control, dejaba de lado que pudiese llegar a dominar ese extraño don.
— ¡Zoro! — gritó Usopp, intentando acercarse a ambos pero el peliverde se encargó de desenfundar una espada y detener el camino de nuestro amigo.
Las personas del baratie parecían ignorar lo que estaba pasando, tal vez las peleas eran tan frecuentes y normales que poco importaba prestar un poco de atención.
— Vamos, Cirice. Admítelo, el mar no es para ti. Helmeppo, ese chico raro te imploraba esa noche volver con él. — no entendía lo que Zoro buscaba con esas palabras, pero bien podía sentir el metal del mango de la katana sobre mi palma.
— Algo que le va a beneficiar a nuestra tripulación. — su mirada me demostró que sus palabras no estaban intencionadas para lastimarme, más bien quería callar la duda que rondaba en su cabeza. — Y vas a tener que pelear.
