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Y tal como había pedido, invitaron al señor policía a pasar tiempo de calidad con ellos. Aunque no fue en su casa, sino en una cafetería muy conocida en la zona.

Con el pasar de los días, Sergio había ido a buscar a Amelia al jardín, en lugar de la niñera quien era quien hacía ese trabajo.

Gracias a esto —y a qué Amelia se acercaba todos los días a Max— el rubio pudo formar algún tipo de cercanía con Sergio, cosa que le alegraba completamente, pero que a su vez, hacía que sus sentimientos se confundieran cada vez más.

Porque casa risa o sonrisa del Mexicano lo hacía sonrojar, es hermoso acento que tenía y lindo que era al tratar con su hija y el como lo trataba a él. Simplemente, el hombre perfecto.

Por lo que un día a la salida de la escuela, Sergio le pregunto si quería ir esa tarde a tomar café junto a él y la menor.

Vio como la pequeña sonreía emocionada y no pudo evitar negarse, sobre todo por qué pasaría tiempo con el más bajo fuera de lo normalmente pasaban.

Amelia le dio un sorbito a su leche y soltó un suspiro satisfecho, cosa que hizo a los mayores reír un poco.

—Papi ya temine, ¿Puedo il a juga?— pregunto la pequeña de apenas cuatro años al pelinegro, este asintió sonrió y la ayudo a bajarse de su silla, está fue corriendo al lugar de juegos que estaba ahí.

Max miraba fijamente su taza de café, estaba nervioso, muchísimo. No sabía que tema de conversación sacarle al mayor, para su suerte él habló primero.

— ¿Usted vive acá de pequeño o se mudó?

— Me mudé, pero apenas a los 7 años, ¿Usted?

— Igual, pero me mudé apenas nacío Amelia.— respondió tranquilamente dándole otro sorbo a su taza de café que ya estaba por la mitad.

El rubio dudaba de su pregunta, pero aun así decidió hacerla— ¿La... madre de Amelia?— Soltó finalmente aún inseguro.

Suspiro y empezó a relatar— Fue hace cuatro años, cuando tenía 21— hizo una pausa— Estaba en una fiesta, y como te imaginas, estaba borracho a no dar más. La cuestión, con unos amigos hicimos una apuesta y me... acosté con una de las chicas que estaba ahí. Pero como te imaginas los dos estábamos muy borrachos, y por ende no usamos ninguna protección, así que a las tres semanas me busca y cuando me encuentra me dice que estaba embarazada. Yo obviamente me hice responsable, ya que estaba claro que yo era el padre de aquel bebé. Así pasaron los nueve meses y teniendo 22 nace Amelia, pero nuevo problema, la chica decidió dejarme en el hospital, me dijo que lo quería arruinarse la vida teníamos que cuidar a esa "cosa" que tampoco quería estar conmigo. Así que simplemente se fue, dejándome a mí a cargo de la que hoy en día es esa increíble niña que amo con todo mi ser.

Lo último lo dijo con suma adoración, mirando en dirección donde se encontraba la menor, saludándolo con su manito, devolviéndole el saludo también.

Max quedó sorprendido de todo lo que el pelinegro le había contado, sintió mucha pena por el menor al saber que creció sin saber quién es su madre o siquiera tener una figura materna más que Sergio. Pero a la vez se maravilló con la responsabilidad que este tomo al hacerse cargo de un bebé recién nacido él solo, esa determinación lo atrajo todavía más.

Inconscientemente posiciono su mano encima de la del mayor sobre la mesa, lo miro con una sonrisa y hablo— Realmente eres una persona admirable Sergio, tu hija debería estar orgullosa de quien tiene como padre.

El mexicano siento sus mejillas arder, y es que las palabras de Max lo habían tomado por sorpresa, sobre todo aquella acción de aprisionar su mano bajo la suya.

Le devolvió la sonrisa demostrándole las gracias y siguieron hablando normalmente sobre su vida privada, pasatiempos y mayormente de Amelia.

Finalmente pasaron unas horas y era hora de que casa uno volviera a su casa, el policía acompaño a Sergio y Amelia hasta la casa de estos y se despidió.

Pero antes de eso, la pequeña rodeo su cuello en un abrazo el cual correspondió sonriendo.

—Chau señol policía, ¡Nos vemos mañana!— le dijo mirándolo con una gran sonrisa, esa una niña demasiado dulce.

El mayor beso la mejilla de la contraria suavemente para luego sonreír algo apenado.

—Nos vemos, que vuelva bien a su casa.

Agradecía que la puerta se cerró antes, para que su notable sonrojo apareciendo en su casa no fuera justo. Bajo de su pequeña nube y emprendió rumbo hacia su casa.

Esperando con ansias ver al pelinegro mañana en la entrada del jardín.

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Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora