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Veía como la niña dibujaba tranquilamente acostada boca abajo en el piso de su living. Le había dicho muchas veces que se acostara en el sillón, pero ella no le hacía caso. Sonreía al ver cómo la infanta asomaba su lengua entre sus labios en gesto de concentración mientras trazaba una y otra vez sobre el papel.

Desde que le había enseñado a dibujar cuando tenía apenas 2 años, la pequeña nunca dejó de hacerlo. La menor siempre admiró sus dibujos, y un día que estaba visitandolo le pidió a Charles que le enseñaste a dibujar como él lo hacía. 

Sergio muchas veces le agradeció por ello, ya que dibujar era el pasatiempo que más entretenía a su hija desde ese momento. Charles estaba orgulloso de eso. 

Tomó otro sorbo de su café mirando su celular, una que otra vez le llegaban mensajes de su amigo preguntando si todo iba bien con Amelia y demás, pero todo siempre estaba en orden, la niña era bastante tranquila y educada. 

Un tirón de su camiseta lo hizo bajar la mirada hacia la menor —¡Tío Chales, milá! —levantó la hoja esbozando una gran sonrisa, enseñándole a su tío Charles el dibujo que había terminado finalmente. 

—Está muy lindo bichito, ¿quiénes son? —preguntó acariciando la cabecita de la pelinegra, en el dibujo había tres personas. 

La niña llevó su dedo índice para empezar a indicar —Ete es mi papá, eta soy yo, y ete es Max. —terminó de decir. 

El mayor levantó una ceja —¿Max? 

—¡Sí, Max! Es el policía que etá al frente de mi escuela, tambén es mi amigo y el de mi papá. —contó con alegría la niña.

El monegasco asintió en silencio, Checo nunca le había mencionado nada sobre este tal Max que era su amigo, o lo que sea que fuera. 

—Bueno Lia ¿y se lo vas a regalar? 

La pelinegra asintió repetidas veces —Sí, mañana que vuelvo a la escuela se lo doy. 

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Checo llevaba a su hija tomada de la mano en dirección a la escuela, esa mañana hacía bastante frío por lo que se aseguró de que su pequeña estuviera lo mejor abrigada posible, ya que era bastante sensible al clima tan helado. 

—Papi. —llamó la menor.

—¿Qué pasa corazón? 

—¿Podemos il con Max? le quiero dar el dibujo. —respondió mostrándole la hojita en su manito libre. 

El mayor sonrió suavecito y asintió. 

El rubio tenía el humor por el piso, no había dormido bien la noche anterior y a la mañana se había llevado un regaño por llegar tarde, sin contar que había varios tipos desconfiables merodeando al frente del jardín por lo que tenía que prestar suma atención a cualquier sospecha de alguno de ellos.  

Suspiró agotado, pero por nada del mundo iba a rendirse. Tenía que proteger a la gente sí o sí, no se iba a permitir que algo malo pudiera pasar ese día. 

—¡Max! 

Se volteó rápidamente al escuchar esa vocecita tan conocida para él, sonrió levemente al ver a la pequeña corriendo hasta él. 

Amelia lo abrazó apenas lo alcanzó, el rubio se había agachado para así hacerle el abrazo más cómodo a la menor

Con ese simple abrazo que recibió, sintió todo mejorar. 

A veces creía que la pequeña Pérez podía mejorarle el día con tan solo dedicarle una de esas inocentes sonrisas que tenía, y justo ahora le estaba dando una. 

—¡Max, te hice un dibujo! —comentó la infanta con entusiasmo, sus grandes ojos marrones brillaban. 

Su sonrisa se agrandó y habló —¿Sí? 

—¡Sí! tomá. —buscó en el bolsillo de su Chaqueta y le entregó un papel doblado a la mitad. Lo agarró con cuidado y lo desdobló. 

Sus mejillas se tiñeron levemente de carmín al ver el dibujo de la niña, su mirada se iluminó y sonrió cálidamente. 

—¿Te gusta? —preguntó esperanzado la pelinegra, con su naricita en un tono rojizo debido al frío ambiente. 

—Me encanta peque. —contestó alegre y volvió a abrazar a la niña, realmente le había mejorado el día. 

Sergio veía todo desde una distancia considerable, sonrió enternecido y finalmente se acercó hasta los dos. 

Saludó a Max con una sonrisa y una sacudida de mano, el contrario hizo lo mismo.

El pitido del timbre indicó que era momento de que los niños empezaran a ingresar al jardín. Amelia saludó una última vez al oficial de policía y se acercó hasta su padre abrazándolo en forma de despedida. 

—Que te vaya bien mi bebé, te amo mucho. —Besó la frente de su hija y esta con una sonrisa se alejó ingresando al jardín. 

—Te dio el dibujo, ¿no? 

Max asintió mientras sonreía ladino. 

—Me he estado dando cuenta, de que Amelia demuestra su cariño mediante los dibujos. —dijo finalmente Sergio captando la total atención de Max— Siempre le regala dibujos a todos los que son cercanos a él, sus amigas, sus tíos, sus abuelos, y yo tengo un montón de dibujos de ella pegados en la heladera. —terminó de relatar volviendo a sonreír —Tú ahora eres importante para ella, y eso demuestra el cariño que te tiene. 

El corazón del rubio dio un vuelco ante las palabras del mayor, nunca se esperó llegar a ser tan importante y querido para una niña. Sintió sus ojos cristalizarse, pero se negó a llorar ahí mismo. 

—Bueno, tengo me tengo que ir, nos vemos Max. —dejó un beso en la mejilla del más alto en forma de despedida y se marchó. 

El menor lo siguió con la mirada, después la bajó hasta sus manos en donde sostenía la hoja de papel doblada. Volvió a desdoblarla y sonrió. 

Se quedaría con ese dibujo por el resto de su vida.

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Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora