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Max guardó su celular en su bolsillo nuevamente, faltaban tan solo cinco minutos para que la pequeña Pérez saliera del jardín.

Se puso al frente del jardincito y comenzó a esperar tranquilamente, de a poco iban llegando madres, padres, tíos y demás a buscar a los pequeños.

¿Por qué Max iba a retirar a Amelia de la escuela?

Simple, Sergio le mando un mensaje (sí, consigo el número del pelinegro después de algunas salidas) diciéndole si podía cuidarla esa tarde, ya que seguramente saldría de su trabajo esa noche.

Obviamente el oficial de policía no se negó, ya que no podría negarse a algo pedido por parte del lindo pelinegro y tenía un gran cariño por la hija de este, no tenía problema.

La puerta fue abierta y todos los niños empezaron a salir. Max buscaba con la mirada a la pequeña y cuando la encontró le hizo señas con la mano para que fuera con él.

La pequeña ladeó su cabeza confundida, apretó más el agarre de sus manitos a las tiras de su mochila y fue corriendo hasta donde estaba el rubio.

El mayor se agachó con los brazos abiertos para recibir en un abrazo a la pequeña niña que sonría alegremente.

—¡Hola Max!— Lo saludo apretando más su agarre en el cuello del más alto.

—Hola, Amelia— Devolvió el saludo apretando suavecito la espalda de la menor.

—Max, ¿Y papi?— Pregunto luego de soltar su agarre para mirar al policía.

El rubio sonrió tranquilo— Tiene que trabajar hasta tarde hoy, así que hoy vas a pasar la tarde conmigo peque.

Los ojitos de la niña brillaron emocionados, ¡Iba a pasar la tarde con Max!, realmente la emocionaba.

—¡Bueno!, ¿Y qué vamos a il a hace ahoda?

—Vamos a ir a mi casa así te preparo algo para comer, y después vamos a tomar un helado ¿Quieres?

—¡Si!— Chillo alegre.

El rubio soltó una risita divertida, tomo la mochilita de My Litte Pony de la pequeña y se la puso al hombro. Sujeto la manita de la menos y empezó a caminar junto con esta en dirección a su casa.

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—Max, ¿a ti te gustan los cados?— Le dijo la de pequitas lamiendo el helado de vainilla que tenía.

—Mmh, diría que sí.— Respondió intento no reírse por la pronunciación de la menor.

—Yo tengo un montón de cados en mi casa, ¡te los muestro cuando vuelvas a il!

— Bueno... mira peque, tienes algo de helado.

La más bajita la miro curiosa— ¿Qué cosa?— Pregunto inocente acercándole el helado al mayor, este no desaprovecho la oportunidad y saco una cucharada de helado.

—¡Max!— Se quejó la de pequitas formando un pucherito con sus labios. El rubio empezó a reír a más no poder, se disculpó con la infanta y me dio a probar de su helado.

Luego de eso fueron un rato a la plaza, Max se quedó sentado en una banca vigilando a la menor quien subía y bajaba una y otra vez por el tobogán.

Muchas chicas se me acercaba a coquetearle y sacarle aunque sea una salida, el bastante incómodo rechazaba una por una, porque cabe aclarar que su corazón ya le estaba perteneciendo al padre de la pequeña de pequitas a quien estaba cuidando.

Una pelirroja se sentó a su lado, para sacarle conversación, este notablemente incómodo le respondía rápido o cortante, queriendo que la mujer se fuera.

—Max Max, ¿vite como me tile yo solita?— Dijo la infanta apoyando sus manitas en la pierna del oficial, este lo miro sonriente.

—Si Amelia, lo hiciste muy bien.

—¡Ay que lindo! ¿Es tu hija?

Y ahí vio la oportunidad perfecta para salir de una situación incómoda.

—No, es la hija de mi novio, lo estoy cuidando porque él sale tarde del trabajo.

La chica lo miro con los ojos abiertos, asintió apenada y con una sonrisa avergonzada se despidió del rubio.

Bien, había salido de la situación incómoda, pero ahora tenía la mirada de Amelia sobre él.

—¿Cómo que papi e tu novio Max?

—No no Amelia, era algo que le dije a la chica para que me dejara tranquilo, solo eso.— Contesto notablemente nervioso, la menor asintió insegura y volvió al tobogán.

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Eran ya las 7:35 de la tarde, y después de pasar la mayoría de la tarde afuera con la pequeña, decidió que era hora de regresar a su hogar.

Max estaba con Amelia sentado en la mesa del comedor ayudándola con su tarea, le indicaba a dónde tenía que pintar casa dibujo hasta que siento unos toques en su puerta.

Se levantó de su asiento yendo hacia esta paga abrirla, la perfecta sonrisa de Sergio lo deslumbró con totalidad.

—Hola, Max vengo a buscar a Amelia. Y en serio muchísimas gracias por cuidarla.

Tiempo a responder, ya que el mexicano lo abrazó, él con una sonrisa de bobo aceptó su abrazo cruzando su brazo en la cintura de este.

—¡Papi!

—¡Hola, mi bebé!— se despegó del cuerpo del rubio para alzar a su hija abrazándolo. Había extrañado a su pequeña rayito de sol, tanto como la menor lo había extrañado a él.

La pequeña mirá su padre para hablarle— Papi, ¡no sabes lo que dijo Max hoy!

Y ahí fue cuando el más alto se le fue el aire y sus nervios empezaron a surgir.

¡Dijo que le gustaban los cados! Se lo voy a mostlal cuando vaya a casa.— comento la niña con su progenitor.

Max pudo volver a respirar.

—claro que sí mi amor, ya vamos a invitar a Max de nuevo a la casa.— Respondió Pérez sonriéndole a su pequeña.

Se despidió del oficial subiendo junto con su hija al auto en cuanto vio el vehículo perderse de su vista cerró la puerta.

Puso una mano sobre su pecho y largo un gran suspiro, si el menor le decía la otra cosa se moría de la vergüenza ahí mismo.

Y aún más, se pegaba un tiro seguramente, total la pistola ya la tenía.

Sacudió su cabeza para dejar de pensar en estupideces, y decidió subir a su habitación para irse a dormir, ya que mañana tenía que volver a hacer guardia en el jardín.

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Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora