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Tocó un par de veces la puerta gente a él, mentiría si dijera que no estaba nervioso.

Si, a Max se le había dado por ir a visitar a Sergio y a Amelia con la excusa de que la menor se había olvidado un cuaderno en su casa.

Medio tarde se lo iba a devolver, pero bueno, al principio le costó demasiado animarse para ir hasta la casa del pelinegro sin que esté lo invitará.

Se escuchó la puerta abrirse, y no se esperaba ver a Sergio preocupado con la pequeña entre sus brazos, se preocupó al escuchar sollozos provenir de la menor.

—¡Max! No esperaba que vinieras.— Le dijo el mexicano sacando con todas sus fuerzas una sonrisa para el rubio.

—Sergio, ¿qué le pasa a Amelia?

El mayor lo miro, su mirada dejaba notar su frustración.

—M-Max.— Interrumpió la niña al escuchar la voz del más alto, salió de entre el cuello de su padre y estiro sus bracitos queriendo que el oficial lo alzará.

Verstappen no dudo en tomar a la infanta entre sus brazos y acurrucarla entre estos, siento su pecho doler al escuchar los sollozos de la pequeña Pérez. Un instinto protector hizo que la abrazara contra él intentando calmarla.

—¿Qué pasó?

—Amaneció con la fiebre alta, y me está diciendo que le duele mucho la cabeza y la garganta.— Respondió finalmente el pelinegro.

El rubio se apenó al escuchar la voz quebrada de Sergio, se notaba cuánto le dolía ver a su pequeña hija en un estado así.

—Yo te voy a ayudar a cuidarla, necesito que me traigas un paño húmedo y deltisona.— Contesto llevando a la pequeña pelinegra hacia su habitación, sabía dónde quedaba, ya que está misma se la había enseñado.

Acostó a la niña en su cama tapándola con su colchita de dinosaurios que tenía. Al principio lucho un poco para poder desprenderse a la menor de él.

—Max, no te vayas po favor.— Suplico Amelia mirándolo con sus ojitos cristalizados.

—No me voy a ir peque, no te preocupes.— Intento convencerla mientras acariciaba su cabecita.

—Max, acá están las cosas.

—Bien, dámelas por favor.

El rubio tomo el palo húmedo colocándolo suavemente en la frente de la niña, después agarro el recipiente del remedio y poniendo un poquito en una cuchara de lo dio para que tomara.

—Bien, dejémosla dormir un ratito y después vengo para ver de nuevo como esta.— Le dijo al mexicano quien asintió en silencio, después miro a la menor— Amelia, duerme un ratito así te mejoras más rápido.

—Bueno.— Respondió suavecito— Pelo quédate acá conmigo.— Tomo con su manito la mano del mayor y este con una sonrisa sincera asintió.

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Después de unos minutos Amelia cayó dormida, ese fue el momento en que los dos mayores dejaron la habitación haciendo el mayor silencio posible.

Max estaba por preguntarle a Sergio si podía preparar una comida para la niña, pero paro en seco al ver cómo el mexicano miraba desde el marco de la puerta a su hija durmiente.

—Sergio...— Tocó su hombro haciendo que el contrario se volteara a mirarlo, se alarmó a ver los ojos del más bajo lleno de lágrimas.

—Gracias Max. Me preocupé muchísimo al verla tan mal, me duele el ver cómo mi niña está así de mal, si pudiera no dudaría estar yo en su lugar.

El policía trajo al pelinegro hacia él para abrazarlo, el de pecas tapo su cara con su mano permitiéndose llorar.

Empezó a dar suaves caricias en la espalda de Sergio mientras escuchaba los hisopos provenientes de él, entendía su dolor.

Era un padre sufriendo al ver mal a su pequeña hija.

Entendía que le doliera tanto, después de todo él solo quien se hizo cargo de Amelia desde que esta tenía solo días de vida, siempre fue solo él junto con la niña.

—Oye Sergio, está bien— Siguió acariciando su espalda— Estoy acá para ti y para Amelia, no me voy a ir hasta que se mejore.

—Gracias Max, no sé cómo agradecerte todo esto.— Se separó del más alto y seco sus lágrimas con la manga de su suéter.

—No es necesario Sergio— Respondió tranquilo, se acercó hasta el pelinegro y beso su frente con suavidad.

El resto de la tarde Max se la paso en la casa de Sergio, sin descuidar ni un solo minuto a la pequeña.

Cada cinco minutos iba a la habitación de la pequeña verificando su fiebre, si respiraba bien, o necesitaba algo.

En todo ese proceso paso tiempo con el mexicano también, el simple hecho de compartir unas galletitas con el pelinegro lo hizo más que feliz.

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Le habían hecho ya las 10 de la noche, y era momento de que el oficial regresará a su casa.

Para alivio de los mayores, hubo una mejoría en Amelia gracias a los delicados cuidados que Max le había dado durante toda la tarde.

Le recomendó al mayor dejarlo dormir hasta mañana, después de todo su fiebre había bajado bastante, pero había quedado muy cansando.

Nuevamente Sergio le agradeció cientos de veces antes de que el rubio se retirará del hogar.

El más alto sonreía diciéndole que no era nada, que estaba para lo que fuera que necesitará.

Las manos del pelinegro se posaron en los hombros del rubio y dejo un beso en la mejilla de ese.

—Hasta mañana Max, que descanses.— Dijo sonriéndole, para luego cerrar la puerta frente al rubio.

Verstappen quedó sonrojado hasta las orejas, miro la puerta unos segundos hasta retomar nuevamente conciencia.

Comenzó una caminata en dirección a su casa completamente embobado, ese mexicano lo tenía muy mal.

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Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora