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Había reunido absolutamente todo el valor que no tenía y decidió llamar al número que tenía en la pantalla. 

Sonó un rato hasta que se escuchó una voz proveniente del celular. 

—Max ¿Hola? —dijo primero Checo quien en ese exacto momento estaba haciendo galletitas junto con Amelia mientras luchaba porque su hija no se comiera las chispitas de chocolate. 

—Checo, hola —saludó el oficial, empezó a mecerse un poco en su silla giratoria y prosiguió— me preguntaba si querías ir al cine esta noche conmigo, tengo libre y si tu también lo estás, me gustaría que fueras conmigo. —finalizó ruborizándose un poco. 

El pelinegro sonrió levemente —Esta bien, por mí no hay problema. Total puedo dejar a Lia con Charles o Fernando

—Ah sobre eso —interrumpió rápidamente— mi hermano se puede hacer cargo de Amelia sin que tu te hagás problema, trabaja en una guardería al fin y al cabo. 

Checo lo meditó un momento—Esta bien, para mí mejor porque no sé si algunos de mis amigos está desocupado ¿Pero no sería molestia para tu hermano? 

—No no, Mick ama a los niños, se ofreció el mismo a esto. 

—Okey entonces. —terminó por acceder. 

—Bien, puedes venir a la dirección que te voy a mandar y después de que dejemos a Amelia podemos irnos ¿Te parece? 

—Sí, me parece bien. 

Finalizaron la llamada y su corazón se aceleró, Sergio aceptó salir con él hoy. 
—Hacele caso a Mick en todo lo que te diga Lia, y portate bien ¿Sí mi amor? —sonrió al ver a su hija asentir varias veces y besó su frente para despedirla.

—¡Chau papi! —decía la menor agitando su manito haciendo su progenitor la misma seña. 

Los mayores se subieron al auto de Max y emprendieron su camino en dirección al cine a donde irían. 

No tuvieron problema en empezar a charlar cómodamente como si nada, aunque su principal tema de conversación era sobre una personita en especial, o sea, Amelia.

Checo le contaba una que otra cosa que la pequeña supo hacer a más corta edad y las cosas que se le solían ocurrir de vez en cuando. 

El rubio solo lo miraba, contemplando el cariño con el cuál el mayor hablaba de su hija como si fuera lo más preciado que tenía, aunque estaba más que claro que era así. 

Llegaron a su destino finalmente, bajaron del auto y se adentraron al inmenso lugar buscando la sala de la película que irían a ver. Una vez que el encargado les indicó entraron y se sentaron en sus lugares asignados esperando el comienzo de la película en la gran pantalla frente a ellos. 

La pasaron bastante bien, la película que Max eligió para ver le terminó gustando a Sergio y pudo respirar aliviado ante eso. Aunque en la mayor parte de la película se perdía mirando con detalle el perfil del castaño, observando sus lindos ojos castaños y sus rosados labios que se veían tan tentables de besar. 

Salieron una vez finalizada la película, al mexicano se le ocurrió la idea de ir a cenar y el rubio no mostró problema alguno con eso. 

Lo siguió al restaurante que el más bajo quisiera, él lo seguiría hasta el fin del mundo sin importarle nada. 

Ya era bastante tarde en la noche, ambos se encontraban caminando por la plaza del centro que ya estaba bastante desolada a esa hora. 

Conversaban y reían entre ellos, formando un cómodo y agradable ambiente. Max observó una florecita en el suelo, se agachó tomándola y se la entregó al mayor junto con una sonrisa. 

Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora