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Solto un largo suspiro cansado, mordió una vez más la lapicera que sostenía con su mano y miro nuevamente la hoja frente a el.

Tenía que preparar un discurso para la próxima semana por el juicio en el que tenia que estar, además de anotar todos y cada uno de los detalles y argumentos con los cuales iba a debatir.

¿Quien lo mando a estudiar abogacía?

Si bien no se arrepienta de su decisión sobre su carrera, a veces le frustraba el tener que hacer tantas cosas a la vez sin tener un mínimo descanso.

Giro su cabeza en dirección al sofá, sonrió suavemente al ver el cabello de su pequeña, era lo único que podía ver.

Amelia tenía su vasito con jugo de agua, tomaba tranquilamente mientras miraba fijamente el televisor frente a ella viendo los Paw Patrols.

A este punto, a Checo le irritaban cada uno de esos perritos, pero sobre todo esa tal alcaldesa que parecia que sin la ayuda de los caninos no vivia. Era tan exagerada y tonta que le daba una rabia terrible.

Pero bueno, era una caricatura que su hija siempre veía y entendía que era una simple caricatura infantil diseñada para los niños.

Volvió su mirada hasta la hoja viendo como las palabras venían solas a su mente, con una sonrisa triunfante empezó a escribir rápidamente sobre aquel papel.

—Papi.— la voz de su pequeña lo distrajo de su trabajo, bajo su mirada hacia el y lo alzó sentandola sobre su regazo.

—¿Que pasa mi amor?— le pregunta de forma tranquila el mayor, la infante jugó con sus manitos nerviosa.

—¿Cuando va a volve Max?

La pregunta hizo que Checo soltará una risita, Amelia le había agarrado tanto cariño al oficial de policia que hasta pareciara que lo quisiera más que a él.

—Esta ocupado con su trabajo Lia, ¿Lo extrañas?

—Si.— respondió frunciendo sus labios en un tierno pucherito.

—Ya cuando pueda lo volvemos a invitar, ¿si?

—Beno...y papi, ¿a ti te gusta Max? 

—¿C-cómo que sí me gusta Max mi vida?— la pregunta de su hija lo sobresaltó tanto que de la manera más calmada posible intentó articular palabras. 

—E que, el tío Fed dice que como te llevás ta bien con Max, es como si te gustala.— argumentó la niña mirando firme al mayor, este se moría de la vergüenza; y sobre todo, quería matar a Fernando.

—B-bueno.— no sabía qué decirle, porque si le dijera directamente que no era cierto, en cierta parte mentiría. Porque sí, estando al lado del rubio era todo diferente, amaba su sentido del humor o lo dulce que era con Amelia, amaba su voz, su risa, y sobretodo su compañía se le hacía muy cómoda y confortante. 

¿Quería a Max solo como su amigo o como algo más?

Sergio pensaba que había pasado esa etapa de enamoramiento tan repentino, ya que el tener que asumir la responsabilidad de padre a tan temprana edad le hizo ver que no todo siempre es color de rosa. Que no siempre vas a conseguir una buena pareja, te vas a casar, tener hijos y ser feliz con esa persona durante toda tu vida. 

Él se dio cuenta de eso en el momento en que aquella chica con lágrimas en los ojos lo culpaba de su embarazo y decía cuánto odio le tenía. 

Se dio cuenta el día que sosteniendo a su bebé entre brazos veía a la jóven con su mirada cargada de odio, saliendo de aquella habitación del hospital luego de decir un:

"No me pienso hacer cargo de esa cosa que me arruinó la vida, no pensés en buscarme Sergio, no te quiero ver nunca más."

No recuerda cuándo fue la última vez que se enamoró, fue hace tanto tiempo que ni se acuerda quien era esa persona. 

Quizás todo su amor iba directamente a su hermosa hija y por eso no tenía tiempo de fijarse en alguien. 

Pero ahí llegó Max, el oficial de policía a quien la menor saludaba siempre y por el cuál tenía tanta admiración.

Al principio solo lo veía como alguien agradable, luego pasó a sentir "mariposas en el estómago" siempre que lo veía reír con esa dentadura perfecta y brillante. 

Pero no sabía, no sabía qué sentía exactamente, y tampoco pensaba darle toda esa carga de información a su niña

—Puede que un poquito bebé.

Los ojitos de Amelia brillaron emocionados—¿Entoces Max puede sel mi oto papá?— dijo sonriendo de manera ilusionada. 

El mayor comenzó a reír con sus mejillas completamente sonrojadas, al parecer había comenzado a tenerle tanto cariño a Max como su hija ya se lo tenía. 

—No creo mi amor...¿quieres comer galletitas?— dijo rápidamente para cambiar de tema mientras se paraba de su asiento bajando a la niña de su lado.

—¡Sí!— chilló feliz apoyando sus manitos en las piernas de su padre. 

El pelinegro sonrió nuevamente, amaba tanto a su hija, ella es la razón por la que todos los días de su vida es feliz. Solo Amelia puede lograr que su día mejore con solo darle una sonrisa, si su hija se lo pedía, él era capaz de darle el mundo entero. Ama tanto a su bebé porque gracias a él puede seguir adelante todos los días. 

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Papá y el señor policía / Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora