1| SOLO NOSOTRAS

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♠️CAPÍTULO I♠️

Kylie Leithold

― Solo nosotras ― murmuramos al unísono mi progenitora y yo mientras nuestras miradas se encuentran en el enorme espejo de su habitación.

Me giró para verla y es una de esas pocas ocasiones en la que tengo la oportunidad de observar la angustia en los ojos de mi madre. Un perfecto delineado los rodea, sus labios de ese tono rojo que le caracteriza y su larga melena negra recogida a un lado. El color esmeralda de sus ojos me mira fijamente y sin pronunciar una palabra besa mi frente envolviéndome en sus brazos.

Ni una lágrima sale de mis ojos, aunque sienta la necesidad de hacerlo. Mi madre me había enseñado a saber retenerlas y ella era una experta en ello.

Me alejo unos segundos después y solo deja su mano en mi espalda para invitarme a salir de su habitación.

Estábamos mentalmente preparadas para aquella separación momentánea, pero eso no significaba que no íbamos a extrañarnos, al contrario, si pasaría. Siempre habíamos sido solo ella y yo y que llegara mi momento de irme a la universidad complicaba las cosas, aunque ninguna de la dos fuera capaz de decir algo.

Cuando bajamos los escalones de casa, ya mis cosas se encontraban dentro de mi hermoso Audi negro, regalo por mi cumpleaños número dieciocho.

Mamá me acompaña hasta la entrada aún envuelta en su bata de seda negra, que no se note que el negro es nuestro color favorito.

― Enorgullece a mamá, Kylie ― me da un último abrazo permaneciendo de pie en frente de casa.

― No lo dudes ni un momento. Te llamaré en cuanto esté instalada ― dejo un beso en su frente y me alejo con rumbo a mi auto.

― Y, Kylie, ― me detiene antes de que abra la puerta del conductor ― Solo nosotras ― asiento guiñándole un ojo de manera coqueta y subiéndome al auto.

Un nudo se forma en mi pecho, pero no me permito llorar, no era momento para ello, regresaría a casa para navidad y podría llamarla cada que quisiera escuchar su voz. Pongo el auto en marcha y permito que Arianna Grande inunde la radio. Las calles de Oxnard me reciben invadiéndome de recuerdos. Mi primera caída en los patines. Recuerdo que lloraba sin parar al ver la sangre y mamá intentaba calmarme, diciéndome que solo tenía que pensar en algo que me hiciera reír y el dolor no sería tanto, creo que esa fue de la pocas veces en la que he llorado en mi vida.

Conduzco cantando junto a la voz de Arianna ya que no quiero dormirme durante el viaje, Stanford está a cinco horas en auto y fue una decisión mía en que quería hacer aquel viaje sola, haberme ido con mamá solo hubiera alargado nuestra despedida y tomar un avión me estresaría, mi estado de ánimo no estaba para ello.

Me detengo a una hora del lugar por un café, ya que como llegara me registraría y me lanzaría a dormir hasta el inicio de las clases al día siguiente. Tomó un café cargado de leche y regreso al auto, con eso aguantaré hasta llegar.

Cuando llego a la universidad estoy muerta de cansancio, la seguridad de la puerta principal se encuentra enfrente y aunque ya estaba estipulada la hora de mi llegada tengo que explicarle un montón de veces quien soy y mostrarle el permiso que había recibido por parte de la rectora la semana pasada. Ya dentro tendría que esperar hasta mañana para ir a recepción.

Stanford es enorme, literal, es enorme, tengo pena de aquellos que tienen que salir una hora antes para llegar temprano a clases. Hay calles dentro de la estancia como si fuera un vecindario. Por otro lado, estaba plenamente agradecida de no tener que compartir piso con nadie. Me dirijo hasta el aparcamiento, busco el código del garaje revisando las instrucciones de todo el piso. Es de unos tres niveles exclusivo para aquellos que pueden pagar una buena fortuna solo por no tener que dormir con otros. Al entrar observo otros dos coches más y justo un espacio para uno más.

ENGAÑO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora