3. La prisión.

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Llevo un par de horas aquí, es algo raro pero es mejor que el pueblo de Woodbury. Mi madre siempre me cuidó para no caer en prisión o en algún reformatorio, se reiría en este momento. Miraba la pared de donde estaba la cama, mi espalda daba a la puerta de la celda.

-Hola...- escuché.

Volteé, era un niño con sombrero de sheriff. Me senté en el borde de la cama.

-Hola, ¿quién eres?- contesté.

-Me llamo Carl. ¿Y tú?

-Todos me dicen Queta.

-¿Por qué?

-Mi nombre es Enriqueta, pero no me gusta.

Tenía el rostro confundido. Detrás de él llegó el líder. Entró a la celda, en confianza.

-Hola, Queta, ¿verdad?- empezó.

-Sí, a decir verdad no sé cómo te llamas.- confesé.

-Rick Grimes.- se acercó para estrechar las manos.

-Un gusto.

Se iba a sentar en el borde, a un lado de mi cuando comenzaron los gritos y disparos, corrimos al patio, vimos al gobernador disparando hacia nosotros, tenía un parche en uno de sus ojos, lo intenté, fue lo que dijo Michonne cuando me contó sobre mi madre.

Comencé a disparar hacia ellos, Rick y otros más, incluída Michonne corrieron al rescate de un anciano, de pronto llegó Merle y su hermano auxiliando a Rick, hubo varias personas que habían sido víctimas de los disparos, unos lloraban, las camionetas de Woodbury se fueron.

(...)

Merle estaba en una celda lejos de todos, los demás comíamos en el comedor de algún bloque que tenía la prisión. Conocí a todos, me presenté y todos aquí eran amables conmigo. Me contaron un poco sobre su vida en estos tiempo de apocalipsis.

A veces sentía la mirada penetrante de Rick, cuando lo veía se volteaba, no me molestaba ni era incómodo, estaba acostumbrada a recibir miradas de los lugares a donde iba. Mi madre siempre me dijo que era una niña que se había desarrollado muy pronto y tenía las curvas de una joven latina, pero sobre todo, ella decía que mis ojos eran hipnotizantes, la verdad nunca le creí y crecí con complejos toda mi vida, pero era cierto que gente intentó abusar de mí, y era una realidad que hubo quienes lo lograron.

Cuando quité la mirada de él, Hershel me estaba mirando, sentí que hacía algo malo pero no sabía qué.

Cuando todos fueron a hacer sus labores del día, salí un momento al patio principal, miraba a los muertos a lo lejos, Beth llegó y se puso a mi lado.

-Todo esto es una mierda, ¿no es así?- dijo.

-Lo es.

-Antes de todo esto solía quejarme de mi vida, odiaba la escuela, tenía problemas con mis amigas, no sé, todo era malo, ¿sabes? pero hoy extraño esa vida.- me dijo de pronto.

-Lo lamento tanto.

-¿Por qué?

-Yo nunca odié mi vida, me gustaba mucho cómo era tal cual estaba.

Se quedó en silencio.

-Lo siento... Yo nunca tuve problemas en la escuela, era muy amigable, mi mamá era mi mejor amiga, mis abuelos siempre estuvieron presentes toda mi vida, y si bien no conocí a mi padre, sé que él me amaba.

-¿Qué pasó con él?

-Murió al cruzar la frontera, mi mamá estaba embarazada de mí, pero lograron salvarnos.

-Entiendo. Es agradable tener a alguien de mi edad con quién platicar.

No dije nada, luego se fue. El silencio era tan raro, Daryl me pidió ayudarlo a levantar algunas rejas que se habían caído con el impacto de las camionetas del gobernador. Ninguno de los dos dijo nada.

Ambos empujamos un enorme palo que sostendría el peso de los muertos así como para enderezar la reja.

Estaba viendo su rostro desde su perfil izquierdo, veía su ceño fruncido.

-¿Qué miras?- fue tan repentino su reclamo que me sobresalté.

-Lo siento.- susurré.

-Vi cuando el gobernador mató a tu madre, la escuché decir tu nombre...

Me volteé, lloré en silencio.

-Si te consuela un poco, nadie de aquí tiene a su madre con vida. Muchos la perdimos antes de todo esto.- dijo en voz baja.

-No sé qué voy a hacer sin ella.-lo abracé y lloré en su pecho.

No sentí su abrazo de regreso y tampoco dijo nada, no lo esperaba pero me sorprendió al ver que no lo hizo.

-Estarás bien, encontraste a una buena familia con nosotros.- me abrazó.

Luego de llorar un poco me alejé de él.

-Perdón, apenas nos conocemos y ya te llené de mocos.- comenté, apenada.

-Sí, es asqueroso, pero ambos estamos en esto, juntos.

-¿Por qué eres así conmigo?

-Eres una niña, perdiste a tu madre hace poco, eres tierna y cuidaste del asiático y su novia. Tengo que agradecerte de algún modo por eso.

Sonreí, es bueno tener a alguien.

-Gracias...

(...)

Rick reunió a un grupo de personas, yo me quedé con el anciano de una pierna, la bebé y el adolescente incomprendido, sentía que me dejaban con los débiles, yo podía hacer más que hacer de comer y cuidar en una torre alta.

Me acerqué al círculo, me miraron y Rick, con su ceño fruncido me preguntó:

-¿Qué haces aquí?

-Quiero ayudar.- respondí.

-No es necesario, somos suficientes, puedes regresar con los demás. Estarás a salvo con ellos.

-Puedo limpiar bloques, sé defenderme de los muertos, sé disparar un arma, usar mi machete y soy rápida, puedo hacer más que quedarme sentada.

-No lo discutiré más, no estarás con nosotros, debes protegerte a ti misma.

Me sacó del círculo, me dio la espalda y siguieron hablando. No debía demostrarle nada a nadie, pero mi espíritu competitivo me llevó a un bloque dentro de la prisión.

-¡Queta!- gritó el anciano detrás de mí. Tomé mi machete y dejé el arma en la escalera. Cerré la reja detrás de mi para que no entrara nadie a detenerme o algún muerto a comerse a los demás.

Metros más adelante encontré la puerta de la que hablaban, era el bloque que deseaban limpiar, los muertos enseguida chocaron con ella, rompí el débil candado y abrí las cadenas.

Comenzaron a salir, rebané el cráneo del primero, luego encajé el machete en la cabeza de otro, casi exactamente a la mitad, seguí así una y otra vez, pateaba a algunos para hacerlos para atrás, la sangre salpicaba por todas partes, me dolían los brazos y las piernas del esfuerzo sobrehumano que llegué a hacer.

-Nada más a mí se me ocurre...- dije en voz alta. Cansada de matar a los muertos, tomé un palo de escoba que estaba ahí, lo rompí a la mitad y con uno en cada mano aceleré mi matanza.

La respiración agitada, los palos llenos de sangre, mi ropa y rostro estaban salpicados de sesos, me recargué en la pared, estaba agotada, regresé al bloque principal, abrí la reja, limpié mi machete en mi pantalón y al subir la mirada todos me veían.

-Ya quedó aquel bloque.- miré a Rick, le sonreí.

Le di mi machete.

-Muero de hambre, no lo ensucies.

Caminé hasta la cocina, Daryl me sonrió y me dio dos palmaditas en la espalda.

(...)


No puedo creer que logré subir dos el mismo día, merezco sus votos, bebxs <3

Lo Prohibido || Rick G. & TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora