Capítulo 9

38 4 2
                                    

Los días transcurrían, y la conexión especial entre Leo y yo se volvía más evidente con cada encuentro de nuestras miradas. Después del momento en su habitación, las cosas cambiaron, pero de una forma que nos acercó más. Nuestros encuentros casuales por el instituto se volvieron cada vez más frecuentes, y aunque no habíamos hablado explícitamente sobre lo que sucedió, la tensión inicial se había ido, dejando paso a una cómoda complicidad.

Una tarde calurosa, mientras caminaba por los pasillos del instituto, vi a Leo en su taquilla. Sus ojos encontraron los míos, y una sonrisa amistosa iluminó su rostro. Decidí acercarme, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

— ¡Hola, Leo! ¿Cómo estás? — saludé, tratando de parecer relajada.

— ¡Hola, Andry! Estoy bien, ¿y tú? — respondió con una sonrisa sincera.

— También bien. ¿Te apetece dar una vuelta por el parque después de las clases? — propuse, intentando ocultar la tensión que sentía.

— ¡Claro! Me encantaría. — aceptó con entusiasmo.

Después de esto le sonreí i me fui a la clase que me tocaba ahora; biología. Hoy era clase teórica y digamos que no me pude concentrar del todo. Habían muchísimas preguntas en mi mente, como: ¿Como se lo iba a decir? ¿Que pasaba si había entendido mal la situación y él no quería nada conmigo? ¿Después de preguntarle si quería ser mas que amigos que debía hacer?

Después de las clases, le envié un mensaje para saber donde estaba y poder ir hacia allí pero justo al instante que lo envié me lo encontré, resulta que me había venido a buscar. Luego nos dirigimos al parque. Nos sentamos en un banco, disfrutando del sol y la brisa suave. Sin embargo, a pesar de la familiaridad que compartíamos, la conversación se volvió un poco torpe.

— Sobre lo que pasó la otra vez... — comencé, pero mis palabras se trabaron.

Leo me miró con curiosidad, y pude notar que también le costaba encontrar las palabras adecuadas.

— Sí, yo también estaba pensando en eso. — admitió, rascándose la nuca.

La tensión entre nosotros aumentó, y por un momento, parecía que habíamos vuelto al silencio incómodo de su habitación.

— Quiero decir, fue... inesperado, pero no puedo negar que me gustó. — confesó Leo, mirando hacia el suelo.

— Sí, a mi también... me gustó. — admití tímidamente, jugueteando con mis dedos.

La ironía de la situación nos hizo reír nerviosamente. Ambos queríamos decir más, expresar lo que sentíamos, pero la vergüenza y la inexperiencia se interponían en el camino.

— ¿Qué pasa ahora? — preguntó Leo, sus ojos buscando los míos en busca de respuestas.

— No lo sé. Quiero decir... ¿nos gustamos? ¿Queremos ser más que amigos? — solté, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza.

Leo suspiró, como si también estuviera lidiando con sus propios pensamientos.

— Andry, me gustas mucho, más de lo que imaginé. Pero nunca he estado en una situación así, y no sé cómo... — titubeó, buscando las palabras correctas.

— Yo tampoco lo sé. Pero creo que deberíamos averiguarlo juntos, ¿no? — sugerí, deseando que la incomodidad se disipara.

La complicidad que compartíamos estaba ahí, pero dar el siguiente paso requería valentía. Nos quedamos en silencio por un momento, como si estuviéramos sopesando la posibilidad de cruzar esa línea invisible que separa la amistad de algo más.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 26 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Días sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora