Tormento

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Todo era silencio en aquella habitación a la que Marcela llamaba comedor, o eso era lo que decía que era. La vida de una mujer soltera muchas veces te la pintan como que sus apartamentos son lugares ordenados que ni una molécula de polvo se atrevería a estar... Pero, la realidad era otra, o al menos, durante esos cuatros días donde no le importo nada mas que libar alcohol.

Ahora, estaba allí sentada entre cajas de pizza, tomando un caldo de pollo hecho por Betty, mientras esta, se encargaba de limpiar un poco el alrededor. Luego de lo acontecido en su dormitorio, la presidenta se levantó de sus piernas sin decir una palabra, tomó la bandeja para calentar la comida de nuevo y salió hacia la cocina sin más. Marcela sabía que tenían que hablar, prácticamente se le declaró hace unos minutos, y no es que se arrepintiera, pero vio a Betty besar a Armando el viernes y ahora a ella...

«¿Tengo esperanzas o solo la tomé con la guardia baja?».

«¿Besaré mejor que Armando? Bueno, si me pongo a comparar, cualquiera lo hace mejor que él... Dios, ¡¿realmente existió una época donde deseé sus besos?!».

Esos, y otros pensamientos más, inundaban su cabeza como un carrusel, a la vez que intentaba no ser tan obvia con su mirada siguiendo a la presidenta, que ahora, bebía un té de verde recostada en la encimera.

El silencio era pesado e incómodo, honestamente ya había perdido el apetito y eso que estaba muy bueno el caldo. Tenía que comenzar a hablar ahora o si no, entre más tiempo pasara, peor sería para ambas, por lo que se levantó a dejar el plato y fregarlo. Todo bajo el completo escrutinio de Betty, que no perdía detalle en el movimiento de las caderas de Marcela, la cual, llevaba puesto un suéter ancho en negro, con las palabras "Ellos no saben que nosotros sabemos que ellos saben que nosotros sabemos." y más en pequeño "Friends". Dato que la tomó por sorpresa, no esperaba que la gerente fuese fan de esa serie gringa.

Cosa que sacó de su mente, ya que había un buen par de razones para ello.

Marcela fregaba los trastes inocentemente, sin ser consciente de la mirada de la otra dama en sus piernas desnudas. Obviamente la gerente llevaba un pantalón corto debajo del suéter, pero eso no quitaba que esas largas distracciones tuvieran a Betty rezando tres padre nuestro, o que se estuviese planteando someterla por la espalda y... Si. La mente de Betty iba a mil y su lado racional evitaba que hiciera alguna locura.

—¿Planeas decirme el motivo que te indujo a beber como desquiciada? —preguntó la presidenta, para que su mente se centrara en otra cosa.

Marcela por su parte guarda silencio, meditando si debía decirle o no sus motivos. Ya se había expuesto demasiado y no quería que pensara que era una idiota, que si lo era, pero no más de la cuenta.

—No es de tu incumbencia —responde Marcela cruzándose de brazos, mientras se recostaba en el fregadero.

—¿No es de mi incumbencia? —bufa molesta—. Dado el estado en que te encontramos y que Patricia tuvo que darte un baño, mientras yo limpiaba tu apartamento, creo que si merezco uno.

—En todo caso, le daré los motivos a Patricia y tu solo deberías conformarte que fue por temas personales —apartó la mirada. Sus mejillas se inflaron ligeramente.

Betty quería darle un bofetón. Detestaba cuando se ponía así de caprichosa, y para evitar recurrir a lo primero, se ajusta las gafas en su nariz intentando aliviar ese impulso.

—¿Cuáles temas personales?

—¿Tengo que decirlo?

—¿Puedes dejar de responder con más preguntas?

Diabla [Marcetty Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora