Días después.
Hoy es el peor día de mi vida.
¿Por qué?
Razón número uno: Anoche volví a soñar con Philippi y desperté muy, demasiado acalorada para mi gusto. Razón número dos: El rey nos ha invitado a Edgar y a mí a una cena en el palacio.
Así que en este preciso momento estoy entrando por la gran puerta real. Estoy sola pues Edgar me dejó dicho que se demoraría por cosas del trabajo. No me agradaba mucho la idea de venir aquí, pero no quería levantar sospechas con mi prometido. No sé qué rayos me hizo este hombre. Meterme en problemas por su puesto.
—Buenas tardes, mi lady.—me recibe una mucama.
—Buenas tardes.—respondo a la defensiva.
—Su majestad la espera en la terraza.—se abre camino por el largo pasillo.
Los nervios se hacen presentes mientras la sigo a la terraza. Nunca he venido al palacio real. Mi padre sí, ya que él tenía negocios con el antiguo rey. Todo es precioso, las paredes contienen detalles dorados y azul royal.
Llegamos al lugar de destino, la mucama sale con una reverencia. Echó una ojeada al lugar, hay una amplia mesa con sillas de cobre. La vista es preciosa pero lo que más llama mi atención es la figura alta e imponente vestido de negro en el balcón. Aclaro mi garganta provocando que fije sus intimidantes ojos azules sobre mí.
—Buenas tardes.—digo ocultando mis nervios.
—Querrá decir noches, son más de las siete.—ladea la cabeza mientras me repara.—creo que unas clases de modales le vendrían bien.
Pongo los ojos blanco mientras concentro mis ojos en otro lugar.
—¿Sabe que es de muy mala educación poner los ojos en blanco?
—Puedes ya dejar de fingir que todo anda normal.—le digo cansada.
Él frunce el ceño y se acerca lentamente.
—¿A qué se refiere?—dice haciéndose el desentendido.
—Usted sabe.—fijó la mirada a un lado cuando su presencia me abraza sin dejarme escapar, sus ojos buscan los míos pero yo me resisto de todas las formas posibles.
—Solo intento que las cosas sean normales y sigo con mi vida, así como usted lo dispuso. Pero eso será imposible después de tener la mejor noche de mi vida contigo, Isabel.
Oírlo decir mi nombre envió un latigazo a través de todo mi cuerpo, pero verlo ahí frente a mí, contemplándome como si de la joya más hermosa del mundo se tratase me mato al instante. Con sus suaves dedos acarició la parte descubierta de mi hombro sin dejar de mirarme fijamente. Sus caricias eran suaves como la brisa de la mañana. Su mirada bajó a mis labios entre abiertos por la anticipación y las ganas que me atravesaban.
Estábamos tan cerca que podíamos respirar el mismo aire, sus manos estaban en mis caderas dejando leves caricias con sus pulgares. Sé que esto está mal, porque yo estoy comprometida y él es el mejor amigo de mi prometido y rey de mi nación, pero esto se siente tan bien que no puedo evitarlo. Y me odio por eso.
El sonido de la puerta abriéndose me hizo separarme rápidamente de él. Mi monarca me miró con mala cara mientras yo le articulaba con los labios un "No nos pueden encontrar juntos" a lo que él sonrió de lado.
—Adelante.—respondió con autoridad.
Un chico joven entra con una charola de comida, deja la comida sobre la mesa. Hace un ademán de marcharse pero se detiene al verme, me mira con asombro reparando todo mi cuerpo. Sonríe al mirar mi pecho. ¿Qué mierda? El rey lo mira con detenimiento y luego cae en cuenta sus intenciones para conmigo.
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Cautivando a Lady Brownbear
RomanceIsabel Brownbear, la envidia del reino, parece tenerlo todo: belleza, una vida de ensueño y al codiciado novio, Edgar, capitán de la guardia real. Sin embargo, su vida perfecta se ve amenazada cuando comete un acto de traición hacia Edgar. El rey Ph...