—Lo siento señorita pero no la conozco.—digo apurada.
—No me conoces pero pronto lo harás.—me mira de arriba a abajo.
—No estoy para juegos estúpidos. Tengo cosas más importantes que hacer. Con permiso.—Retomo mi caminata ignorando a la misteriosa mujer.
—Yo te puedo ayudar a salir de la farsa en la que te encuentras, Isabel.—grita más no le tomo importancia.—Yo se muchas cosas que te pueden interesar, Isabel. Tiene que ver con Edgar.
Me detengo al escuchar eso último. Me doy la vuelta.
—¿Qué sabes tú de mi prometido?—le preguntó llena de curiosidad. Ella camina a mi nuevamente.
—Si quieres que te cuente toda la verdad tenemos que aliarnos.
—No confío en ti, seguramente estás mintiendo, ni siquiera te conozco.—levantó la barbilla.
—Ni yo confío en ti, y tampoco te conozco. Pero hago esto para ayudarte a que sepas toda la verdad y dejes de vivir en esa estúpida burbuja que Edgar te pinto Isabel.
Sus palabras siembran una duda en mi. Y recuerdo lo que me dijo Elena cuando estaba en el palacio. Insinúo que Edgar me ocultaba algo. ¿Y si esta mujer sabe qué es?
Debo averiguarlo y si esta mujer es la clave para saber la verdad aceptare.
—Ok Monica, habla.—me cruzo de brazos.
—No tan rápido querida. Tengo un viaje que hacer lo que quiere decir que no estaré aquí.—estará mintiendo esta mujer ¿o querrá florines?
—¿Es florines lo que quieres?
—Claro que no Isabel, solo quiero abrirte los ojos.
—Entonces habla de una buena vez.—digo cansada.
—No me creerás si no tengo pruebas, ¿O si?—buen punto.
—¿Cuánto tiempo estarás de viaje?
—Cuatro días. Para entonces prometo venir con todo lo que necesitas para saber la verdad.
—Espero que no me estes mintiendo.—digo con determinación.
—Eso jamás, lady Brownbear.—hace una reverencia y se marcha.
Que chica ni más extraña. No sé cómo le creo a esta chica pero de todas formas la incertidumbre de que Edagar me esté ocultando algo está aquí. La siento. Y si es así lo tengo que averiguar.
Y si esa chica sabe algo me lo dirá, me encargaré de eso.
Llegó a casa de Peyton, afuera está el carruaje de Philippi. Hago el ademán de entrar a la casa pero alguien me toma del antebrazo.
—Buenas noches muñeca.—Philippi me rodea entre sus brazos y me besa. Dios, me encanta que me diga muñeca. Me separo de él.
—Alguien nos puede ver.—lo miro y se encuentra en un pulcro traje que combina a la perfección con mi vestido.
Me toma de la mano y nos llevó a su carruaje.
—¿Dónde está Peyton y Matías?—preguntó al no verlos por ningún lado.
—Ya se fueron al teatro.
—¿Cómo? ¿No iríamos juntos?—pregunto desconcertada.
—Cambió de planes muñeca, te quiero para mi. Al palacio.—le dice al cochero. La decepción se apodera de mi.
ESTÁS LEYENDO
Cautivando a Lady Brownbear
RomanceIsabel Brownbear, la envidia del reino, parece tenerlo todo: belleza, una vida de ensueño y al codiciado novio, Edgar, capitán de la guardia real. Sin embargo, su vida perfecta se ve amenazada cuando comete un acto de traición hacia Edgar. El rey Ph...