Días después.
Philippi.
Tomó los senos de Isabel y los introduzco en mi boca, ella se mueve rápido sobre mi sosteniéndose de mis hombros. Ella echa la cabeza hacia atrás mientras gime sin control.
La imagen solo hace que apriete la mandíbula para no llegar antes.
—¡Sí!—ella sonríe mientras salta sobre mi miembro.
La tomó de las mejillas con una mano y chupo sus labios, mi otra mano va a su cuello donde dejó leves apretones.
—Eres mía.—le digo con autoridad.
—No lo soy.—dice con mirada desafiante, pero sonriendo.—soy de Edgar.
Mi pecho se calienta ante esa confesión. Malcriada de mierda. La quito de mi y la aviento sobre el colchón con dureza, sin hacerle daño.
Me coloco sobre ella abriendo sus piernas hasta que ella hace una mueca. Sonrío. Me clavó en ella sacándole un grito de lo más profundo de su garganta. Me sigo clavando en ella como un animal, ella sonríe rodando los ojos.
—¡Justo así!—se muerde el labio, sus manos van a la parte de atrás de sus muslo para levantarlo para mi.
Cuando su respiración comienza a tornarse desesperada y suelta incoherencias de su hermosa y venenosa boca, se que está por explotar. Así que me detengo.
Ella abre mucho sus ojos cuando ve que me levanto de la cama y voy directo al baño con mi miembro aún erecto. Entro a la ducha con ella pisándome los talones.
—¿Qué mierda te sucede?—dice roja del enojo.
Yo la ignoro y abro la ducha dejando que el agua caiga sobre mi cabello largo, ya es hora de cortarlo un poco.
—¡Philippi!—se queda justo a unos centímetros de mí, yo bajo mi mano a mi elección y la acarició despacio.—¿No piensas responderme? ¿Piensas dejarme así?
Dice desesperada. Yo la miro y... mierda. Una punzada de placer me ataca al ver el enojo que la corroe.
—Dile a Edgar que termine lo que empecé.—es lo único que digo sin dejar de acariciarme.
—Eres un inmaduro.—se cruza de brazos levantando sus esbeltos pechos para que los vea. Manipuladora.
—La inmadura eres tú que mencionas el nombre de ese cuando estamos en medio del sexo.—voy más rapido con mi mano provocando que me sostenga de la pared de la ducha. La furia del momento hace que sea más intenso.—y peor aún dices que eres de él. Así que si quieres que alguien te ayude a terminar, ve y dile a él.
—Esto es ridículo.—dice con mala cara.
—Se ve que la falta de orgasmo te está afectando.—digo en un hilo de voz sin dejar de mirarla a los ojos, ella baja sus ojos a mi elección y se muerde los labios.—todo lo que deseas puede suceder si te retractas de lo que dijiste hace un momento.
—Si crees que voy a rogarte estás muy equivocado.—me mira desafiante.
—¿Y quién dijo que quiero que me ruegues, muñeca.—me lamo los labios viendo sus senos, erectos buscando mi atención.
—Quedarme aquí cuenta cómo eso, mejor me voy.—sale de la ducha lentamente. Voy detrás de ella.
La estampo contra el lavamanos y me coloco detrás de ella.
—Eres muy valiente para soltar esa ridiculez pero no para enfrentarte a las consecuencias.—le digo al oído dejando un beso ahí. Ella cierra fuerte los ojos e inspira hondo levantando su torso.
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Cautivando a Lady Brownbear
RomansIsabel Brownbear, la envidia del reino, parece tenerlo todo: belleza, una vida de ensueño y al codiciado novio, Edgar, capitán de la guardia real. Sin embargo, su vida perfecta se ve amenazada cuando comete un acto de traición hacia Edgar. El rey Ph...