Capítulo 12

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Philippi.

Llevó a Isabel al centro del salón donde yace una cama que mande a traer especialmente para ella. Hoy quiero que esto sea diferente, ya lo hemos hecho de la manera más salvaje y carnal, pero hoy siento la necesidad de ser más sutil y lento.

Necesito adorarla, venerarla. Ella se lo merece.

Nunca siento esta necesidad de recalcar a una mujer lo hermosa que es. Con Isabel es diferente, Dios, todo con ella es nuevo y diferente. A veces cuando no puedo dormir me quejo con la vida por no ponerla en mi camino hace ya muchos años.

Todo sería diferente, no tendríamos que escondernos ni mentir en cuanto a que tenemos algo.

La dejó sobre la cama mientras me quito el saco bajo su atenta mirada, esos ojos. Tan verdes como si de una piedra de esmeralda se tratara, su cara dulce y sus regordetas mejillas. Tengo el impulso de ir y morderle toda la cara mientras la lleno de besos.

Me deshago de toda la ropa que llevo puesta, Isabel ahoga un suspiro ante mi cuerpo desnudo. Me arrodillo ante ella y le quitó el calzado reposando un beso sobre sus tobillos. Levantó su vestido dejando al descubierto sus hermosos muslos.

Los beso despacio mientras los acaricio con mis manos, Isabel se inquieta bajo mi tacto cosa que me insta a seguir. Ella se acuesta sobre la cama y abre sus piernas inconscientemente. Me sitúo en el centro de su cuerpo y deslizó su ropa interior por sus esbeltas piernas. Subo el vestido hasta su cintura y me adentro en su intimidad saboreando todo a mi paso.

Ella se estremece gritando mi nombre sin parar. Nunca me había gustado tanto mi nombre como ahora. Tomó la cara interna de sus muslos con mis manos y los empujó hacia arriba, ella sostiene sus rodillas para dejar sus piernas así y facilitar el acceso. Me encanta la manera en la que nos conectamos en la intimidad.

Cierro los ojos saboreando como si de la boca de Isabel se tratara. Aumentó la velocidad de mi lengua para darle lo que tanto desea, ella mueve sus caderas al ritmo de mi lametones totalmente deseosa e inquieta.

Explota en una nube de éxtasis que la deja sumida en el aire por unos minutos. Desciendo y me coloco sobre su cara apoyándome de mis codos, tiene los ojos cerrados y respira entrecortadamente.

—¿Sigues viva?—preguntó acariciando su cuello con la punta de mi nariz.

—Más que nunca.—ríe.

—Perfecto, porque aun no he acabado contigo.—me pongo sobre mis rodillas y le quitó el vestido junto con el sujetador.

—¿No?—me mira totalmente desnuda. Dios. Nunca me cansaré de esto.

—No, muñeca.

Me coloco sobre sus piernas y las abro para mí, tal visión me hace quedarme así admirándola como un poseso. Reacciono y me acerco a ella hasta que nuestros labios se entrelazan. Sus suaves labios le dan la bienvenida a los míos mientras que su lengua acaricia la mía con deseo. Ella acaricia mi espalda de arriba hacia abajo provocando una ola de éxtasis en mi.

La punta de mi erección roza su intimidad haciendo que detengamos el beso como recordatorio de que otras partes de nuestros cuerpos necesitan atención. Tomo mi miembro y lo sitúo tal y donde quiero. Empujo despacio sin quitarle los ojos de encima a Isabel.

Su expresión se desencaja de placer mientras admira como nuestros cuerpos se unen. Me adentro por completo en ella y la beso con profundidad mientras muevo mis caderas lentamente, nunca lo he hecho así, y mierda, es una maravilla.

Cautivando a Lady BrownbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora