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Topkapi
1609

Tras enterarse del embarazo de Aysel, el sultán Ahmed sintió una mezcla de alegría y esperanza que rompía momentáneamente la oscura sombra que se cernía sobre el palacio. La noticia se expandió entre los muros, y las felicitaciones resonaron como un eco de optimismo, por la reciente pérdida no se pudo festejar a lo grande, pero Aysel fue beneficiada con oro, joyas y varios regalos.

Sin embargo, la felicidad efímera se desvaneció cuando la sultana Azra, portadora de la verdad, buscó al sultán para revelar la trama maquinada por Kosem.

—Sultana, ¿qué noticias me traes hoy?—Un alegre sultán recibió a su querida bisabuela.

—Ahmed, mi querido sultán, tengo algo grave que contarte.

El ceño del sultán se frunció, casi nunca recibía malas noticias por parte de la sultana y eso era algo que le preocupaba.

—¿Qué sucedió?

Azra, con firmeza y determinación, le relató los eventos que llevaron a la muerte de la criada y la traición que acechaba entre los rincones del palacio.

—Kosem, intentó envenenar a Aysel, la madre de tu futuro hijo.

—¿Qué?—Su voz parecía desvanecerse, no podía creer algo así.—¿Como está segura de eso?

—Parece que la envidia y la ambición han nublado su juicio. Aysel está embarazada y Kosem no puede soportar la idea de que nazca otro heredero.

Ahmed, impactado por la revelación, sintió cómo el peso de la responsabilidad se posaba sobre sus hombros.

—No puedo creer que Kosem haya llegado a tal extremo.—Se quejó lleno de ira.

Pronto la sultana posó su mano en el hombro del padisha transmitiendo la calma que necesitaba, sabía que decir en ese momento.

—La traición puede surgir de los lugares más inesperados, Ahmed. Pero debes enfrentar esta realidad y tomar decisiones sabias para proteger a tu familia y tu reino.

El sultán la observó, expectante a su consejo, era un secreto entre ellos que Azra influyera en sus decisiones y el no temía escucharla pues siempre se mostró leal a él a diferencia de otras personas de su familia.

—La justicia debe prevalecer sobre la ira, Ahmed. Considera cuidadosamente las consecuencias y asegúrate de proteger a Aysel y al hijo por nacer.

—Kosem será castigada por lo que ha hecho.

Y sin más que decir, Ahmed marchó molesto hacia los aposentos de su consorte, con su juicio nublado no le importó que sus hijos estuvieran presentes en brazos de las criadas, ahí estaba la mujer que alguna vez amó, la belleza Griega que se había adueñado de su corazón, la madre de sus príncipes vestida todavía de luto y con su mirada perdida.

—Ahmed...—Murmuró con lágrimas en los ojos, intenta acercarse en busca de consuelo, pero el la detuvo con un ademán.

—¿Como intentaste algo tan atroz como eso? ¡¿Quien crees te que eres?!

Ella se quedó en su lugar, y solo pudo mirar a sus criadas pidiendo que se lleven a sus príncipes.

—¿Como puedes mirarme a los ojos luego de intentar envenenar a mi esposa?

—No puedo creer que pienses que soy capaz de algo tan malvado.—Mintió.

—Debes enfrentar las consecuencias de tus acciones.

Kosem, enfurecida y desesperada, intenta tocar el brazo de Ahmed, pero él se aparta firme.

—Debes marcharte. No permitiré que tu resentimiento dañe a mi familia ni a mi reino.

—Ahmed, por favor, escucha... No puedo vivir sin ti. Lo que te han dicho es una mentira, buscan perjudicarme.

—No puedo arriesgar la seguridad de Aysel y el hijo que espera.

—¡No puedes hacerme esto! ¿No significa nada todo lo que hemos compartido?

—Kosem, por favor.

—Ella solo vino a arruinar mi vida, nuestro amor... La conoces mucho menos tiempo del que me conoces a mi y aún así la amas más.

—¿De que amor hablas? Tú mataste nuestra amor, mataste a mi confianza, mataste el cariño que sentía y peor aún, para nada.—Apretó la mandíbula con rabia.—No quiero verte, mañana por la mañana te irás al viejo palacio.

—Ahmed...—Hizo un último intento, pero fue en vano.

Kosem sin poder más se sentó en la cama a llorar, sintiéndose rota por primera vez en muchos años.
Con la autoridad que su posición le otorgaba, Ahmed anunció el castigo de Kosem. El destierro al viejo palacio se convirtió en la condena que pesaría sobre ella, antes de ser llevada lejos, lanzó una mirada llena de odio hacia Aysel, quien, a pesar de la tragedia que la rodeaba, mantenía la calma.

—Algún día, Aysel, te arrepentirás de haberme visto partir con vida. La venganza será mi única compañía en este destierro.—murmuró Kosem con una determinación que resonó en el aire.

Mientras Kosem era escoltada al viejo palacio, el sultán, con el peso de las decisiones difíciles marcando su rostro, miró a Azra agradecido por su valentía al desentrañar la traición. El palacio, marcado por la partida de una de sus esposas y la sombra persistente de la intriga, se sumía en un capítulo oscuro de su historia.

Tan pronto como Kosem se marchó, Osmán y Mehmed quedaron al cuidado de Aysel quien inexperta necesitaba la ayuda de más de un par de criadas. La maternidad, en lugar de ser un período de gozo, se volvía un desafío lleno de incertidumbre y peligro.

—Aysel, entiendo que estos días no han sido fáciles para ti. Quiero que sepas que cuentas con mi apoyo en todo momento.—comentó Azra con sinceridad, mirando a Aysel con compasión.

Aysel, agradecida por la presencia solidaria de Azra, asintió con tristeza cargando al príncipe Mehmed en su regazo.

—La felicidad y la tragedia parecen entrelazarse en mi vida. El veneno y la traición amenazan constantemente nuestra paz —susurró Aysel.

Azra tomó la mano de Aysel con gentileza, expresando así una conexión que iba más allá de las complicaciones del harem.

—No estás sola, Aysel. Mi deber es velar por la estabilidad del harem, pero también estoy aquí para asegurarme de que tú y tu hijo estén a salvo. Juntas enfrentaremos estos oscuros tiempos —aseguró Azra, comprometiéndose a ser un pilar de apoyo.

Derniere danse ii |Sultan Ahmed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora