Capítulo 1-19: Ella

0 0 0
                                    

— Entonces, te viniste aquí porque tus padres buscaban trabajo, y te inscribieron en un colegio bilingüe. Para no desentonar demasiado. — dijo mientras soltaba una risita y parecía reírse de algo — Aquí había varias amigas tuyas del antiguo colegio de Inglaterra, que también vinieron. ¿Por eso te viniste aquí?

— En realidad, fue porque ellas vinieron antes. Se corrió la voz de que había un lugar, una urbanización con gente extranjera que se trasladó a España en busca de trabajo. Una cosa llevó a la otra y acabamos en la misma universidad. Y por eso estoy ahora aquí. Me toca, cuéntame algo sobre ti.

— Yo no tengo una vida tan emocionante como la tuya. — contestó tan rápido y tan tajante que pensé que estaba enfadado.

Nos quedamos en silencio, escuchando los pajarillos piar de fondo. íbamos andando por el paseo entre las facultades.

— La verdad, no sé por qué te estoy contando esto. — musité más para mí misma que para Aytor. Lo acababa de conocer y ya me preguntaba sobre mi familia y cuantas cosas más y yo le respondía como si no pudiera evitarlo. Yo era desconfiada por naturaleza, pero parecía que podía contarle todo. ¿Por qué?

— Puede que quieras contármelo, puede que quieras que seamos amigos... Aparte de todo eso del secuestro. — agregó mirándome. Su semblante ahora estaba más relajado. — O que estés ligando conmigo.

Yo me giré ofendida. Bueno, tampoco tenía porque ofenderme, pero me hice la ofendida.

— Yo vine aquí hace poco. Mis padres son de Grecia, como mis abuelos, pero yo nací aquí. Sé hablar inglés y español de la misma forma. Y poco más...— explicó en susurros con la mirada vacía.

Me señaló un banco bajo un gran árbol cargado de hojas.

— Parece costarte hablar sobre tu familia...

— Oh, no te preocupes. No es eso... — se giró en mi dirección y me regalo una sonrisa. — ¿Te apetece que siga con mi interrogatorio?

— ¿Acaso lo has terminado en algún momento? — bromeé.

— Razón tienes...

— Debería irme. — me excusé sincera. — No es una excusa, de veras me lo he pasado genial

— Deja que te acompañe. — hizo ademán de levantarse.

—No es necesario. — de un salto me puse en pie y negué con ambas manos mientras caminaba hacia atrás. — sé llegar a casa sola.

— Insisto. — clavó su mirada en mis ojos y supe que tenía que dejarle acompañarme a casa.

Andamos en silencio tras bajar del tren, yo pensando en cómo había aceptado tan rápido en enseñarle dónde vivía. Yo era cabezota de por sí.

Me miró y sonrió de nuevo de esa manera que, ahora sí, estaba segura empezaría a volverme loca.

— ¿Está por aquí tu casa?

Miré las casas cercanas y me di cuenta de que era mi vecindario. No sé cuándo llegamos hasta mi casa y tampoco sé cómo pues yo no sabía ni por dónde estaba caminando ya que sólo era consciente de la delicada presión que su mano hacía con la mía cuando se rozaban.

Y él no sabía dónde yo vivía.

Nos paramos en seco.

— Gracias por acompañarme.

Me fui a despedir con la mano, girando sobre mi eje cuando me vi que él se había parado a bastantes metros de mi puerta, mirándome a lo lejos de una manera que no supe descifrar.

— Gracias, he estado hablando sola. — le guiñé el ojo y levanté el pulgar en signo de aceptación.

Su semblante cambió cuando vio mi mueca. Él rió divertido.

De repente, como si tuviera prisa recorrió esos metros que nos separaban y me abrazo levemente. Luego se marchó a paso rápido.

— ¡Te veré mañana... Sam! — gritó mientras corría en contradirección por donde habíamos venido y cogía su teléfono.

Crónicas Guerreras: Another Sunny DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora