Capítulo 1-11: Ella

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Cuando se marchó en dirección a la zona interior de la cafetería, suspiré y me revolví el pelo.

Madre mía, ¿qué acababa de pasar?

Miré a ambos lados, observando a los demás estudiantes tomarse su café (o su par de cervezas) tras las clases, relajándose del estrés de la universidad. Todos ellos sin darse cuenta de momento épico que estaba ocurriendo ahora mismo en mi vida.

Miré mi móvil y comprobé la hora. Tres veces.

Intenté que la pierna dejara de temblarme, pero no podía. Cuando la campanilla de la puerta de la cafetería sonó, mi vista se dirigió inmediatamente en dirección al sonido, esperando (y a la vez no) que fuera él.

El chico de pelo rubio que me había visto comerme la famosa puerta de la clase, andaba hacia mi con una sonrisa amable, con dos cafés en una mano y un vaso con hielo en el otro.

Seguí sus movimientos en silencio, apretando los labios para evitar decir alguna sandez culpa de los nervios.

— Su café con hielo. — anunció mientras dejaba ambos vasos en frente de mi.

— Uff, casi perfecto. Te faltó el azúcar moreno. — bromeé.

Una sonrisa traviesa se anunció en sus labios. Metió la mano en su bolsillo y dejó en medio de la mesa cuatro o cinco sobres de azúcar moreno.

Volví a apretar los labios.

— ¿Ahora sí?

Se sentó intentando no sonreír y yo noté como me ponía roja por mi mala broma.

— Bueno, te lo perdono— intenté arreglar.

Él cogió uno de los sobres, lo partió por la mitad y empezó a remover su bebida.

Y entonces me miró por primera vez a los ojos. Una mirada directa.

Y entonces sus ojos me hipnotizaron desde ese mismo instante. Tenían un tono verdoso que nunca había visto. En la parte más exterior de la pupila tenían un color más oscuro, parecido al verde de las hojas de un abeto. Intenso, fuerte, como una esmeralda. No obstante, si más te acercabas al iris, más blanquecino era el tono. La pupila tenía algo semejante a un círculo dorado, como si ese camino de color miel envolviera la pupila. Eran extraños, pero a la vez familiares... No sé como pude describirlos con tanto detalle con una mesa entre medio de los dos.

Fue su mano acercándome un sobrecito de azúcar lo que hizo que desapareciera ese conjuro mágico que me había lanzado y que me había enlazado a su mirada, por, y que se desvaneciera el hilo de mis pensamientos.

— ¿Todo bien? 

Crónicas Guerreras: Another Sunny DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora