8 | 𝐑𝐮𝐧!

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𝑷𝒐𝒗'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒊𝒂

Mi cuerpo estaba empapado, como si estuviera cubierto por una segunda piel de agua. El agua de la tina, que antes estaba caliente y acogedora, comenzaba a enfriarse lentamente, enviando escalofríos por mi espina dorsal. Mis lágrimas calientes, quemaban suavemente mis ojos, dejándolos rojos e hinchados. Mi nariz estaba roja, al igual que mis mejillas, ambas inflamadas por el frío. Mis manos, antes firmes, comenzaban a temblar por el frío, como hojas en un viento de invierno. De repente, en un arrebato de desesperación, comencé a tallar mi cuerpo bruscamente con toda el agua, salpicando todo el baño con gotas que parecían lluvia. Quería quitarme la suciedad, la repugnancia que sentía en cada poro de mi piel. Mi piel comenzó a tornarse roja, como si estuviera en llamas, y las marcas de mis uñas en mi piel eran tan notorias como las cicatrices de una batalla.

El agua, antes clara, comenzó a tornarse de un color rosa pálido, como si estuviera teñida por el atardecer. Miré nuevamente mi brazo y estaba irritada, una pequeña parte de la herida se había abierto y ardía como un fuego pequeño. Me quedé quieta en el agua, sólo mirando como caía una gota de sangre. Me levanté de golpe, como si estuviera emergiendo de un sueño, y el agua escurría por todo mi cuerpo, como ríos que bajan de una montaña. Di un pequeño paso adelante, temblorosa pero decidida, para poder salir de la tina. Después de salir completamente de esta, tomé una toalla y envolví mi cuerpo, como si estuviera abrazándome a mí misma. Comencé a secar todo mi cuerpo, cada gota de agua era una memoria que quería olvidar. Una vez que todo estuviera completamente seca, caminé hasta el gran lavamanos que tenían y me puse la ropa que esa chica pelirroja dejó para mí. Era una camiseta blanca, un poco corta, ropa interior limpia y un pequeño short negro. No quería ponérmelo, sentía que era una armadura que no me pertenecía, pero era mejor que no usar nada. Comencé a ponerme la camiseta con cuidado, como si estuviera manejando un cristal frágil, para no lastimarme más el brazo.

Continué vistiéndome, cada prenda era un paso hacia la normalidad, y comencé a caminar hasta la puerta. La abrí con miedo, como si estuviera abriendo una caja de Pandora, y para mi mala suerte estaba ese chico de trenzas afuera, sonriendo como si no tuviera una preocupación en el mundo. Mi piel se erizó, como si estuviera frente a un lobo, y comencé a temblar. Lo pasé de largo, como si estuviera corriendo de un fantasma, y para mi sorpresa no me siguió. Y no esperaba que lo hiciera, así que seguí corriendo hasta entrar a la habitación de Bill. Cerré la puerta de golpe, haciendo que él levantara su cabeza y me viera con preocupación. Mi respiración comenzó a acelerarse, como un motor que está a punto de explotar, y él caminó con determinación hasta donde estaba yo. Se veía que quería abrazarme, pero se detuvo a unos centímetros, como si estuviera frente a un precipicio. Me miró, esperando que yo le diera permiso para cruzar esa línea invisible.











𝑷𝒐𝒗'𝒔 𝑻𝒐𝒎

Ella me pasó de largo, como una brisa suave que roza la piel y desaparece, dejando tras de sí un rastro de añoranza. Quise seguirla, mi cuerpo ansiaba su presencia, su aroma, una mezcla embriagadora de jazmín y rosas, me enloquecía hasta el punto de la obsesión. Pero me contuve, sabiendo que ella no era mía, no todavía, como un pájaro que se resiste a volar tras la jaula abierta.

Entonces, decidí dejarla ir, y mi atención se desvió hacia el baño. Comencé a examinarlo, cada rincón, cada detalle, como un detective en busca de pistas. Mi mirada se posó en la bañera, que aún conservaba un poco de agua. Pero no era agua común, tenía un color peculiar, un tono rojizo que me hizo fruncir el ceño, como si la bañera fuera un lienzo y el agua, una pintura inacabada.

Me acerqué, cauteloso, y un olor metálico y penetrante me golpeó. Sangre. El simple olor de la sangre hizo que mi piel se erizara, una reacción primitiva ante el aroma de la vida y la muerte, como un lobo que huele a su presa.
Levanté un pie, luego el otro, y me encontré dentro de la bañera, como un intruso en un santuario sagrado. Coloqué mis manos en el frío piso de la tina, y me incliné hacia el desagüe, que aún conservaba un poco de agua y sangre, como un arqueólogo que descubre un artefacto antiguo.

You're so evil ; 𝙏𝙝𝙚 𝙠𝙖𝙪𝙡𝙞𝙩𝙯 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora