*DIECIOCHO*

258 71 3
                                    

Jungkook

A la mañana siguiente me despierto con un beso en la nariz. Cuando abro los ojos, veo la dulce cara de Seokjin, sus ojos brillando con algo que no me resulta familiar. —Buenos días.

Anoche, después de corrernos los dos y de abrazarlo unos minutos en el sofá, nos dirigimos al baño para asearnos. Al principio me sentí incómodo cuando salimos del baño, pero luego le agarré de la mano y tiré de él hacia la cama. Parecía tan aliviado que me sentí como un imbécil. Como si pensara que lo echaría a patadas inmediatamente después.

No podía y no quería hacerle eso, a pesar de mi miedo a encariñarme demasiado. Creo que ya es un poco tarde para eso.

—Tengo que ir a dar de comer a mi gato. Va a estar más que enojado conmigo—, susurra, pero sonríe, lo que hace que yo haga lo mismo.

Lo agarro por la nuca y tiro de él hacia abajo para darle un beso rápido, deseando volver a meterlo bajo las sábanas y hacer que se quede aquí todo el día conmigo. —No puedo tener un gato enojado.

—Mierda, no. Los gatos son muy vengativos.

Me rio y lo suelto de mala gana mientras me siento y él se queda de pie junto a la cama. Me doy cuenta de que se ha puesto la camiseta y las zapatillas de tenis después de dormir anoche solo en chándal. 

—¿Nos vemos en el trabajo?—. Odio lo insegura que suena mi voz.

Me mira, sus ojos buscan los míos, luego asiente. —Volveré antes. Te traeré el desayuno.

—Seokjin...— Empiezo, pero ya se dirige a la puerta.

—¡Volveré!

Me despido de él mientras se va y salgo de la cama, viendo que Hazel sigue dormida, pero sé que no será por mucho tiempo. Me doy la ducha más rápida del mundo, tratando de escucharla mientras lo hago, pero está tranquila.

Mientras me visto, pienso en lo relajado y saciado que se siente mi cuerpo. En cómo me besó y me tocó anoche. En el calor de su boca envolviéndome...

Y luego dejo de pensar en eso porque tengo que prepararme y no tengo tiempo para masturbarme esta mañana.

Momentos después, recuerdo por qué cuando Hazel se sienta en su cuna y me busca. No llora. Cuando me ve, sonríe y hace ruiditos. La cambio y la preparo para el día, justo cuando Seokjin vuelve a llamar a la puerta.

Diablos, qué rapidez.

Lo hago pasar y se queda con Hazel mientras le preparo el biberón. Quiero preguntarle qué significó lo de anoche. Si se va a repetir. Si deberíamos hacerlo. Pero está ocupado jugando con Hazel y me quita el biberón, indicándome que coma, y decido disfrutar del resplandor de la mañana siguiente.

Dejo la discusión para otro momento como el cobarde que soy porque, por mucho que me asuste que acabe marchándose, oírlo decir que no quiere nada más conmigo es mucho más desconcertante.

Me permito mirarlo, sosteniendo a mi bebé en brazos y dándole de comer, hablando del día que nos espera, y me permito tener esperanza.

Solo por un momento.

Con Maggie, ni una sola vez tuve esa esperanza. Vi la mirada muerta en sus ojos cuando estaba cerca de Hazel. Vi cuánto ansiaba escapar, pero con Seokjin...

Dios, con Seokjin, todo es tan diferente.

Sé que es demasiado pronto para hacer esto, para esperar un futuro. Ponerlo en la posición de elegir un futuro con nosotros. Pero no puedo evitar que mi mente vaya allí.

—¿Estás bien?—, pregunta con la preocupación y la confusión reflejadas en el rostro.

—Sí, lo estoy—. Me inclino y no puedo resistirme a rozar sus labios con un beso rápido. Cuando me retiro, no veo más que una hermosa sonrisa en su apuesto rostro.

Comemos, agarramos las cosas de Hazel y bajamos al bullicioso gimnasio para empezar el día.

Un par de horas después de empezar mi turno, me encuentro con Brooks, que acaba de volver de un viaje y está muy moreno y contento mientras sostiene a Hazel en su regazo. 

—Dios, qué linda.

Sonrío, miro a mi niña y asiento: —Lo es.

—Ya veo por qué Jimin y Nam tienen fiebre de bebés ahora. Puede que tenga que empezar con Roma.

Me sorprende lo abiertos que son todos con sus sentimientos por aquí, pero empiezo a acostumbrarme. —¿Ah, sí? ¿Quieren tener hijos?

Se encoge de hombros. —Viajamos mucho. No es realmente una vida para un niño.

Pienso en todos los lugares en los que Hazel ya ha vivido en su joven vida, y no puedo evitar estar de acuerdo. Pero no dudo de que esos dos hombres serían unos padres increíbles. —Podrías imaginártelo.

Le hace muecas a Hazel y sonríe tanto que diría que también le ha entrado la fiebre del bebé. 

—Posiblemente. Aunque tampoco me importaría ser simplemente el tío Brooks.

Se me contrae el pecho al pensarlo, porque por la forma en que lo dice, es como si no se refiriera sólo al hijo de Nam y Jimin. Como si también hubiera sitio para Hazel. Lo cual es una puta locura.

Nunca he tenido una familia antes. Esto parece demasiado irreal.

—¿Estás bien? Estás pálido—. Asiento con la cabeza, tragándome el malestar, y lo miro a los ojos.

—Sí, estoy bien. Es que...

Ladea la cabeza, preocupado. —¿Qué?

—Todo parece... —Trago saliva de nuevo, sintiéndome estúpido mientras mis ojos buscan a Seokjin por el gimnasio, donde está ayudando a alguien a descifrar las pesas, y luego de vuelta a Brooks, a quien encuentro mirándome con complicidad.

—Sí, lo entiendo. Es abrumador cuando por fin vuelves a casa.

—¿Qué? —Le pregunto.

Se limita a sonreír. 

—Este puede ser tu hogar—. Mira al bebé en su regazo, jugando alegremente con el cordón de su sudadera. —Y la suya.

—¿Pero por cuánto tiempo?— pregunto con amargura, con mi pasado arrastrándose en mi conciencia.

Él no parece ofendido cuando dice: —Tanto como tú lo permitas, Jungkook. Sé que lo has pasado mal—. Me tenso, y él debe de notarlo, pero sigue: —Pero hay gente buena de verdad. Gente que se quedará. Gente que, por mucho que intentes apartarla, se niega a irse.

Nunca he conocido a nadie así. —Esa nunca ha sido mi realidad.

—Ahora lo es—, dice con facilidad y se levanta, devolviéndome a Hazel a regañadientes. —Tengo que irme. He quedado con Roman para comer, pero si alguna vez necesitas algo, dímelo. Probablemente confiaría en Jimin y Nam para que la cuidara, ya sabes... no tengo ni idea de lo que hago. Pero si necesitas algo, allí estaré.

Asiento con la cabeza y quiero agradecérselo, pero no encuentro las palabras. Tengo tantas ganas de confiar en todos ellos.

Está ahí, bajo la superficie, pero no sé cómo.

No sé cómo apagar la preocupación de que se harten. Que se cansen de ayudarme.

Tengo tantas ganas de creerles que me duele. Pero todos mis instintos me dicen que no puedo.

*Abandonado*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora