Todo estaba yendo según lo planeado. Dereck ya ha caído en mis redes. Menos mal que me armé de paciencia, menos mal que las circunstancias nos han llevado hasta aquí. Tres años esperando en la retaguardia hasta que fuese él quien diese el paso. Sentada en mi sofá limpio la pistola. Con ella en mis manos me siento bien, su peso en mis manos me reconforta y me empodera. Admiro la placa de policía que reposa sobre una de las estanterías. Esta misión encubierta es una de las más importantes de mi carrera. Pienso en Dereck y en lo inútil que es. ¿Cómo es posible que haya accedido tan rápido a darme ese tercio de las acciones? Qué fácil resulta manipular a los hombres cuando tienen la sangre en la polla. Tengo que pensar qué hago con Brat. Hace menos de un mes que se metió en la empresa familiar el muy hijo de puta. Necesito acceder a los datos de la editorial... necesito descubrir quién está destinando los fondos de la empresa a Michael. Necesito pillar infraganti a ese narcotraficante.
Cada mañana, sigo la misma rutina de siempre: de camino a la editorial, abrieron no hace mucho una cafetería, donde la especialidad era el capuchino de vainilla; cuando lo probé la primera vez, entendí por qué era tan recomendado. Desde ese entonces, antes de entrar al trabajo, me deleito con su sabor.
Sin embargo, aquella mañana, no lo degusto como quiero, porque me encuentro a Brat al lado de mi mesa. Verlo me pone de mal humor, pero, a la vez, aviva todo aquello que inconscientemente mi cuerpo desea: sus caricias, sus mordidas, su cuerpo...
«Necesito sexo urgentemente»; pienso.
No obstante, en vez de demostrarle que me muero por sus huesos, finjo indiferencia y le vacilo.
—Vaya, no te esperaba aquí. ¿Me echas tanto de menos que necesitas esperarme en mi puesto de trabajo? ¿O es que lo haces porque pensabas que te iba a dar un beso? —Arqueo una ceja, esperando su respuesta. Sonrío maliciosamente, al ver que poco a poco se le suben los colores.
Lejos de mostrar que está nervioso, relaja sus hombros. Deja de apoyarse en la mesa, y se acerca a mí. Levanta con su índice y pulgar mi barbilla, haciendo que mire sus ojos azules.
—No, Rachel. No quiero un beso tuyo... o al menos no ahora. —Sonríe sin mostrar su dentadura—. Lo que sí que me gustaría, es que tú y yo empezáramos de cero. Ya sabes, el otro día... nos descontrolamos un poco, y siento que nuestra relación empezó con el pie izquierdo. No sé qué piensas tú...
Los ojos de Brat buscan los míos; tiene una expresión que demuestra algo de verdad, pero mantengo la guardia alta, yo mejor que nadie sé que las apariencias engañan.
Pongo el bolso en la mesa y miro disimuladamente dentro, la pistola está allí, oculta, por si surge algún problema, aunque no me gustaría usarla aquí, no con tanta gente de testigo y destapando mi identidad.
Mi cabeza sigue pensando al mismo tiempo en que necesito encontrar algo con lo que poder trabajar para pillar a Michael.
Aunque no sé si es la decisión más acertada, me acerco a Brat para hablarle, quizás él tenga la valiosa información que necesito para seguir con mi investigación.
—Brat, tienes razón, no hemos empezado con buen pie. —Lo miro a los ojos, fingiendo una sonrisa tan antinatural que cualquiera podría darse cuenta de la falsedad de aquellas palabras—. ¿Qué te parece si quedamos para cenar esta noche? —le pregunto, con ímpetu, buscando la forma correcta de que él no pueda negarse.
Me acerco y apoyo mis pechos en su brazo, rozándolo con toda la intención que puedo, para que no pueda negarse a mi invitación. Estar a solas con él es lo que necesito para sacarle información. Una sesión de sexo tampoco me vendría mal; me ayudaría a concentrarme, y ya que estamos, de perdidos al río.
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Pulso a la lujuria
RomancePulso, véase como la onda de presión que recibe el corazón de Rachel con cada bombeo extra que le provoca Dereck. Lujuria, entiéndase como la corriente eléctrica que recorre el cuerpo de Rachel cada vez que se acerca Brat. Pulso a la lujuria, fuego...