Despierto con un dolor de cabeza inmenso, la tarde anterior había sido cuando menos tranquila. Lo que pasó con Rachel en el garaje me dejó totalmente fuera de juego. Recordar su cuerpo pegado al mío me hace estremecer a cada segundo.
Mi erección aparece cuando vuelvo a recordar todo lo sucedido. Debo aflojar la tensión antes de ir al trabajo.
Me bajo el pantalón del pijama y la agarro entre mis manos, debo aliviar la dureza o esta mañana será un infierno si llego a cruzarme con Rachel.
Un escalofrío me recorre el cuerpo con la primera sacudida... necesito más, mucho más de Rachel. Mi cabeza vuela hacia ese garaje que se convirtió en un trozo de paraíso.
[...]
—¿Tomarme? Ni que fuera una cerveza —dice Rachel poniendo los ojos en blanco.
—Yo no sé si serás una cerveza, pero puedo agitarte hasta que subas como la espuma —comento con mi sonrisa más seductora.
—Bueno, si quieres podemos jugar a algo... pero las normas las pongo yo —dice Rachel a la vez que saca unas esposas de una de las cajas que había apiladas a su derecha.
Coge las esposas y me las pone en las muñecas, dejándome inmovilizado, que ejerza ese control sobre mí, me pone la polla muy dura. Me vuelve loco y estoy dispuesto a asumir las consecuencias de este fatídico juego, del que yo soy juez y verdugo.
Me sienta bruscamente en una silla vieja que tiene por el garaje y me pone el tacón de su zapato sobre mi miembro, apretando con malicia. Esboza una pequeña sonrisa, acerca su cara a la mía y me coge del cuello tirando de mi cabeza hacia atrás.
Se sienta sobre mí y me muerde la oreja. Eso hace que arda de locura. No puedo aguantar sin tocar esa mujer.
—Para empezar —comienza, susurrando en la misma oreja donde me ha mordido previamente—, no soy una cerveza ni voy a subir como la espuma. Soy tu último refresco del desierto, y es a ti a quien voy a hacer subir, pero a ver las estrellas, porque te voy a dar... —dice, cogiéndome la polla con su mano derecha—, el mejor polvo de tu vida. ¿Estamos?
No me da tiempo a contestar, puesto que me besa con posesión. Casi como si fuera un menú completo para ella, servido en bandeja desde que empezó este juego de atracción.
Comienza entonces, con un vaivén de caderas que me vuelve loco. No puedo reprimir algún que otro gruñido. Esta mujer me va a llevar al borde de la locura si sigue así...
—¿Te gusta, eh? —Sonrío complaciente—. Espero que puedas aguantar así, porque esto solo acaba de empezar... —Pasa su lengua por sus labios, mientras baja de mis caderas para arrodillarse ante mí.
¿Quién era ahora el que estaba al mando?
Cuando ella se pone de rodillas ante mí, la vista de sus tetas me deja totalmente absorto, ver esos grandes pechos me endurece aún más, tan redondos y perfectos que quería enterrar mi cara entre ellos y morder sus pezones con ansias, hasta hacerla perder el juicio.
—¿Quieres comértela, cariño? —le pregunto, jadeante. Estoy tan excitado que mi respiración está entrecortada.
—Aún no. —Me mira con fuego en los ojos, abrazando cada parte de mi cuerpo.
Ella juega con sus dedos a través de mi ropa, acariciando todo el largo, pasando sus suaves labios por encima de mi pantalón, mirándome desde abajo con sus ojos llenos de lujuria y ese descaro que tanto me encanta.
—Sácala —le ordeno, soy brusco, lo sé, pero, no aguanto más, necesito sentir su boca en mi miembro.
Ella me mira con ojos lujuriosos, abre la cremallera y por fin mi erección ve la luz. Pasa su lengua suavemente y mi cuerpo se estremece solo ante ese acto. No puede ser que esta mujer tenga tanto poder sobre mi cuerpo. Se la introduce en la boca y comienza a comérsela de una forma tan exquisita. No sé en qué momento me suelto de las esposas, la cojo de la nuca, la levanto y la empotro contra la pared, sin miramientos la embisto una y otra vez mientras ella jadea y pronuncia mi nombre a la vez. Era primoroso escuchar mi nombre salir por esa boca que es todo pecado.
—Si Dereck, más fuerte.
—Tus deseos son órdenes para mí. —Aumento el ritmo mientras saboreo sus pezones. Son dulces como la miel.
Cuando la estoy lamiendo por segunda vez, noto que su sexo comienza a apretarme y es algo glorioso. Comienza a gritar mi nombre, no puedo aguantar más y secundo al placer junto a ella. Solo se escuchan nuestras respiraciones agitadas. Nuestras miradas se cruzan y en lo único que puedo pensar es que ya es mía.
No puedo evitar cogerla del pelo y tirar de ella hacia mí con toda mi fuerza. Rachel grita, pero de placer, está disfrutando tanto o más que yo.
No puedo para de embestirla, una y otra vez, cada vez con más fuerza. Los gritos son cada vez más fuertes y me está volviendo loco.
Vuelvo a tirar de ella y le doy la vuelta. Decido probar a introducir mi miembro en su ano. Gime más fuerte que nunca, pero no de dolor.
[...]
El fluido viscoso de mi semen llena mi pecho a la vez que un escalofrío me recorre la columna vertebral. El recuerdo de Rachel saboreando mi pene y mis imperiosas embestidas han hecho que esta pase a ser la mejor paja de mi vida. Cojo un paquete de pañuelos que descansa sobre la mesilla de noche y con cuidado de no manchar las sábanas retiro los restos de mi desbordante placer. Me dirijo a la ducha cuando un estruendoso sonido me detiene. El timbre del apartamento está sonando. Camino hacia la puerta principal con la pegajosa sensación de lo acontecido nada más levantarme. Levanto la mirada tras abrir la puerta y me encuentro a Brat, con la mirada enloquecida, su cabeza rapada brillante por el sudor y sus ojos ensangrentados.
Me mira con furia, sus ojos arden, sé qué está haciendo aquí, viene a hablar de ella y del reparto de acciones de la empresa. Lo invito a pasar, entra como un vendaval a mi apartamento, no puede ser menos oportuno, no me apetece discutir con él sobre Rachel, es mía y nada ni nadie va a hacer que eso cambie. Tengo que actuar según el plan que hemos trazado y eso me va a suponer un gran esfuerzo.
—¿A qué viene tanta furia Brat?, pensé que nos veríamos en la oficina.
—Ya no podía esperar más, tenemos que hablar ya de Rachel. Anoche me acorraló en el garaje amenazándome y quiero saber de una puñetera vez que vas a hacer con esta situación. La empresa es nuestra, no voy a permitir que esa niñata venga a arrebatarme nada.
—¿Te da miedo esa mujer? —Disimulo la sonrisa que se me dibuja en los labios. Verlo asustado es tan divertido como hacerlo enfurecer.
—No tengo miedo de ella —se excusa—, pero me sacó una pistola...
Respiro y lo miro con seriedad, para que no piense que me estoy divirtiendo más de lo que demuestro con mis acciones.
—Me da igual lo que me digas Brat —le respondo serio—. Ella no va a arrebatarnos nada, no seas estúpido. —Suspiro—. La tengo comiendo de la palma de mi mano Brat, no te preocupes.
Sé perfectamente la situación en la que se encuentra, porque conozco lo suficiente a Rachel como para saber que ella es capaz de todo lo que él me ha contado y más, pero ahora que es mía, tengo la situación totalmente bajo control.
Solo necesito mantenerla satisfecha y me obedecerá sin resistencia alguna.
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Pulso a la lujuria
Roman d'amourPulso, véase como la onda de presión que recibe el corazón de Rachel con cada bombeo extra que le provoca Dereck. Lujuria, entiéndase como la corriente eléctrica que recorre el cuerpo de Rachel cada vez que se acerca Brat. Pulso a la lujuria, fuego...