Capítulo 22 - Cantos de Sirenas | Brat

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Aquí estoy, plantado al lado de la cama de Richard. Él está ahí tumbado, como si fuera un muñeco destrozado. Elena, la enfermera, sigue hablando con Rachel, pero mi cabeza no está prestando atención a la conversación que están manteniendo. Lo único que escucho son voces de fondo, no sé si realmente estoy aquí o todo esto es un engaño de mi mente.

¿Realmente todo esto está pasando?, y lo más importante, ¿por qué?

Rachel es policía... Rachel... Ella me ha engañado... Ella me ha usado...

Me muevo despacio, de un lado a otro del box, mientras me voy apoyando de los pocos puntos de apoyo que encuentro, no puedo con esto... Yo la quería, ¿por qué me hace algo así? No, es peor incluso, ¡yo la quiero!

Mi cuerpo no aguanta más la presión, doy un paso atrás y otro... y no hay nada detrás que me detenga. Mi cuerpo cede por completo y me caigo como un peso muerto contra el suelo del hospital. ¡No siento nada! Por fin, no siento nada.

—¡Brat, Brat! ¡Por favor Elena, hay sangre en su cabeza! —Rachel me sujeta la cabeza mientras Elena coge algo de material.

La enfermera me aprieta la cabeza con algunas gasas, ejerciendo presión, mientras como buenamente pueden, y con la ayuda de varias enfermeras más, consiguen levantarme del suelo para luego subirme a una camilla, sacándome del box de Richard rápidamente.

Las voces en mi cabeza suenan excesivamente altas, pero no logro comprender nada de que lo dicen. Solo sé que estoy sangrando. Elena está a horcajadas sobre mí agarrando las gasas de mi cabeza y Rachel me sujeta del brazo derecho. Puedo ver el movimiento de sus labios, hablándome, pero no puedo entender nada de lo que me dice.

Todo me da vueltas y empiezo a sentir un dolor intenso en la cabeza. Siento náuseas. Intento hablar, pero es como si mi cuerpo se hubiese olvidado de toda capacidad básica de coordinación. Un zumbido aparece repentinamente en mis oídos y mi visión se ha vuelto borrosa. Tengo miedo.

—¿R-Rachel? —la llamo, arrastrando las palabras entre dientes, en apenas un hilo de voz. No sé si ella me ha escuchado, porque ni yo mismo puedo escuchar las palabras salir de mi boca.

—Tranquilo Brat, todo va a estar bien, tienes una... —la escucho brevemente y vuelve el silencio otra vez. Veo cómo sus labios siguen moviéndose, pero vuelvo a ser incapaz de entenderla.

La luz es tan brillante que no puedo soportar ni un segundo más y cierro los ojos. Me dejo atrapar por la oscuridad y olvido todo a mi alrededor. Estoy tan aturdido que ya no siento lo que me rodea. Solo noto como la sangre fluye lentamente hasta mi cabeza. Las pulsaciones de mi corazón son fuertes y la sensación palpitante en la cabeza continua. El dolor es cada vez más intenso, por lo que me dejo atrapar por la oscuridad y me rindo.

Por fin ya no habrá más dolor.

Parpadeo lentamente, intento abrir los ojos, pero los párpados me pesan. Un dolor punzante atraviesa mi cabeza. Intento ponerme la mano en la misma para aliviar el dolor, pero algo me lo impide, tengo la mano atrapada por algo; o más bien por alguien.

Consigo abrir los ojos y ahí está Rachel, sentada en la silla, con sus manos en las mías y su cabeza apoyada en la cama. Me quedo mirándola un instante, intentando asimilar donde estoy y como he llegado hasta aquí. Con la otra mano me tocó la cabeza, la tengo vendada. Suspiro y apoyo la cabeza en la camilla, cierro los ojos, estoy agotado. El cansancio me invade, me dejo llevar y en ese momento todo lo sucedido viene a mí, como un cuchillo que me atraviesa, siento el dolor del engaño de Rachel, siento el dolor de las heridas de Richard y siento una sed de venganza que nunca había tenido.

Oigo una voz familiar. Abro los ojos y veo a Elena y Rachel, están hablando. Ella me mira y yo aparto la mirada, estoy demasiado dolido por su engaño.

—¿Brat? —dice Rachel acercándose a mí. Intenta cogerme la mano, pero la retiro, ahora mismo estoy demasiado dolido para sentir su tacto.

Veo cómo se queda con la mano a medio camino de la mía y me rompe el alma, pero no puedo tocarla. Antes necesito respuestas.

—¿Por qué me has mentido? Creía que éramos un equipo, creía que íbamos a hacer esto juntos y solo me has utilizado. —Aprieto los dientes y mi mandíbula se tensa mientras veo cómo Elena sale de la habitación para darnos la intimidad que la situación requiere. A lo mejor solo se va para esquivar el cruce de cuchillos derivado de esta conversación. No lo tengo muy claro

—Brat, por favor. ¿Cómo quieres que te lo cuente? ¿Eres consciente de lo peligrosa que es la misión que llevo entre manos con esta tapadera? ¡Joder! No quiero alterarte más, pero Richard podrías haber sido tú. —Exasperada, lleva sus manos a la cabeza y estira su pelo hacia atrás.

—¿Crees que lo de Richard está relacionado? —Un pinchazo en la cabeza me hace cerrar los ojos con fuerza y, sin darme cuenta, Rachel ya está al lado de mi cama de hospital sujetando mi cabeza mientras responde.

—No lo creo, lo sé. Mira, las cosas ahora mismo están así. Las cosas se han complicado. No puedo darte detalles sobre el caso porque, como toda investigación en curso, es confidencial. Aparte, es muy arriesgado. Siento haberte herido con mi mentira... Bueno, más bien con la información que he ocultado por motivos legales, pero déjame protegerte y, por favor, protégeme. Si Richard ha terminado así... No quiero pensar que me puede pasar a mí. —Una lágrima desciende por su mejilla y la recojo con el pulgar de mi mano derecha.

—Dime una única cosa... ¿Te llamas Rachel? —en cualquier otro momento esta pregunta hubiese sido muy tonta, pero sabiendo que tengo delante a una agente de incógnito, pues, necesito aclararlo.

—Me llamo Rachel y, a partir de ahora, elijo ser tuya. —La calidez de su abrazo envuelve mi cuerpo y mi alma.

Ahora es cuando lo reconozco, me he enamorado de ella. Lo achaco al golpe en la cabeza, pero... Me encantaría ver a Rachel con el uniforme de la policía. Lo anoto en mi lista de tareas pendientes y nos dormimos abrazados

Al día siguiente, despierto por los rayos del sol que se cuelan a través de la ventana del hospital. Con la mano derecha, la paso con cuidado por mi cabeza, para comprobar que el vendaje sigue ahí. Todo en su sitio. Con mi otra mano libre, toco el lado izquierdo del colchón, sorprendiéndome al comprobar que está vacío.

Me incorporo conforme puedo, mirando toda la estancia. No hay nadie.

Confundido, me levanto y busco a Rachel en el baño. Tampoco está.

De camino de nuevo a la cama del hospital, veo en la mesilla de noche una nota. La abro, confundido.

"Necesito arreglar unos asuntos pendientes. Mejórate;

Rachel".

«Solo espero que no se meta en ningún lío», pienso. No soportaría perderla a ella también.

Pulso a la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora