AS IF THE STARS HAD ALIGNED ✧️ percy jackson

𝐯𝐢𝐢. THE STORY OF HIROKI.

(007)      THE STORY OF HIROKI.

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          —Por favor.—Dijo Deméter insulsamente.—Como si Hiroki pudiera conseguir a alguien como él.

El niño pequeño (bueno, el dios del sueño) se giró y miró a Deméter, con las mejillas ardiendo como oro derretido en un crisol.

—Disculpa.—Gritó Hypnos indignado, con la voz quebrada como la de un niño prepúber.—¡Hiroki es extremadamente encantador! ¡El engendro de Poseidón tiene suerte de que mi hijo siquiera haya mirado en su dirección!

—¿Lo escuchaste, Perséfone? ¿Su hijo, encantador? ¡Ja!—Deméter se rió desdeñosamente.—¡Traicionó al Olimpo entero, querido Hypnos!

La reina Perséfone no parecía estar prestándole atención a su madre, estudiando a Percy con curiosidad con cálidos ojos marrones. Su vestido estaba lleno de varias flores.

El dios del sueño resopló, cruzándose de brazos.

—No todos podemos ser perfectos.—Dijo simplemente.

—Un niño tuyo es, en el mejor de los casos, mediocre.—Murmuró Demeter, ajustando la hierba seca tejida en su cabello negro.

Nico continuó arrodillado junto a Percy, pero Percy no estaba de humor para lidiar con la mierda de Hades. Miró al dios de los muertos.

—¿Qué quieres, Hades?

—Hablar, por supuesto.—El dios torció la boca con una sonrisa cruel.—¿No te lo dijo Nico?

—Entonces, toda esta búsqueda fue una mentira.—Percy frunció el ceño.—Nico me trajo aquí para que me mataran.

—Oh, no.—Dijo Hades.—Me temo que Nico fue bastante sincero al querer ayudarte. El chico es tan honesto como tonto. Simplemente lo convencí de tomar un pequeño desvío y traerte aquí primero.

Deméter miró a Percy.

—Te traiciona el amor de tu vida y de repente no se puede confiar en nadie. Qué vergüenza, Perseus Jackson.—Se volvió hacia su hija.—Te lo sigo diciendo, hija. Los semidioses son simplemente terribles...

—Padre.—Nico habló por encima de Demeter.—Prometiste que Percy no sufriría daño. Dijiste que si lo traía, me contarías sobre mi pasado, sobre mi madre.

La reina Perséfone suspiró dramáticamente.

—¿Podemos, por favor, no hablar de esa mujer en mi presencia?

—Lo siento, palomita.—Dijo Hades.—Tenía que prometerle algo al chico.

La diosa de la cosecha se rió.

—Te lo advertí, hija. Ese sinvergüenza de Hades no sirve. Podrías haberte casado con el dios de los médicos o con el dios de los abogados, pero no. Tenías que comerte la granada.

—Madre...

—¡Y quedarte atrapada en el inframundo!

—Madre, por favor...

—Y aquí estamos en agosto, ¿y vuelves a casa como se supone que debes hacerlo? ¿Alguna vez piensas en tu pobre y solitaria madre?"

—¡Deméter!—Gritó Hades.—Eso es suficiente. Eres una invitada en mi casa.