Capítulo 40

1.5K 86 16
                                    

—Permiso —se disculpó Carlos bajando del ascensor—; te espero con tu mamá —agregó dándome una última mirada indignada. Asentí a las palabras de mi amigo y suspiré antes de continuar mi conversación, que estaba seguro era la más larga que había tenido, con Andrew.

—Ya llegará el momento

—Sí, gracias una vez más y... espero no ser impertinente con esto —advirtió—, pero quiero decir que, antes de todo este distanciamiento entre Amelia y tú, mi respuesta obvia habrían sido ustedes, incluso luego de verlos hablar anoche, y lo digo ahora porque en verdad agradezco tu gesto —levantó la mano donde aún sostenía el anillo de compromiso—, y si hay algo que yo pueda hacer para ayudarte no dudes en pedirlo, por favor

—Gracias, Andrew, lo tendré presente

—Gracias a ti; debo dejarte porque mi suegro es puntual, tengan buen viaje

—Nos vemos luego —me despedí dirigiéndome a dónde mi madre y Carlos ya me esperaban y mientras el piloto lucía molesto, mi mamá parecía feliz hablando por videollamada, seguramente con mi hermana.

—¿Listos? —sin dejar su llamada mi madre nos dio una rápida mirada a Carlos y a mí, para asegurarse la siguiéramos a la salida. Como cuando se hacía cargo de nosotros en el karting.

—Si te sientes incómodo con mi compañía, puedo ir por mi cuenta —me reí por lo que Carlos me dijo mientras atravesábamos el lobby—; ahora que tienes nuevo amigo —agregó con sarcasmo.

—No hay cuidado, mi nuevo amigo y yo nos reuniremos después, hoy nos podemos ir tú y yo juntos —decidí ofreciéndole mi mano izquierda, la que quedaba de su lado, para que la tomara.

—Niños —reprendió mi madre mirándonos un segundo, dejando a la vista la pantalla de su celular noté que no era mi hermana con quien charlaba, sino con uno de mis tíos—; no se separen —pidió retomando su andar.

—Tú ya nos separaste —reclamó Carlos antes de mirar con desdén mi mano aún extendida hacia él y adelantando su paso para emparejar su ritmo con el de mi mamá.

—Ah, el drama —me quejé caminando detrás de ellos. Y comencé a realmente preocuparme por Carlos cuando su silencio duró casi todo el viaje y su ánimo no mejoró cuando arribamos a nuestro siguiente país destino, encontrándonos con Charles en el aeropuerto, que nos recibió con una enorme sonrisa que fue disminuyendo hasta que estuvo lo suficientemente cerca para hablar sin gritar. Gracias a Dios.

—¿Y Amelia? —cuestionó mirando a mis espaldas.

—¿En... camino?

—Una tarea, una sola tarea tenías —reclamó.

—Sí regresé el anillo —le recordé.

—Dos tareas —se corrigió, lo miré a la expectativa y suspiró exasperado—, primero Carlos, luego Daniel y ahora tú —se quejó.

—¿Qué pasó con Daniel, está bien? —quiso saber Carlos—; ¿y con tus ojeras?, ¿a qué hora te dormiste?

—No me estés criticando —le pidió el de Mónaco a su compañero de equipo—; Daniel está bien, será un solteron, pero él se lo buscó, ahora que se aguante por imbécil, eso pasó, y Max... Max tenía la mejor oportunidad que ha tenido en semanas y solo se hace a un lado

—Me estoy tomando las cosas con calma —me defendí suponiendo que se refería a su "gran obra de caridad" de la noche anterior, al cederme, en sus palabras: la única interacción sana que tendría con la chica que me gusta al dejarme regresarle su mochila.

—Demasiado lento, diría yo

—No estoy siguiendo su conversación —externó Carlos.

—Me dejó regresarle su mochila a Amelia anoche, pero no es como que con eso se arregle todo —expliqué.

RECOMPENSA | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora