Segunda noche

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Ya acabados de desayunar, bueno después de que Daniel se comiera mi desayuno, salimos a enseñarle el pueblo a Sofía. 

La vuelta fue rápida, a penas dos horas. Primero fuimos por las casas, enseñando la estética rural, luego fuimos por el ayuntamiento y por la iglesia, en esta última a Sofía le entraron escalofríos, supuse que no creía, por último fuimos por los campos, colinas y otras zonas verdes del pueblo. En una de esas zonas hay un camino de tierra que lleva al templo, entonces se paró.

- ¿A dónde lleva este camino?

- Al templo, hoy no iremos porqué es mucho camino y te cansarías - dije cogiéndola de la mano, acto seguido se soltó.

- ¡Yo quiero ir!

- Iremos otro día, ¿Vale? - dijo Daniel.

- Con los ojos llorosos - Vale.

Después de ese momento de estupefacción por mi parte, nos tumbamos en la hierba de una de las colinas. Sentía la suave brisa de la mañana y pensaba que aún nos quedaba una hora más para estar relajados.

- Daniel - le llamé - ¿Estaban ricas las tostadas?

- ¿Por qué lo dices?

- Porqué esas tostadas que te has comido hoy eran mías - dije sin mirarle - ahora me debes un desayuno, ¿No? - dije riendo.

- Se rió - Venga va, mañana, ¿Vale?

- Está bien - dirigí mi mirada a Sofía - ¿Qué te ha parecido el pueblo?

- Es bonito y te puedes relajar mucho, pero...

- ¿Pero qué? - dije intrigada.

- No me gusta la iglesia

- Ni yo, pero no voy los domingos y ya está.

- No, yo la odio, no puedo acercarme ni entrar.

- ¿Cómo?

- No puedo entrar.

- ¿Por qué?

- Aurora déjalo... - dijo Daniel.

- Está bien, pero pienso que es raro, en fin, ya es hora, ¿Vamos?

Bajamos de nuevo al pueblo y una cabra me embistió y se fue, Daniel me ayudó a levantarme mientras que Sofía reía. Después, ya estando en el pueblo, en la puerta de Daniel,volvió a pasar la cabra y de fondo se escuchaba "¡Prudencia!", el nombre de la cabra. Esta era el animal de compañía de la loca del pueblo, esa señora era buena gente, pero un poco rara. La tarde pasó rápida y por la noche había quedado con Óscar, un amigo que conocía desde pequeña. La noche fue muy simple, dimos una vuelta y, como no, acabamos en el templo hablando.

- Oye, ¿Te has enterado de lo de la cabra de la loca? - dijo Óscar.

- No, ¿Qué le ha pasado?

- Nada, sólo que ahora le da por envestir a la gente así porque si.

- Ya lo he comprobado hoy, créeme que duele.

- Dios, dime que estas bien - me cogió de la cintura y le aparté la mano.

- Nos conocemos, no intentes nada raro - dije de broma, le di un abrazo riendo.

- Nunca sé como reaccionar a tus reacciones.

- Nunca lo sabrás, por cierto, ¿Es verdad lo que dicen?

- ¿El qué?

- Dicen que dentro de poco ya no se podrá venir aquí, ya que es peligroso y esas mierdas.

- Será una trola, déjales.

- Y aunque sea verdad, seguiremos viniendo, ¿No? - le di un beso en la mejilla - Bueno, me tengo que ir, adiós.

El se quedó sonrojado y estupefacto por unos segundos, el tiempo suficiente a irme. Bajando por el camino de tierra vi a Sofía a lo lejos, fui corriendo a ella.

- ¿Que haces aquí, Sofía?

- Quería subir por el camino, pero no me atrevo, tengo miedo - me miro riendo.

- No debes subir ahí, ¿Entendido?

- ¿Por qué? -preguntó curiosa.

- Porqué... Porqué te lo dice alguien mayor a ti, haz caso y ve a casa.

- No te haré caso, tonta.

- ¿Qué me has llamado? - pregunté bromeando.

- Tonta, es lo que eres.

- ¿Por qué piensas eso? - esto ya me empezaba a preocupar.

- Porqué lo eres, pero... - se quedó pensando -  Oye, me gustan tus ojos, son muy bonitos.

- Gracias, no me lo suelen decir.

- Son muy... Diferentes al mundo.

- ¿Diferentes al mundo?

- Si, no sé, son... Como dos mundos distintos, como la luz y la oscuridad, como el día y la noche - me estaba asustando.

- Si... Bueno, me tengo que ir, vete a casa, ¿Vale? - me miró con una sonrisa un poco extraña, me fui.

Después de esa conversación y de lo que pasó hoy en la colina, empecé a pensar que quizás estaba un poco loca, pero al fin y al cabo eran tonterías de niñas.

A la mañana siguiente me desperté a gritos, el alcalde estaba muy alterado. Salí a la calle a preguntar que pasaba, al enterarme de que el arma vampírica había sido robada me entró una especie de miedo en el cuerpo.

La tarde de ese día la pasé con Lidia y Marcos, unos amigos que eran pareja - si, esa tarde estuve de aguanta velas - y no hicimos gran cosa, hablar de lo sucedido y dar vueltas por el pueblo, por la colina, etc. No había gran cosa que hacer en el pueblo. Lo que si que pasó fue que empecé a desarrollar un odio hacia la maldita cabra, cada vez que me veía me atacaba, así que fui a hablar con la loca. Llamé al timbre.

- ¿Sí?

- Disculpe, soy una vecina suya a la cual su cabra no deja de atacar sin razón alguna... -me interrumpió.

- ¿Qué cabra? Yo no tengo de eso, vete a quejar a otra parte.

- Pero... - volvió a interrumpirme.

- ¡Qué te calles, Diferente! - así me llaman algunas del pueblo, por mis ojos, cerró la puerta.

- Pues nada... De vuelta  a casa - me crucé con Agustina, una vecina muy simpática - Hola.

- ¿Qué haces por aquí?

- Nada, pedirle explicaciones de por qué su cabra me ataca.

- Ah... ¿No ves qué está loca? No se acuerda ni de lo que comió ayer, se va acordar de que tiene una cabra, ¡Venga ya!

- Bueno... Tendrá razón, me iré a casa y descansaré un poco.

Me fui a casa y aún eran las siete de la tarde, así que dormí un poco y cené. Aburrida en casa salí un rato, esta vez sola, ya por costumbre me dirigí al templo, pero esta vez confirmé lo loca que estaba Sofía. Nada más subir el camino que daba a este, vi a Sofía con una tabla de madera quemada y el arma vampírica, ya era tarde porque ya había sangre, pero el dibujo estaba incompleto cuando la paré en seco.

- ¡¿Pero qué haces, imbécil?! - gritó una voz que no era la de Sofía.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2015 ⏰

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